Convivir con la historia
Muchos partidos de ultraderecha falsifican e idealizan el pasado
La historia en Europa nunca se acaba, regresa una y otra vez como una moneda falsa. Todo el culebrón en torno a la salida de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos demuestra que España es uno de los países donde la digestión es más pesada. Lo mismo podría decirse de Francia que, aunque supo enterrar sus peores fantasmas de la Segunda Guerra Mundial (la participación de su policía en las razias de judíos), sigue dando vueltas a la guerra de independencia de Argelia. Ha tenido que ser el actual presidente, Emmanuel Macron, quien reconoció recientemente que el joven matemático Maurice Audin fue torturado y asesinado en 1957 por el Ejército francés, sesenta años después del crimen.
Pero si existe un país europeo que ha tenido problemas en los últimos años con la lectura de su pasado ha sido Polonia. Varsovia aprobó en 2018 una controvertida ley que convirtió en ilegal decir algo con lo que están de acuerdo todos los historiadores serios del Holocausto: que muchos judíos fueron perseguidos por polacos. De hecho, Polonia ganó el Oscar a la mejor película extranjera por Ida, un filme que habla precisamente de eso. Los polacos sufrieron atrozmente bajo los nazis y no tuvieron nada que ver con los campos que los nazis instalaron en su territorio. No hay duda de eso. Pero también persiguieron a judíos. De esto tampoco hay duda.
Varsovia se ha visto envuelta en una nueva polémica, y en un conflicto diplomático con Israel, por una ley estadounidense que requiere que el Departamento de Estado informe sobre los países donde no se ha producido una restitución de los bienes incautados a los judíos durante el nazismo, algo que en Polonia no ha ocurrido. El sábado pasado miles de ultranacionalistas se manifestaron en Varsovia con pancartas con lemas como "Polonia no tiene obligaciones" o "Hienas del Holocausto", según el relato de la agencia Reuters.
La historia es pesada, espesa, casi siempre indigesta. Pero resulta esencial mirarla de frente para seguir avanzando hacia el futuro, porque el pasado ofrece lecciones esenciales por ejemplo sobre los peligros del nacionalismo extremo. Negar la historia, falsificarla, es la especialidad de muchos de los grupos ultraderechistas que se presentan a las elecciones europeas del 26-M. Glorifican un pasado ideal e inmaculado porque creen que el presente debe estar anclado en él, cuando en realidad debe ser superado. Tony Judt lo explica perfectamente en el párrafo con el que culmina su obra magna Posguerra: "La nueva Europa, unida por los signos y símbolos de su terrible pasado, constituye un éxito notable; pero seguirá estando siempre hipotecada por ese pasado. Para que los europeos conserven ese vínculo vital --para que el pasado del continente siga proporcionando al presente de Europa un contenido reprobatorio y un objetivo moral-- habrá que enseñárselo de nuevo a cada generación. Puede que la Unión Europea sea una respuesta a la historia, pero nunca podrá sustituirla".
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