El motín de Wagner agudiza la división en las fuerzas militares de Rusia
El apoyo recibido por la compañía de mercenarios amenaza la unidad en torno al presidente que exigen las figuras próximas al Kremlin
El logo de Wagner, una calavera en el punto de una mira telescópica roja, comenzaba a ser muy popular en las calles rusas hasta la rebelión de la compañía de mercenarios el pasado fin de semana. A gente tan diferente como el gerente de un hostal barato de Moscú, un joven de un gimnasio pijo y un mutilado en la calle les unía en esta guerra sin horizonte el símbolo de Yevgueni Prigozhin, el nuevo macho alfa ruso que con sus propias verdades ha puesto de vuelta la propaganda victoriosa del Ministerio de Defensa. Una nueva forma de disidencia que en su camino hacia la capital rusa encontró los aplausos de la gente y la pasividad de las fuerzas armadas. “Nuestro propósito era llevar ante la justicia a quienes cometieron errores durante la operación militar especial”, manifestó el lunes Prigozhin a través de un audio con el que demostró que seguía vivo. Su supervivencia —política y física— es ahora una nueva amenaza para el régimen, pero Putin no puede prescindir de sus mercenarios. Un día después de sacudir los cimientos de Rusia, los pines y camisetas de Wagner volvían a estar a la venta en las tiendas.
“El consenso de los expertos es que es muy probable que Alexéi Dyumin —exguardaespaldas de Putin y actual gobernador de Tula— se convierta en el nuevo ministro de Defensa, y el general Serguéi Surovikin, en el jefe del Estado Mayor”, reflexionaba el lunes Serguéi Markov, un antiguo asesor de Putin muy cercano al presidente. El actual ministro, Serguéi Shoigú, se encuentra en una posición tan débil que los propios canales proguerra rusos denunciaron que el vídeo de su reaparición tres días después de la rebelión fue grabado antes. “Pero sus ceses no sucederán de inmediato para que no se piense que Shoigú y Guerásimov —actual jefe del Estado Mayor— fueron destituidos a petición del rebelde”, agrega Markov.
Las luchas intestinas de las fuerzas armadas rusas salieron a la luz tras los primeros reveses de otoño de 2022, cuando Ucrania reconquistó parte de Járkov y Jersón. Surovikin fue ascendido a comandante único de la ofensiva entre aplausos de Prigozhin y el presidente checheno, Ramzán Kadírov, también protagonista en esta guerra con su guardia pretoriana, los kadirovtsi. Pero la alegría duró poco: Shoigú nombró a Guerásimov máximo responsable de sus fuerzas en detrimento de Surovikin en enero.
La rebelión fallida reveló además las dudas de muchas personalidades cercanas al Kremlin. El presidente checheno tardó más de medio día en pronunciarse públicamente a favor de Putin, mientras que la directora del medio de comunicación Russia Today y hasta hace poco ferviente fan de Wagner, Margarita Simonián, explicó el lunes que no se enteró de nada porque “había estado en un barco en el río Volga”.
La estrategia del Kremlin frente al opositor Prigozhin fue apelar a la unidad en torno al presidente. Los diputados pidieron apoyo ciego a Putin desde el mismo lunes, y otros sectores se unieron a este mensaje. “En los tiempos difíciles siempre nos ayudó la fidelidad del pueblo ruso hacia sus líderes”, leía sin pasión alguna el locutor de Last.FM “a petición de los productores musicales”. Radio que, por cierto, se escucha a todas horas en los taxis de todo el país.
Wagner demuestra ser imprescindible
Los paramilitares de Prigozhin habían sido calificados como mera “carne de cañón” para acometer ofensivas suicidas, pero el debate surgido en torno a su existencia demostró el lunes que el empresario aún puede jugar con esa carta en sus manos. El jefe del comité de Defensa de la Duma Estatal, la Cámara baja del Parlamento ruso, Andréi Kartapolov, defendió la existencia de Wagner pese a presentar un proyecto de ley para regular las compañías de mercenarios.
“Iósif Vissariónovich Stalin dijo que los niños no son responsables de sus padres. El que alzó la rebelión debe responder (…) Wagner es la unidad más preparada de Rusia y lo reconocen hasta las Fuerzas Armadas. No se puede imaginar un regalo mejor para la OTAN y los ucranios que desarmarlos”, aseveró Kartapolov al justificar que su nueva ley “exige un estudio laborioso” que podría demorarse hasta otoño. Un legalismo curioso si se tiene en cuenta que este tipo de empresas están prohibidas por ley desde antes de la fundación de Wagner.
Frente a esta posición, el Ministerio de Defensa aboga por desarmar a los mercenarios. A esta bancada se han unido otras figuras influyentes de la política rusa. El militar y diputado soviético Víktor Alksnis, conocido como El coronel negro, recordó a los parlamentarios que hace poco aprobaron una norma que castiga con hasta 15 años de cárcel criticar a Wagner. “¡No puede haber dos (tres, cuatro, etcétera) ejércitos en un Estado! ¡Todas las contratistas militares y otras formaciones armadas deben ser prohibidas y desarmadas!”, escribió en Telegram, donde recordó otra amenaza: “Me pregunto qué hará el presidente Putin ahora con el ejército checheno de Kadírov, que cuenta con más de 70.000 bayonetas”.
Otro asesor influyente de Putin, su procurator en Donbás y otros territorios ocupados entre 2014 y 2020 —cargo de magistrado romano que el Kremlin utiliza para sus gestores no oficiales—, Vladislav Surkov, también instó a desarmar a Wagner. “En Rusia es imposible tener una central nuclear privada. ¿Qué tal una división de asalto privada? ¿Por qué? Estos ejércitos privados solo han surgido en Rusia durante épocas de disturbios y la Guerra Civil de 1920”, dijo en una entrevista concedida al politólogo Alexéi Chesnákov. Quien fuera considerado uno de los delfines de Putin reconoció en la misma que usaron a Wagner en Donbás para ocultar la provocación del Kremlin de aquella guerra: “¿Por qué los necesitamos ahora que participamos abiertamente en la batalla por Ucrania?”.
Las imágenes de civiles vitoreando a las tropas de Prigozhin en Rostov del Don han provocado temor entre la élite rusa, consciente ahora de la popularidad que ha generado estos meses el dueño de Wagner con sus críticas a Shoigú. El temido vigilante ruso de internet, Roskomnadzor, bloqueó inmediatamente el acceso a sus comunicados en Vkontakte —VK—, el Facebook ruso, mientras que las principales plataformas de venta en línea, Ozon y Wildberries, ocultaron sus productos durante la rebelión y prometieron “eliminarlos por completo del mercado en un futuro próximo”.
El miedo a apoyar a Wagner duró poco más que su fallido avance hacia Moscú. Wildberries ofrecía el lunes 11.565 productos de los “músicos”. Llaveros para el coche, emblemas para la ropa, machetes y gorras figuraban entre los artículos más populares. Muchos de ellos, ya agotados y con plazos de entrega de más de una semana.
“Wagner, los músicos que conoce todo el mundo”, era el lema de una bandera sostenida por una modelo entre llamas. De fondo, un paramilitar armado con un violín, un fusil y un lanzacohetes. Una visión de los mercenarios que ha idealizado Prigozhin, el mismo que ha exhibido los cuerpos mutilados de decenas de sus presos en la matanza de Bajmut para criticar a Shoigú por no entregarle munición.
Prigozhin se ha abierto camino entre los rusos en los últimos meses con sus críticas. Según una encuesta del centro sociológico independiente Levada, el empresario entró por primera vez en el podio de las personalidades mejor valoradas en mayo. El sondeo recogía que un 4% de los ciudadanos confiaba en él, frente al 11% de Shoigú. En contra del dueño de Wagner juega el pasado de sus héroes. El último de los crímenes cometidos por sus reclusos indultados tuvo lugar el mismo día de su rebelión: el día 23, tres exmercenarios se emborracharon en Kurgán y abrieron fuego en una zona de casas de campo. Esta vez sin víctimas, a diferencia de otros incidentes similares ocurridos en los últimos meses.
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