La presencia de Lula da Silva en Argentina tensa las relaciones bilaterales con Brasil
El Gobierno de Bolsonaro pasa a modo virtual la cumbre de presidentes de Mercosur prevista para el 17 de diciembre en Brasilia
Luiz Inácio Lula da Silva está en Buenos Aires. Su presencia en una gran manifestación en la Plaza de Mayo, convocada para conmemorar el regreso a la democracia en Argentina y el segundo aniversario del Gobierno de Alberto Fernández, ha tensado las relaciones con Brasil. La cancillería brasileña suspendió la presencialidad de la cumbre de presidentes del Mercosur, prevista para el 16 y 17 de diciembre en Brasilia. Itamaraty, en la presidencia pro tempore del bloque que también integran Uruguay y Paraguay, informó a sus socios argentinos que todas las reuniones serán por videoconferencia. Dos versiones circularon por los pasillos del Palacio de Planalto, sede de la presidencia brasileña. La primera, oficial, refiere a cuestiones sanitarias. La segunda, no oficial, es política, y tiene que ver con un presunto malestar con Buenos Aires por la invitación a Lula, quien en el arranque de 2022 debe decidir si compite contra Bolsonaro por la presidencia.
“El martes por la noche, Itamaraty oficializó a la Cancillería argentina la decisión de hacer la cumbre virtual por la nueva cepa de ómicron” de coronavirus, que ya se ha detectado en al menos seis pacientes brasileños, dijo una fuente del Gobierno de Alberto Fernández. La misma fuente negó que la suspensión tenga que ver con la visita de Lula. “En cuanto a las versiones, la invitación a Lula se restringe a la celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos y la recuperación democrática en nuestro país, dos pilares centrales de la historia moderna argentina”, dijo.
El 10 de diciembre es una fecha llena de simbolismo en Argentina. Hace 38 años, el presidente Raúl Alfonsín juraba como presidente elegido en las urnas tras una sangrienta dictadura. Desde entonces, esa fecha coincide con el regreso a la democracia y con el día en que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Cuando la coyuntura lo amerita, los Gobiernos argentinos celebran además sus propios aniversarios de gestión. Este viernes por la noche, el de Alberto Fernández desplegó toda la pompa, en clave relanzamiento.
Por ello estarán en la Plaza de Mayo no solo el presidente, sino también su vice, Cristina Fernández de Kirchner, Lula da Silva y el expresidente de de Uruguay, José Pepe Mujica. Los partidos y movimientos sociales que apoyan a la Casa Rosada prometieron “reventar la plaza”, en una exhibición de fuerza y unidad del peronismo gobernante. Tras la derrota en las elecciones parlamentarias del 14 de noviembre, cuando el oficialismo perdió el control del Senado y mantuvo con lo justo la primera minoría en Diputados, el Gobierno ha redoblado esfuerzos para recuperar la mística peronista. La Plaza de Mayo es el lugar indicado para ello.
Pero la llegada de Lula no ha caído bien en el Brasil de Bolsonaro. El presidente brasileño está incómodo con las repercusiones de los últimos viajes internacionales realizados por quien seguramente será su principal escollo hacia la reelección. Mientras Bolsonaro fue ignorado por los líderes europeos en la reunión del G20 realizada en Roma en noviembre, Lula fue recibido días después con la pompa de un jefe de Estado por el presidente francés, Emmanuel Macron. También se reunió durante su gira europea con el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y con el entonces futuro canciller de Alemania, Olaf Scholz. Lula da Silva Incluso pronunció un discurso y recibió una ovación en una reunión de partidos progresistas celebrada en el Parlamento Europeo. Mientras el expresidente cosechaba los frutos de sus reuniones con estos líderes de Europa, Bolsonaro se reunía con jefes de regímenes autoritarios en Oriente Medio.
¿Es posible, sin embargo, que el motivo de la suspensión de la presencialidad en la cumbre de Mercosur sea sanitario? Según la versión oficial, Bolsonaro está preocupado por la diseminación de la variante ómicron del coronavirus, y por ello decidió evitar la circulación de delegaciones extranjeras por Brasilia. La duda surge porque el brasileño es un declarado negacionista de la pandemia. Bolsonaro se ha opuesto a cualquier medida que restrinja la entrada de pasajeros en vuelos internacionales al país y se jacta de no estar vacunado contra la covid-19. Incluso ha rechazado días atrás las recomendaciones de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) para cerrar el espacio aéreo o para el uso de un carnet de vacunación para cruzar migraciones.
La tensión encuentra a Mercosur en un momento en que Brasil y Argentina intentaban acercar posiciones. En octubre pasado, ambos países acordaron una reducción del 10% en el Arancel Externo Común (AEC) que aplica el bloque a las importaciones extrazona, que hoy pagan una penalización promedio del 13%. Se trató de la primera señal de distensión tras un año marcado por reclamos de mayor apertura comercial y las amenazas de ruptura lanzadas sobre todo por Uruguay y Paraguay, los dos socios menores del bloque. Fue el primero el que más tensó la cuerda con su decisión de avanzar en acuerdos comerciales bilaterales sin el consenso del resto, algo que Mercosur prohíbe por estatuto. En septiembre, el Gobierno de Luis Lacalle Pou fue incluso más allá y anunció el inicio de negociaciones para cerrar un Tratado de Libre Comercio con China.
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