La última afrenta del narco contra la población en Michoacán: minas antipersonas
Un agricultor ha fallecido al pisar un explosivo sembrado por el crimen organizado y su hijo se encuentra grave en un hospital. Se trata del segundo ataque del narco con esta táctica en dos semanas
Un hombre que trabajaba en su parcela en el municipio del Aguaje, en Aguililla (Michoacán), ha fallecido al pisar una mina sembrada por el narco en la zona. Su hijo ha resultado herido de gravedad y está siendo atendido en un hospital. El cuerpo destrozado del agricultor por un explosivo casero representa la última afrenta del narco en esta región de Tierra Caliente, dominada por el crimen organizado y ...
Un hombre que trabajaba en su parcela en el municipio del Aguaje, en Aguililla (Michoacán), ha fallecido al pisar una mina sembrada por el narco en la zona. Su hijo ha resultado herido de gravedad y está siendo atendido en un hospital. El cuerpo destrozado del agricultor por un explosivo casero representa la última afrenta del narco en esta región de Tierra Caliente, dominada por el crimen organizado y hacia donde las fuerzas federales se han desplazado estos días para arrebatarle al poderoso Cartel Jalisco Nueva Generación su principal sede. El uso de este tipo de artefactos recuerda a la estrategia terrorista utilizada por la guerrilla colombiana contra la población y suponen un reflejo de la escalada de violencia y poder que han acumulado los cárteles de la droga sin que una autoridad se lo impida.
El cadáver del agricultor que revisaba su parcela de tierra en el municipio rural del Aguaje quedó tendido en el piso de terracería cuando las autoridades acudieron a rescatar a su hijo. El hombre, Cristóbal “N” —el nombre sin apellido proporcionado por la Fiscalía—, murió en el acto al pisar una mina antipersona sembrada en su terreno este fin de semana. Su hijo está siendo atendido en un hospital de Apatzingán, a 46 kilómetros. Según las autoridades, la zona que rodea Aguililla y al menos una decena de municipios están sembrados con este tipo de explosivos caseros con la capacidad de asesinar a quien cruce los caminos. El objetivo: militares desplegados por el Gobierno federal, aunque en el camino se produzcan crímenes como el de esta familia.
Hace dos semanas, en los límites de Aguililla con Tepaltepec, otra mina se accionó con el paso de un convoy de militares que cruzaba una brecha. La explosión destrozó el vehículo blindado y uno de los soldados resultó herido de gravedad. La Secretaría de la Defensa (Sedena) ha desplegado un escuadrón antibombas a la zona y, aunque todavía no han conseguido delimitar las áreas de riesgo, ha considerado a la zona como “un campo minado”.
Los militares han informado del hallazgo de este tipo de explosivos en al menos media docena de poblados y rancherías de los municipios de Aguililla y Tepalcatepec. Las minas se han encontrado en parcelas, ranchos ganaderos y caminos de terracería, la mayoría camuflados entre la maleza y otros enterrados. De acuerdo con la Sedena, el tipo de explosivo más habitual elaborado por el crimen organizado está hecho con un tubo de metal de una pulgada de grosor, relleno de pólvora y fragmentos metálicos. El artefacto cuenta con ralladuras que sirven de esquirlas al momento de la explosión, de una capacidad destructiva similar a la de una granada de fragmentación.
El campo minado al que hace referencia la Sedena rodea el bastión del Cartel Jalisco Nueva Generación. Aguililla es la tierra de su líder, Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho, uno de los criminales más buscados por la Agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), quien ha ofrecido una recompensa de 10 millones de dólares a cambio de una pista sobre su posible paradero, una de las más altas. En 2010 funda el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Y se convierte en el brazo armado del cartel de Sinaloa, en guerra entonces por el control del Golfo de México con Los Zetas, el grupo dirigido por exmilitares de élite y cuyas terroríficas mutilaciones dieron la vuelta al mundo. En septiembre de 2011, el emergente cartel dejó en una zona exclusiva de Boca del Río (Veracruz), en el corazón del territorio zeta, su carta de presentación: 35 cadáveres sobre el asfalto de la avenida de Ruiz Cortines. La masacre les valió el apodo de matazetas. Y en 2015, tras un operativo fallido para detener al Mencho, derribaron un helicóptero militar con un lanzacohetes.
La organización del Mencho ha ido creciendo a la sombra de otras más conocidas como Sinaloa, Los Zetas o Los Caballeros Templarios. Mientras las fuerzas de seguridad se centraban en romperles el espinazo a las grandes mafias durante la guerra de Felipe Calderón (2006-2012) contra el narco y que continuó Enrique Peña Nieto hasta 2018, el Cartel Jalisco Nueva Generación, relativamente joven, se iba apoderando, como un reptil de los nichos que abandonaban sus enemigos.
Hoy el cartel ha extendido sus tentáculos a prácticamente todo el territorio mexicano, excepto Sinaloa. No hay un rincón en el país, menos el citado, en el que alguna célula criminal no se haya aliado con los del Mencho y presuman en sus ejecuciones de ser de Los cuatro letras, como también se les conoce. Y esta importante expansión ha convertido a su grupo en el más poderoso. Michoacán es, por tanto, su casa, donde son más fuertes, la tierra por la cual desfilan impunemente los hombres de El Mencho mostrando tanques, artillería pesada, equipación y enfrentamientos en la sierra más propios de una guerra de Oriente Medio. Y Aguililla, el principal bastión del cartel.
El martes pasado, soldados y efectivos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y la Guardia Nacional ayudados por la policía estatal recuperaron el municipio de Aguililla, que lleva varios años bajo el asedio de la delincuencia organizada. No hubo ni un solo detenido, solo presencia. Según la Sedena, las Fuerzas Armadas llegaron esta semana al municipio para “realizar operaciones para fortalecer el Estado de derecho” en la región de Tierra Caliente, la fórmula burocrática de decir que habían hecho aparición en una de las zonas más calientes del país.
La llegada a Aguililla forma parte de la estrategia en tres fases puesta en marcha por el Estado, local y federal, o para recuperar su presencia en la zona. La primera etapa fue liberar los caminos y áreas rurales cercanas evitando la confrontación. La segunda, según el Ejército, fue la llegada de paracaidistas, fuerzas especiales y de infantería, personal de la Guardia Nacional y de la policía Michoacán, quienes ingresaron desde diferentes itinerarios a Aguililla. Y la tercera, según el Gobierno, será una más de carácter social que irá acompañada de programas sociales y dinero para programas educativos.
El coordinador del Programa Seguridad y Reducción de la Violencia en México Evalúa que ha trabajado en la zona, Romain Le Cour, denuncia que lo sucedido este fin de semana en Michoacán se trata de un “hecho gravísimo, que muestra toda la complejidad de lo que sucede en Michoacán”. “Mucha gente utilizará este tipo de eventos para darle un tinte de conflicto armado o de guerra civil. No estamos en un contexto de ese tipo, sino de una evolución preocupante, dramática, de las tácticas de violencia empleadas por los grupos criminales en Michoacán, cada vez más cerca de grupos armados, no por ideología, sino por su capacidad de fuego y operativa”, agrega el experto. Y advierte: “Lo que me parece importantísimo es la especificidad de Michoacán como un laboratorio político de la violencia en México, después de hace más de 15 años de prácticas de violencia que son innovadoras en el país y que después se extienden al resto del territorio. Por eso es importante que se resuelva y se atienda, algo que el Gobierno federal no está haciendo correctamente”.
Las primeras consecuencias del despliegue federal en la zona se observaron el domingo. Un ataque armado contra militares en el municipio de Cuitzeo que patrullaban cerca de unos oleoductos de Pemex cuando fueron asediados por dos vehículos repletos de hombres armados. Los balearon y después huyeron. No hay un detenido. Los soldados heridos fueron trasladados al hospital, aunque la Sedena no ha informado de cómo continúa su estado de salud.
Este lunes, los militares del escuadrón antibombas revisan cualquier indicio en las parcelas de tierra para dar con más explosivos caseros como el que mató a Cristóbal. Terrenos de siembra abandonados que se han convertido en su principal táctica de terror contra las autoridades. Si se produce alguna persecución por estas tierras, uno de estos artefactos hará su trabajo. Por el momento, la Sedena no ha informado sobre una cantidad estimada de explosivos sembrados por el Cartel Jalisco en la zona.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país