Análisis

Biden, el candidato de los europeos

Con los matices que convenga, el demócrata es un referente de la Ilustración, la pulsión por el acuerdo y la pasión del pacto social europeo

El candidato demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden, atiende a los medios en el aeropuerto de Wilmington (Delaware) el sábado.ROBERTO SCHMIDT (AFP)

Joe Biden es nuestro candidato. El de los europeos de la amplia gama continental: socialistas, conservadores, liberales, verdes… Pues sus propuestas sintonizan con las de quienes defienden el programa político y económico actual de la Unión Europea.

Con los matices que convenga, el demócrata es un referente de la Ilustración, la pulsión por el acuerdo y la pasión del pacto social europeo. Mientras el republicano los desprecia, como enemigo, en vez de socio/...

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Joe Biden es nuestro candidato. El de los europeos de la amplia gama continental: socialistas, conservadores, liberales, verdes… Pues sus propuestas sintonizan con las de quienes defienden el programa político y económico actual de la Unión Europea.

Con los matices que convenga, el demócrata es un referente de la Ilustración, la pulsión por el acuerdo y la pasión del pacto social europeo. Mientras el republicano los desprecia, como enemigo, en vez de socio/rival. Tanto en materia económica y política internacional, como interna, cuando apoya al Brexit, o a las ultraderechas locales.

Biden pretende rehabilitar la diplomacia y no la imposición como “primer instrumento del poder”. Busca recuperar la negociación con Irán y afirma el multilateralismo: “Devolver EE UU a la cabeza de la mesa en posición de trabajar con nuestros aliados” (Why America Must Lead Again, en Foreign Affairs, marzo de 2020).

También propugna aumentar el impulso presupuestario a la reactivación y a la cohesión social, hoy inferior al europeo (sumando sus 27 piezas y el conjunto). Y compartir la agenda verde. Y volver al Acuerdo de París contra el cambio climático. O sea, los valores europeos que un día también, y cuánto, fueron norteamericanos. Pero además de los principios, interesan a los europeos sus propios intereses, comerciales y económicos.

Donald Trump no ha desperdiciado ocasión para atacarlos. Y, de paso, al “romper nuestra influencia económica en nuestros aliados, ha zancadilleado la capacidad de nuestro país para afrontar la verdadera amenaza económica” china, aduce Biden.

Convirtió su Primero, América en un América contra todos. En mayo de 2018 se sacó de la manga unilateral “temerarios” aranceles contra el aluminio y el acero de sus socios: México, Canadá… y la UE.

Un doble perjuicio concreto: a España le dañó al encarecer sus exportaciones. Y también al aumentar la presión mexicana y canadiense en su mercado, de fácil acceso para ellas.

Luego intentó ampliar las tasas arancelarias contra industrias clave para este continente como la automoción —otra vez salía perjudicada España, con Alemania, Francia y el Reino Unido—, pero como eso era ya un sindiós, frenó ante el suave, irónico Jean-Claude Juncker, en julio, a cambio de que este comprase soja a sus agricultores enojados de tanta protección.

Y finalmente, a cuentas de la competencia desorbitada de Airbus, también fue por las bravas. En vez de pactar en la Organización Mundial del Comercio con los europeos, para equilibrarla con los desaguisados de la Boeing, disparó de nuevo los aranceles proteccionistas.

Esta vez por 7.500 millones de dólares, contra las compras de productos como queso, aceitunas, aceite o vino español, un castigo de 841 millones de dólares, calculó el Ministerio de Comercio español. Con el agravante del método torturador: ese “carrusel” que va turnando los productos sancionados para crear incertidumbre.

Para más inri, en este caso fiscal, el presidente populista se ha retractado de su compromiso con los europeos (cumbre del G7 en Biarritz, agosto de 2019) de remitir a la OCDE el proyecto de un impuesto internacionalizado a las multinacionales tecnológicas, la tasa Google. A cambio de que afectase también a otras grandes corporaciones.

Y amenaza con más aranceles a quienes activen la tasa por su cuenta. Contra España, que la prevé para ayudar a sostener el próximo presupuesto. Contra Europa, que la prevé para cofinanciar el plan de recuperación de 750.000 millones que tanto beneficiará... a los españoles.

Algunos recuerdan —No, Biden Will Not End Trade Wars, Edward Alden en Foreign Policy, 2 de octubre— que el aspirante también lanza en campaña promesas proteccionistas, aunque es tradición demócrata ese discurso preelectoral. Y el del libre comercio al llegar al Gobierno.

Y, además, no son agresivas. Las quiere pactar con los socios y en los organismos multilaterales. Le avalan 43 años de práctica librecambista, como senador y como vicepresidente de Barack Obama. Biden es otra cosa.

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