El general McMaster no se calla ante Trump
Iconoclasta y respetado, el nuevo consejero de Seguridad Nacional rechaza la islamofobia del presidente y es un contrapeso al extremismo ideológico de Bannon
La Estrella de Plata tiene cinco puntas y brilla con intensidad. El teniente general Herbert Raymond McMaster ganó la suya durante la Guerra del Golfo. El actual consejero de Seguridad Nacional era en aquel tiempo un impetuoso capitán del Segundo Regimiento de Caballería Armada. Dispuesto a darlo todo por la gloria, la oportunidad le llegó la mañana del 26 de febrero de 1991, cuando al mando de nueve tanques Abrams se topó con las unidades blindadas de la Guardia Republicana. Sin dudarlo se adentró por sorpresa en las filas enemigas y ordenó disparar. La osadía, pero también la superioridad tecnológica, jugaron de su parte. Ese día destruyó 80 tanques iraquíes. McMaster no sufrió ninguna baja.
Desde entonces, le acompaña la aureola de hombre fuerte. Alguien franco y directo, que no teme decir lo que piensa por muy poderoso que sea su interlocutor. Lo demostró con su tesis doctoral, luego convertida en best-seller militar, donde describió la incompetencia y soberbia del alto mando estadounidense en la guerra de Vietnam. Y ahora ha vuelto a hacerlo nada más ser elegido consejero de Seguridad Nacional en sustitución de Michael Flynn, fulminado por el escándalo del espionaje ruso.
En su primera reunión con su equipo en el consejo, el teniente general rompió con la doctrina del presidente Donald Trump y su estratega jefe, Steve Bannon, y rechazó el término “terrorismo radical islámico”. A todo el que quiso oírle le explicó que el musulmán que pone bombas contraviene el islam y que los terroristas son eso, terroristas y punto. “No acepto que se castigue a una religión entera”, zanjó.
No eran palabras extrañas en un general como McMaster a quien Trump fichó sin apenas conocer, pero que en la segunda guerra iraquí, en Tal Afar, logró sonados éxitos de contrainsurgencia al obligar a sus oficiales a estudiar cultura islámica y conocer con precisión las diferencias étnicas y tribales de su zona de operación.
“No es un conservador. Es un hombre que quiere resultados y quiere éxitos. Da igual que esté en un tanque, en contrainsurgencia o entrenando jóvenes soldados para las guerras del futuro. Es innovador y extremadamente capacitado”, explica Michael O’Hanlon, profesor de Princeton y codirector del Centro para la Seguridad e Inteligencia del think tank Brookings Institution.
Iconoclasta y rocoso, McMaster tiene ante sí ahora un combate complejo. Por orden de Trump, un asesor político se sienta por primera vez en el Consejo de Seguridad Nacional, un organismo de enorme poder que decide las estrategias globales en defensa y terrorismo. El elegido es Bannon. Portaestandarte del extremismo nacionalista en la Casa Blanca, este antiguo agitador mediático defiende un delirante concepto de cultura judeo-cristiana que contrapone Occidente al “islamofascismo”. El choque con McMaster, según los analistas, es inminente.
“A McMaster le gusta cuestionar la ortodoxia y tiene un pensamiento creativo. Tendrá que enfrentarse con otros poderosos cargos, como Bannon. Y como militar en activo el general puede pasar un mal rato si entra en desacuerdo con Trump”, explica John Bellinger experto del Consejo de Relaciones Exteriores y antiguo asesor del Consejo de Seguridad Nacional y del Departamento de Estado con Condoleezza Rice.
El pulso en las salas blindadas de la Seguridad Nacional se vislumbra histórico. Bannon lidera una de los facciones más influyentes de la Casa Blanca. Tiene acceso directo al presidente y le ha tallado ideológicamente. McMaster, un novato las intrigas palaciegas, carece de grupo propio y sus dotes políticas son desconocidas. Pero no está del todo solo.
En el consejo se sienta el secretario de Defensa, James Mattis, otro teniente general de prestigio. Aunque de línea dura y acerbamente anti-iraní, se le considera distante de Bannon y sus excesos. McMaster y Mattis, ambos con experiencia en el campo de batalla y respetados dentro y fuera del Ejército, son un posible contrapoder. “Bannon debería entender sus propias limitaciones al enfrentarse a alguien como McMaster”, dice O’Hanlon.
El tensión está servida. Trump siempre ha dicho que le gusta lanzar todos los platillos al aire antes de tomar una decisión. Más tarde o más temprano tendrá que decantarse. De momento, el multimillonario sigue bajo el influjo de Bannon, como demostró esta semana al utilizar la expresión “terrorismo radical islámico” en su solemne discurso ante las Cámaras. Un aviso de que McMaster, a sus 54 años, aún tiene su mayor batalla por delante. Osadía no le falta.
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