Alberto Soler, psicólogo: “Los adultos pensamos que los niños no pueden sufrir ansiedad. Y esto es un error”
En su nuevo libro, ‘Tengo un nudo en la barriga’, pretende explicar a los más pequeños en qué consiste este trastorno psicológico y les ofrece recursos para atajarla a tiempo
A veces la ansiedad la notamos en la falta de aire, en la cabeza o en el pecho. Tengo un nudo en la barriga (B de Blok) es el libro que ha escrito Alberto Soler (Barcelona, 1966), junto a Concepción Roger, ambos psicólogos especializados en educación y crianza, que pretende explicar a los niños en qué consiste este trastorno ps...
A veces la ansiedad la notamos en la falta de aire, en la cabeza o en el pecho. Tengo un nudo en la barriga (B de Blok) es el libro que ha escrito Alberto Soler (Barcelona, 1966), junto a Concepción Roger, ambos psicólogos especializados en educación y crianza, que pretende explicar a los niños en qué consiste este trastorno psicológico, cómo identificarlo y cómo hacerle frente. Soler es también padre de tres hijos. Recorremos con él el entramado de este trastorno a través de este cuento, ilustrado por Núria Albesa, que han creado para poder abordar esta compleja afección que afecta a muchos jóvenes.
Según la Asociación Española de Pediatría, a lo largo de los últimos años y, en especial, desde el inicio de la pandemia por la covid-19, la salud mental de los niños y adolescentes en España se ha deteriorado. “Antes de la pandemia ya se estimaba que en torno al 10% de los niños y al 20% de los adolescentes sufría trastornos mentales, con consecuencias que se pueden prolongar a lo largo de toda su vida. En la actualidad, en el caso particular de los adolescentes, estos presentan más ansiedad, síntomas depresivos, autolesiones y conductas suicidas”, informa este mismo organismo.
PREGUNTA. ¿Cómo describiría ese nudo en la barriga que padece la protagonista de su libro, Penny?
RESPUESTA. Los niños sienten ansiedad de un modo parecido a las personas adultas: es una experiencia que muchas veces solo perciben como malestar, pero que no llegan a entender muy bien de qué se trata. Parte de nuestro papel es ayudarles a identificarla.
P. ¿Cómo se puede identificar?
R. A las personas adultas nos cuesta identificar que nuestro hijo padece ansiedad. El motivo es que muchas veces pensamos que los menores no pueden sufrirla, lo cual es un error. Además, por otro lado, los síntomas más habituales de la ansiedad infantil son muy inespecíficos, esto significa que no hay un síntoma que podamos asociar directamente a este trastorno. Normalmente, se manifiesta a tres niveles diferentes: psicológico, físico y conductual. A nivel psicológico podemos mencionar desmotivación, falta de interés, irritabilidad, problemas de memoria, altibajos emocionales o problemas de concentración. A nivel físico podríamos encontrar problemas de sueño, aumento o disminución del apetito, malestar general, dolores de cabeza, de tripa, etcétera. Y a nivel conductual se puede observar que, muchas veces, hay un rechazo a la escuela, una disminución del rendimiento académico, un deterioro de las relaciones con profesores o compañeros o incumplimiento de las obligaciones académicas.
P. Penny, la protagonista del cuento, se siente muy mal y, sobre todo, siente miedo. ¿Qué pueden hacer los niños con la anticipación negativa, con esa preocupación constante de que algo malo va a suceder?
R. La anticipación negativa es una característica muy frecuente de la ansiedad; nuestra cabeza nos juega malas pasadas y nos bombardea con mensajes acerca de cosas que no son ciertas. Esto es lo que hace el nudo en nuestro cuento: le dice a Penny que todo irá mal, que sus amigos no la quieren, que no es capaz de hacer bien las cosas… Ella cree que esos pensamientos son ciertos, que lo que piensa va a ocurrir en realidad, pero, por suerte, aprende que son engaños de su nudito para hacerla sentir mal.
P. ¿Por qué tanto a los adultos como a los niños les cuesta tanto hablar sobre la ansiedad?
R. Por lo general, a nadie nos gusta sentirnos mal ni mostrarnos vulnerables ante los demás. Es una forma de protegernos casi innata: no muestres tus debilidades para que otros no se aprovechen de ellas. Afortunadamente, vivimos en un entorno en el que, si elegimos bien con quien compartir nuestro malestar, en vez de suponer que va a ser un problema va a ser el primer paso para ponerle solución, ya que esto lo que nos va a permitir es recibir apoyo, comprensión y ayuda.
P. Dice entonces que la ansiedad se hace más pequeña cuando se comparte y se habla, ¿por qué lo cree?
R. Escondemos nuestro malestar porque pensamos que hay algo malo en tenerlo, que no debería existir. Lo podemos llegar a vivir con vergüenza. Y entonces no tenemos un problema, sino dos: la ansiedad y suponer que es algo incorrecto que no deberíamos sentir, por lo tanto, lo ocultamos. En el momento en el que compartimos la ansiedad, el solo hecho de exteriorizarla hace que ese malestar se minimice, que el nudito se encoja, como plasmamos en el cuento.
P. ¿Cree que incentivar valores como competir hace que la ansiedad y la autoexigencia pueda llegar a ahogarles?
R. Sin ninguna duda. La competitividad y la presión por la excelencia que tienen los niños desde bien pequeños es la base de muchos problemas de ansiedad. A esto se suman las largas jornadas laborales de sus familias, la concatenación de clases, extraescolares, deberes… Estamos sometiendo a la infancia a mucha presión, y esto al final tiene sus consecuencias.
P. ¿Ha sentido ansiedad? ¿Cómo aprendió a mantenerla a raya?
R. Sí, claro, con frecuencia. Es una emoción más, que todos sentimos, como la alegría, la tristeza o la rabia. En mi caso, el deporte me ayuda a mantenerla bajo control, salir a correr por el campo, dejando el teléfono en casa, es más efectivo y seguro que un Diazepam.
P. En el cuento propone apagar los pensamientos negativos y hacer cosas con las que los niños disfruten, ¿funciona?
R. No podemos apagarlos del todo, pero sí bajar su volumen hasta que casi no los escuchemos. Cantar, bailar, saltar o jugar ayudan a lograrlo, por supuesto, pero es más efectivo si lo combinamos con otras estrategias como paliar las fuentes de ansiedad o malestar (cuando es posible), tener un buen clima familiar, satisfacer las necesidades de las criaturas y debatir cognitivamente los pensamientos negativos.
P. ¿Qué puede hacer una madre o un padre con un hijo que padece ansiedad?
R. Lo más importante es darles un entorno diario en el que estén a gusto, que tengamos con ellos una relación afectuosa, cálida y respetuosa. No emplear estrategias educativas punitivas, alejarnos de los estilos autoritarios, disminuir la presión a la que les sometemos y ser sensibles a sus necesidades. Si nos manifiestan que tienen una preocupación o un problema hay que tener una actitud abierta, de escucha, alejada de lo que sería un interrogatorio, respetar sus silencios y su ritmo de conversación y nunca minimizar ni ignorar sus problemas. Y cuando vemos que el problema nos supera siempre podemos pedir ayuda a los profesionales de la salud.
P. ¿Por qué cree que este libro puede ayudar a niños y niñas con la ansiedad?
R. Pese a que sienten ansiedad, muchos niños no saben ponerle nombre a lo que les ocurre, ni tampoco tienen los recursos ni la autonomía para poder poner en marcha mecanismos para superarla. Desde el momento en el que familia, educadores y los propios menores saben identificar y nombrar la ansiedad se abre la puerta a poder ponerle remedio a tiempo y evitar que genere problemas en el día a día. Es nuestro objetivo con este cuento: mostrar la realidad de la ansiedad infantil y ofrecer recursos para atajarla a tiempo.
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