Elección reñida
El escenario catalán del 14-F queda muy abierto tras la candidatura de Illa
Las inminentes elecciones autonómicas catalanas, previstas para el próximo 14 de febrero, se presentan súbitamente como muy abiertas. Las más reñidas y de pronóstico más incierto en casi un decenio, desde que en 2011 se inició el ciclo soberanista-secesionista inaugurado por el delfín de Jordi Pujol, Artur Mas. El escenario se configura así por varios factores, de los que la inesperada irrupción del actual ministro de Sanidad, Salvador Illa, como nuevo candidato de los socialistas, reemplazando a Miquel Iceta, acaba de constituir un potente catalizador.
El impacto de esta novedad lo es ...
Las inminentes elecciones autonómicas catalanas, previstas para el próximo 14 de febrero, se presentan súbitamente como muy abiertas. Las más reñidas y de pronóstico más incierto en casi un decenio, desde que en 2011 se inició el ciclo soberanista-secesionista inaugurado por el delfín de Jordi Pujol, Artur Mas. El escenario se configura así por varios factores, de los que la inesperada irrupción del actual ministro de Sanidad, Salvador Illa, como nuevo candidato de los socialistas, reemplazando a Miquel Iceta, acaba de constituir un potente catalizador.
El impacto de esta novedad lo es en primer lugar para su partido, que apuesta a romper el maleficio según el cual desde el inicio de la etapa secesionista ha sido capaz de recomponer su cohesión y de obtener buenos resultados en todos los comicios, pero no de hacer creíble que aspiraba seriamente a la presidencia de la Generalitat. Puede augurarse por vez primera un serio pulso con la única otra figura susceptible de fraguar en torno a sí una alianza con visos de aspirar a gobernar, la del líder de Esquerra Republicana, Pere Aragonès, un pragmático que contrasta con sus anteriores dirigentes, hasta el punto de que no necesita la protección simbólica del líder del partido en la prisión, Oriol Junqueras, para abrir la lista. La incógnita se traslada desde quién se alza con la hegemonía dentro del secesionismo hacia el tablero entre esa corriente y el catalanismo moderado de signo federal.
Si ambos marcan el tono de la campaña, también se estrenará un debate que prime el cotejo de proyectos sobre la gesticulación, los planes de gestión pública sobre el testimonialismo y los resultados sobre las proclamas. Un escenario que no beneficia al numantinismo de Waterloo, encarnado en Carles Puigdemont, que no solo ha logrado culminar la enésima ruptura del partido pujolista, sino que exhibe su división al frente de la candidatura: su cabeza de lista, el expresident fugitivo, no aspira ya a la Generalitat, y su segunda y candidata real, Laura Borràs, procesada por corrupción —la marca de la casa—, es su declarada y principal enemiga interna.
Con la candidatura de Illa —y la excepción de Puigdemont— se completa la renovación de los liderazgos que protagonizaron en primera línea los años del procés, a favor o en su contra. Es también una demostración de que las coordenadas del mismo han periclitado. Y que nadie quiere realmente recoger ni su fracaso ni sus perjuicios. Los demás candidatos buscan exhibir perfiles menos centrados en la ideología y más en la gestión que los de sus predecesores. Responden a ese diseño tanto Jéssica Albiach, al frente de los comunes (en lugar de Xavier Domènech), como Alejandro Fernández, del PP (en vez de Xavier García Albiol). También lo hacen las candidatas del nacionalismo soberanista más templado, como la consellera purgada por Quim Torra Àngels Chacón (PDeCAT) o la exlíder de ese partido, Marta Pascal (por el Partit Nacionalista). La CUP cambia de cartel. Y Vox se estrena.
Diferente es el caso de la lista de Ciudadanos, encabezada por el portavoz parlamentario Carlos Carrizosa, que no concurrió a las primarias. Debe afrontar la papeleta más difícil, tras la renuncia de Albert Rivera a la política, su sustitución por Inés Arrimadas en la escena global española, y el pase de Lorena Roldán al PP: indicios que añaden verosimilitud al pronóstico de las encuestas de que este partido, que se hizo con el triunfo en las elecciones del 21-D de 2017, experimenta un fuerte declive al no haberlo podido o sabido capitalizar. La captación de otros de sus dirigentes por partidos rivales subraya esa deriva y constituye un factor añadido al carácter imprevisible y bastante abierto de los próximos comicios.
La otra nota dominante de esa incertidumbre —positiva porque permite revisar los errores, desencuentros y salidas divisivas de tono del pasado procés— es la abierta ruptura del bloque gubernamental: la rivalidad entre Junts y Esquerra no es ya un juego de salón, sino una evidente parálisis indicativa de que repetir su gobernanza conjunta solo acarrearía mayores daños a la ciudadanía.
Por todo ello, el porcentaje de indecisos no ha hecho sino aumentar. Otra confirmación del interés inédito y el carácter abierto de esta convocatoria.