El polvorín de Portugal robado: garitas vacías y soldados sin munición
Tancos tiene el sistema de videovigilancia y los sensores de movimiento averiados desde hace cinco años
Dejando a un lado los extremos, Islandia y Nueva Zelanda, no hay en el mundo país más pacífico que Portugal. Así lo ha computado el Índice Global de Paz en su última revisión. Hace solo tres años, Portugal ocupaba la decimoquinta posición, hoy la tercera, empatado a puntos con el país de las antípodas. Portugal es tan pacífico que hace una semana unos extraños fueron a la base militar de Tancos y se llevaron en el coche armas sin que nadie se lo impidiera.
Portugal es pacífico hasta con sus Fuerzas Armadas. Sobre un ránking de cinco puntos, la militarización del país se puntúa 1,3; la seguridad en la sociedad 1,4 y en el caso de conflictos internos e internacionales, 1 sobre 5. Recientemente, un soldado portugués falleció en una misión en Malí, pero aparte de esa acción, la mayor tragedia militar de los últimos años ocurrió en septiembre, en unas prácticas de los comandos de élite. Salieron a hacer prácticas en plena canícula y fallecieron dos soldados por un golpe de calor.
Desde hace cinco años, Tancos, situada 120 kilómetros al noreste de Lisboa, tiene el sistema de videovigilancia averiado, los sensores de movimiento tampoco van, el alambrado no aguanta unas tijeras y las 25 garitas de la instalación están en estado de derribo, por lo que es mejor que ningún soldado arriesgue su vida subiéndose a ellas, en consecuencia, no hay nadie en ellas.
La vigilancia consiste en rondas de soldados que tardan en completar el perímetro medio día y que, además, van rezando para que nadie les ataque porque solo se podrían defender a garrotazos. Desde 1980, los mandamases del Ejército decidieron que, para evitar incidentes, los soldados patrullaran con el cargador de las armas sellado y en el cinto. Después de conocer esto, si el índice Global de Paz no le da el primer premio a Portugal el próximo año, será una injusticia.
Como se ha comprobado, las deficiencias de la base de Tancos no eran un secreto. Los asaltantes, más de una docena, se habían leído el Diario de la República que el 19 de junio convocaba concurso para la reparación en el lado norte, este y sur del vallado de la base por valor de 316.000 euros. Por si queda duda, los ladrones no entraron por el oeste.
Los asaltantes sabían perfectamente dónde estaban las armas que querían, por dónde entrar y por dónde salir
Llegaron con un camión, hicieron un hueco en la alambrada y se fueron hacia la veintena de polvorines, pero solo visitaron aquellos que tenían el material que necesitaban (1.500 balas, 150 granadas, 40 lanzagranadas, explosivos, mechas, conectores...) y dejando el resto. Seguro que en el frigorífico de su casa tardan más en encontrar los yogures. Llevaban una lista de la compra, con la diferencia de que todo era gratis. Cargaron a mano las pesadas cajas, andando de aquí para allá 500 metros y, completado el encargo, salieron como habían llegado. Ni un tiro, ni un alto ni un ¡ay!
Después de conocer el Ejército que cuida de Tancos, si el índice Global de Paz 2018 no le da el primer premio a Portugal, será una injusticia de armas tomar.
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