Conducir es solo un primer paso para las mujeres en Arabia Saudí
La vigencia del sistema de tutela en el reino reduce a las saudíes a eternas menores
No ha habido caravanas de conductoras en Arabia Saudí para celebrar el decreto real que abre las puertas a que, por fin, las mujeres puedan conducir. Aunque la decisión ha sido elogiada como prueba de las reformas sociales emprendidas por el poderoso hijo del rey y príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán, tiene más de cálculo político y necesidad económica que de emancipación femenina. Ni se han reconocido las tres décadas de activismo de las saudíes, ni que muchas ya disponen de carnés obtenidos en otros países. Queda por articular cómo va a llevarse a la práctica una medida capaz de cambiar la imagen del reino.
“Arabia Saudí no volverá a ser la misma. La lluvia empieza con una sola gota”, tuiteó Manal al Sharif, quien en 2011 se convirtió en el rostro de la iniciativa WomenToDrive (Mujeres para conducir) cuando fue detenida por ir al volante. Al Sharif, que pasó nueve días en la cárcel y ahora vive en Australia, acaba de publicar Daring to Drive. A Saudi Woman’s Awakening (Atreverse a conducir. El despertar de una mujer saudí) donde habla de aquella experiencia.
Después de años de justificar la prohibición en el conservadurismo de la sociedad saudí, la monarquía ha vuelto a imponerse al estamento clerical en el que tradicionalmente ha buscado su legitimidad. No es la primera vez: antes lo hizo con el tabaco, la televisión o la educación de las mujeres. Pero se trata de un ejercicio de equilibrismo delicado. De ahí que no quisiera parecer que cedía a la presión de las activistas, o que haya retrasado el debate en el Consejo Consultivo sobre el recorte de poderes a la policía moral. A falta de que se consolide su intento de legitimarse en el nacionalismo, la religión sigue siendo su principal contrafuerte.
“Aplaudir a la monarquía saudí por levantar la prohibición de que las mujeres conduzcan es como aplaudir a un secuestrador por liberar a sus rehenes”, ha comentado Ali al Ahmed, director del Gulf Institute y conocido opositor al régimen. Para los más críticos, el anuncio es una maniobra de distracción ante los enormes retos socioeconómicos y la represión interna. Si el objetivo fuera de verdad el cambio, defienden, se suprimiría el sistema de tutela que reduce a las saudíes a eternas menores de edad.
Mucho más que conducir, la principal demanda de las activistas es el fin de la tutela. No obstante, la anacrónica prohibición, sin parangón en el resto del mundo, se había convertido en un símbolo del resto de las limitaciones que el reino impone a las mujeres. Resulta significativo que su embajador en EE UU, el príncipe Khaled Bin Salmán, hijo del rey y hermano menor del heredero, tuviera que aclarar que no van a requerir el permiso de un varón para obtener el carné y que podrán conducir sin estar acompañadas.
Las saudíes necesitan autorización previa del tutor (padre, marido, o en ausencia de estos cualquier otro varón que tenga su custodia) para sacarse el pasaporte, viajar al extranjero, estudiar en la universidad, casarse y salir de la cárcel tras haber cumplido una condena, entre otras actividades. Una orden real del pasado abril para suavizar ese imperativo aún está pendiente de concreción. Pero incluso en un contexto tan restrictivo, la posibilidad de conducir abre grandes perspectivas de movilidad y de acceso al trabajo, ya que el transporte público es escaso y el coste de tener un chófer no está al alcance de todas las familias.
El factor económico ha resultado sin duda concluyente. En 2015, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) situó a Arabia Saudí en el puesto 138 de 145 países respecto a las oportunidades y participación económica de las mujeres, y el Banco Mundial lo califica como una de las 15 economías que más dificultades les ponen para montar un negocio. Sin embargo, el proyecto de diversificación lanzado al año siguiente por el príncipe Mohamed menciona explícitamente “empoderar a las mujeres y hacer efectivo su potencial” con el objetivo de elevar su participación en la fuerza de trabajo y la productividad nacional. Así que levantar la prohibición de que conduzcan sirve para confirmar su compromiso con el plan Vision 2030, además de proyectarle como moderno y liberal.
Un informe de Bloomberg estima que permitir que las saudíes conduzcan podría traducirse en un crecimiento de entre 0,4 y 0,9 puntos porcentuales del PIB anual durante las próximas dos décadas. O sea, añadir hasta 90.000 millones de dólares a la economía saudí para 2030. De momento, han subido las acciones de compañías relacionadas con el automóvil. Nada más publicarse el decreto real, los fabricantes se apresuraron a felicitar a las mujeres en la expectativa de aumentar ventas. Pero estas nunca han tenido prohibido comprar coches, sólo conducirlos; esto les obligaba, a ellas o a sus familias, a contratar a un chófer. Según la prensa local, hasta 800.000 de los cerca de 1,5 millones de inmigrantes contratados como conductores se dedican a transportarlas.
Hay quien hace cuentas del ahorro que el cambio va a suponer. No será automático. Careem, un servicio similar a Uber que opera en varios países de la zona, habla de contratar a 100.000 conductoras para granjearse la fidelidad de sus usuarias que, dado el conservadurismo local, prevé preferirán que las lleve una mujer. Por la misma regla de tres, algunos analistas locales esperan que las familias sustituyan a sus chóferes por “expertas conductoras extranjeras”. “Podrían además ayudar en las tareas del hogar”, sugiere un académico islámico.
Más allá de hasta dónde lleguen los cambios o cuánto tarden en llegar, el levantamiento de la prohibición exige medidas prácticas a corto plazo. Desde autoescuelas e instructoras (el sistema de segregación impide que hombres den clases a mujeres) hasta nuevas plazas de aparcamiento ¿también segregadas? en centros educativos y oficinas públicas. La Universidad Rey Saud, de Riad, ya prepara 4.500 sitios para alumnas y profesoras. Y la Princesa Nura (femenina), también en la capital, ha anunciado una autoescuela en su campus.
“Si para junio del año que viene las mujeres están conduciendo en Arabia Saudí sin miedo a ser detenidas, será motivo de celebración. Pero sólo es un paso”, ha manifestado extremando la prudencia Philip Luther, responsable de Amnistía Internacional para Oriente Próximo.
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