Los conservadores conquistan el poder de Washington
Los republicanos controlarán la Casa Blanca y el Congreso, y nombrarán a un miembro del Supremo
Fue la noche que muy pocos soñaban. El Partido Republicano no solo gana la presidencia de Estados Unidos, sino que mantiene el control de las dos Cámaras del Congreso: la de Representantes y el Senado. Entre 2003 y 2007, fue la última vez que la formación dominó tanto el Ejecutivo como el Legislativo del país. Retener la mayoría en el Senado resulta clave porque permitirá a los republicanos aprobar un juez de su agrado para la plaza vacante en el Tribunal Supremo, lo que llevará a una hegemonía conservadora de los tres poderes de EE UU.
La resaca para los republicanos es de euforia. Y lo es gracias al huracán electoral de un candidato, Donald Trump, que se enfrentó a la cúpula del partido en el Congreso, del que muchos se distanciaron durante la campaña electoral y al que ahora llueven los elogios. La victoria de Trump en las presidenciales ha impulsado a los conservadores, también en las elecciones estatales, cuando las encuestas pronosticaban que podía suceder lo contrario.
El Grand Old Party mantiene sin dificultades el control de la Cámara de Representantes, como se daba casi por descontado. Y logra seguir dominando el Senado, que los demócratas perdieron en 2014 y que confiaban en recuperar ante las fisuras que había abierto la irrupción del magnate inmobiliario en el universo conservador.
Los demócratas lograron arrebatar dos senadores a su rival. Independientemente del color por el que se decante el escaño de Luisiana pendiente de asignar, los republicanos tienen garantizados 51 de los 100 asientos de la Cámara alta.
Nuevos Estados bajo control republicano
El efecto Trump también permite a los republicanos ampliar su hegemonía regional. El partido se hace con tres Gobiernos estatales que no tenía (Indiana, Misuri y Vermont). Controlará al menos 32 de los 50 puestos de gobernador en el país, igualando su récord en la historia moderna. Los republicanos también se hacen con la mayoría del voto en las Cámaras legislativas de Iowa y Kentucky, la última de dominio demócrata en el sur del país.
Los conservadores mantuvieron los puestos de senadores relevantes, como Marco Rubio, el legislador de Florida que trató de ser candidato presidencial republicano, y el veterano John McCain, aspirante a la Casa Blanca en las elecciones de 2008. Ambos habían enterrado en los últimos meses sus críticas iniciales a Trump ante el temor de que pudieran perjudicarles electoralmente.
El fenómeno del empresario de hoteles y casinos, que se jacta de no ser político, ha contribuido irónicamente a blindar el dominio conservador en el Capitolio. La confluencia de color político entre Casa Blanca y Congreso resultará determinante en la agenda del presidente electo, que, igual que los legisladores republicanos, quiere revocar los principales ejes de la presidencia del demócrata Barack Obama, como su reforma sanitaria.
Impacto en el Supremo
Es en el Tribunal Supremo donde el impacto del dominio conservador puede hacerse más duradero. Es el presidente quien nombra a los juristas para un cargo vitalicio, lo que le permite dejar su impronta en el rumbo ideológico del país. La pauta de la máxima autoridad judicial ha definido pasajes clave de la historia estadounidense, desde el fin de la segregación racial en los cincuenta y sesenta hasta la legalización del matrimonio homosexual el año pasado.
La muerte, el pasado febrero, del juez conservador Antonin Scalia ha dejado una plaza vacante en el Supremo. Existe un empate a cuatro entre juristas conservadores y progresistas. Obama propuso un sustituto de Scalia, pero el Senado rechazó someterlo a voto. Desde enero, Trump podrá proponer un candidato conservador, como prometió en campaña.
La edad de los miembros del Supremo —tres rondan los 80 años— vuelve además posible que Trump pueda nominar durante su primer mandato a otros magistrados. Ello ampliaría el dominio conservador en la toma de decisiones y podría definir el futuro social del país por un largo periodo de tiempo. En la campaña, los republicanos defendieron la renovación del Supremo como la mejor vía de garantizar la libertad religiosa en asuntos como el aborto o el matrimonio gay.
Es pronto, sin embargo, para hacer pronósticos firmes. Supone una incógnita qué relación mantendrá Trump con el presidente del Congreso, el también republicano Paul Ryan, tras su enfrentamiento en campaña. Y, más allá de los dogmas conservadores, cuál será el apetito del Congreso ante algunas de las promesas electorales más polémicas de Trump, como la construcción de un muro fronterizo con México o la imposición de aranceles comerciales a esta nación y a China.
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