El rap ‘underground’ enseña los dientes en la Ciudad de México
Más de un centenar de jóvenes y adolescentes seguidores del estilo musical se reúnen todos los meses en conciertos y batallas de improvisación en la capital
Los chicos se lo están pasando bien. Se amontonan en círculo y en el medio, el centro de su universo. La batalla a vencer. Vuelan rimas de lado a lado que cortan el aire, llenan el espacio que hay entre ellos. Su mundo se concentra en ese momento: gana la réplica más ingeniosa, la más rápida, la más mordaz. Puro atletismo mental. Como sparrings bailando en un cuadrilátero, aguantando los golpes y tratando de responder con un derechazo más certero que el de su oponente. La tensión se cocina a fuego lento con cada ronda y acaba explotando al final, cuando parece que el mal rollo podría ir a más ...
Los chicos se lo están pasando bien. Se amontonan en círculo y en el medio, el centro de su universo. La batalla a vencer. Vuelan rimas de lado a lado que cortan el aire, llenan el espacio que hay entre ellos. Su mundo se concentra en ese momento: gana la réplica más ingeniosa, la más rápida, la más mordaz. Puro atletismo mental. Como sparrings bailando en un cuadrilátero, aguantando los golpes y tratando de responder con un derechazo más certero que el de su oponente. La tensión se cocina a fuego lento con cada ronda y acaba explotando al final, cuando parece que el mal rollo podría ir a más y en cualquier momento alguien va a tirar el primer puñetazo. En lugar de eso una risa, un abrazo y todos tan amigos. Lo que pasa en el escenario, o más bien, sobre el suelo de la plaza, se queda ahí. Las batallas de improvisación en el rap no son algo nuevo, pero contra todo pronóstico los años pasan y siguen manteniendo un público fiel y sangre joven que renueva la escena. En Ciudad de México, el epicentro se encuentra en el monumento a la Revolución.
Es el segundo sábado de 2022, y el clima es más frío de lo que suele en la capital, con un sol de invierno tímido en el cielo. A partir de las dos de la tarde decenas de jóvenes empiezan a reunirse en Revolución en torno a un banco donde alguien apunta las inscripciones para la batalla. Empieza a oler a mota. Un grupo de adolescentes improvisa como calentamiento alrededor de un altavoz que han traído de casa. Más de 110 freestylers competirán hoy, aunque los jueces harán una gran purga y a la siguiente ronda, octavos de final, solo pasarán 32 de ellos. La estética no ha cambiado mucho desde el origen del género: skates, camisetas anchas de equipos de baloncesto estadounidense, otras con letras grafiteadas, vaqueros tres tallas más grandes, chándal, gorras planas, sneakers.
Aquí la calle es un credo a seguir. Y el rap de plaza, como ellos lo llaman, la forma más pura, más subterránea. El evento lo organiza la Liga Venom, que es algo así como la segunda división del mundo de la improvisación. Suficientemente prestigiosa para que de aquí salgan las próximas promesas, pero todavía underground. El paso antes de dar el salto al circuito profesional. “Hace 4 años comencé con el concepto de Venom, había mucha frustración, siempre apoyaban a los mismos y aquí hay mucho talento en la plaza. La idea es impulsar a todo tipo de personas”, resume Cristian Torres, Verso Abstracto, un ingeniero industrial de 29 años que quedó prendado del rap cuando, hace una década, un amigo le pasó un CD con temas clásicos. Él es el cerebro detrás de la competición, y a su espalda tiene discos, colaboraciones y muchas batallas. “La magia del freestyle no se compara con otra cosa, es una adrenalina única. Además, hacemos eventos con causa. Durante la etapa fuerte del covid recolectamos cubrebocas y medicamentos. En Navidad, comida y juguetes”.
Muchos no tienen la mayoría de edad. Y el ambiente es el de una reunión de viejos amigos: saludos, abrazos, fraternidad. Es una escena pequeña y la mayoría se conocen aunque sea de vista. Se mezclan los que ya consiguen vivir de su música con pre-adolescentes que escriben e improvisan sus primeras frases. Se enfrentan entre ellos, no hay categorías. Se nota quién está más pulido por el tono de la voz, la confianza, la soltura y la presencia sobre los adoquines cuando llega el momento de rapear. Garcés tiene 16 años, pero ya cuenta con bastantes tablas: “Me gustan más los conciertos de plaza, hay más gente y te anima más”. El otro día ya improvisó en una exhibición de Venom en un local. Hoy llegará a las rondas finales.
“Me gustaría dejar una mella, que me recuerden”, confiesa Luis Esteban Montejano, Kamui, un joven de 18 años, de cuerpo fino y gestos nerviosos. Hace cuatro meses que tuvo su primera batalla. “La emoción que genera la improvisación es única, cómo salen las cosas puras”, añade. “Me impresiona como riman y se responden tan rápido, deben ser personas que leen mucho para dar respuestas tan buenas” amplía Tamara Bermúdez (20 años), que no rapea, pero hoy ha venido como público por primera vez, y observa tímida a unos metros de distancia una batalla. La mayoría de los inscritos son hombres, aunque en los últimos tiempos las mujeres han conseguido abrirse paso. Liga Venom ha empezado una nueva categoría, Amazonas, que tiene el objetivo de impulsar a raperas que estén dando sus primeros pasos. “La finalidad es dar a conocer a mujeres porque en la plaza siempre las tachaban de lo peor”, sintetiza Verso Abstracto.
Korayma García (17 años), Kory, ha competido en las tres ediciones de Amazonas que ha habido hasta el momento. De Nezahualcóyotl (Estado de México), lleva dos años rapeando. “Siendo mujer cuesta brillar, recuerdo batallas con 180 inscritos en las que solo éramos dos mujeres. Tratas de sobresalir en una zona destacada por hombres. Las mujeres saben lo que es no tener ningún apoyo en el freestyle, y ahora estamos todas juntas destacando. Máximo somos como 20 mujeres y nos llevamos todas, por eso hay ese respeto. Amazonas ha ayudado bastante a muchas chicas que han empezado ahora”, narra sentada en los escalones de Revolución, envuelta en una camisa de franela cinco tallas más grande. Ella empezó improvisando en su instituto hace dos años, “y cuando salí, me lo busqué en la calle”. Pretende llegar a vivir de esto, pero por el momento, está centrada en sus estudios de laboratorio.
Él es profesional del rap, pero lejos del glamour de los videoclips de hip hop americano, aquí significa intercalar conciertos y eventos con tocar en el metro. Jesús Cruz, Trovador, 28 años en el mundo y 11 en la música, procedente de La Merced. Empezó a improvisar “por accidente” al ver a unos chavales que lo hacían en su instituto, y lo convirtió en su vida. “Hay que tener mucho aguante. El rap da para que te puedas mantener, pero tienes que invertirle mucho, invertir en mi sueño, pero eso muchas veces te deja sin nada. De repente llegaba a un Estado [a un evento], tenía justo para comer, la inscripción y vámonos de regreso, era relámpago. Hay días que te da mucho y días que no te da nada”. Para él, practicar todos los días es clave, “el cerebro es como una persona floja, si lo acostumbras a hacer lo mismo, se va a limitar a eso”. Prefiere improvisar en libre a las batallas, “desarrollas más las ideas, no solo te encapsulas en tirarle a un contrincante. Lo convirtieron en un deporte, tristemente ya no lo ven como una cultura”.
Cara a cara
El 29 de diciembre de 2021, para acabar el año, Liga Venom estrena un nuevo formato: face to face (cara a cara), una exhibición a la que ha invitado a un puñado de freestylers que se medirán uno contra uno. La batalla es un local de ropa de hip hop, en la tercera planta de un edificio viejo del centro de la ciudad. La sala de conciertos improvisada empieza a llenarse de jóvenes, adolescentes e incluso niños que vienen con sus padres. Antes de empezar, se escuchan clásicos de Violadores del Verso y Tote King. El DJ juega ante la cámara, hace scratch sobre una canción de la Mala Rodríguez. Todas las bases que sonarán durante las batallas son originales, producidas por los beatmakers Erik Elorza y Jizzy MJH.
Hay varias batallas a lo largo de la tarde. En una de ellas se enfrentan Topis, en la treintena, y Mario Shackur Trujillo, Wizard, (16 años). El adolescente, que tiene más pinta de monaguillo que de kie, recibe cada embestida de su contrincante estoico. Parece derrotado, pero en realidad apunta mentalmente cada ataque, afila el colmillo, y cuando llega su turno responde sin piedad, escupe las frases directas a la yugular con un estilo agresivo, a la encía. Entre el público se encuentra su hermano pequeño y su madre, con una camiseta con su cara, que sujeta un teléfono a través del cual el padre de Wizard sigue la batalla por videollamada. “Me sirve mucho leer, cuantas más palabras, más balas”, explica con una voz risueña, radicalmente opuesta a su personalidad en el escenario. “Soy punch liner, un poco crudo, espero que me digan algo para poder contestar fuerte. A veces nos gana la adrenalina, en el escenario dices cosas que fuera no dirías, pero es un personaje”.
Hoy improvisan más mujeres que hombres. La última batalla del día se ha calentado, y las dos contrincantes han acabado literalmente cara a cara, casi escupiéndose, sintiendo el sudor la una de la otra. Para alguien nuevo puede parecer que van a acabar a golpes, se están diciendo de todo y cada respuesta es más dura que la anterior. Pero al final, como siempre, se abrazan. El público corre a hacerse fotos y pedir a autógrafos a una de ellas, Marlen Alejandra Rosales, Azuky, de 16 años. Su aspecto está lejos de ser el de una rapera al uso. Lleva grandes gafas y aparatos en los dientes, pero cuando improvisa encadena rimas brutales con una soltura y coherencia que abrasan a quien se le pone por delante. Su voz, chillona y agresiva, le proporciona un estilo marcadamente propio.
“Me gusta batallar, liberarlo todo, se puede decir lo que quieras y canalizar todo. A veces se ponen las cosas tensas por el momento y el calor, te estás gritando a la cara, escupiendo, pero la batalla se queda ahí”, señala. El evento acaba y la gente se retira hasta la próxima cita. Un grupo se queda bebiendo cerveza, riéndose y escuchando hip hop americano.
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