Un ministerio para el español
Si conseguimos hacer de la lengua castellana un idioma de referencia en la inteligencia artificial, los hispanohablantes tendremos un futuro más rico
Cuando dentro de unos meses hayamos dejado definitivamente atrás la pandemia, la transición digital va a ser la principal impulsora de la recuperación de la economía. Va a modificar drásticamente nuestras vidas; más, si cabe, que la covid-19. Se cree que al año que viene o al siguiente la economía digital ya tendrá más peso que la tradicional en el producto interior bruto planetario. La revolución ya está en marcha.
En esa apremiante carrera, los 483 millones de hispanohablantes nativos partimos con la ventaja de hablar un mismo idioma. Debemos tener en cuenta que incluso los programas ...
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Cuando dentro de unos meses hayamos dejado definitivamente atrás la pandemia, la transición digital va a ser la principal impulsora de la recuperación de la economía. Va a modificar drásticamente nuestras vidas; más, si cabe, que la covid-19. Se cree que al año que viene o al siguiente la economía digital ya tendrá más peso que la tradicional en el producto interior bruto planetario. La revolución ya está en marcha.
En esa apremiante carrera, los 483 millones de hispanohablantes nativos partimos con la ventaja de hablar un mismo idioma. Debemos tener en cuenta que incluso los programas más depurados y avanzados de aprendizaje automático o inteligencia artificial necesitan del idioma para ser realmente eficaces. Así que cuanto más y mejor empleemos el español en los próximos años, cuanto más lo promocionemos y cuanto más enseñemos a las máquinas a pensar en español, más posibilidades tendremos de concitar y hasta de liderar el progreso tecnológico.
Tengan la certeza de que, en adelante, nuestro idioma va a ser nuestro principal activo económico, y también el más rentable, y no hablo solo de España sino de toda la comunidad hispanohablante. Los expertos han reparado ya en esa atracción gravitatoria del idioma y en su poder catalizador. Es evidente que el español ha ayudado a todos los países que lo hablan a generar una comunidad de intereses y de influencia que supera con creces las posibilidades individuales de cada Estado.
Es muy probable que el deporte, la pulsión cultural o el ocio también contribuyan, pero está claro que el factor decisivo es compartir idioma con una comunidad de casi 500 millones de personas y de incrementar su interés, conocimiento y práctica en otras regiones del mundo (Europa, Asia África). La mejor noticia es que el español está en condiciones de incrementar exponencialmente su actual influencia y alcance. Con el auge de la inteligencia de datos (el big data), la robótica, la inteligencia artificial, el reconocimiento visual, las cadenas de bloques o las tecnologías exponenciales, los hispanohablantes afrontamos la mayor y más importante oportunidad de progresar y ganar relevancia mundial.
El español es la segunda lengua materna del mundo por número de hablantes, solo por detrás del chino. Después del inglés y del chino, es la tercera por cómputo total de hablantes. Es también segunda lengua de comunicación internacional en la Red, tras el inglés, y la segunda lengua adquirida en los países de lengua no inglesa. Ahora bien, conviene recordar la diferencia que Julián Marías estableció entre las lenguas multitudinarias, las habladas por muchas personas en un solo país (China o India), y las universales, entre las que podrían estar el inglés, el español, el francés o el portugués.
Pero en el nuevo contexto competitivo, y con la tecnología como nuevo elemento del escenario, va a resultar clave el impulso, apoyo y recursos que dediquemos a este asunto. No es casual que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, lleve varios años impulsando el valor de la francofonía y haya presentado un plan para situar el francés como la segunda lengua más hablada, desde el quinto lugar que ocupa en la actualidad. Un plan con recursos económicos, humanos y logísticos de gran envergadura.
Asimismo, en una lúcida columna de hace pocas semanas, el director de Eurointelligence.com, Wolfgang Münchau, lamentaba que Europa haya permitido al Reino Unido y a sus medios de comunicación convertir el inglés en la lengua franca de la UE. Alertaba además de que el Gobierno británico y sus medios, desde un euroescepticismo común, continúan en buena medida marcando la agenda de la UE. A su juicio, los euroescépticos llevan años controlando el relato de la construcción europea.
Esa sería la auténtica génesis del Brexit, y todavía hoy sigue representando la principal amenaza para la cohesión comunitaria. Por eso Münchau recomienda crear un espacio común multilingüe europeo, y aquí es donde me corresponde abrir un inciso, y subrayar que el español debería ocupar un lugar destacado en la construcción de ese nuevo relato.
Hasta ahora, en España la transición digital y la defensa del español han llevado caminos separados, pero parece que empiezan a converger. La parte tecnológica compete al Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, que ya ha presentado varias iniciativas muy relevantes en conexión con el Plan España Digital 2025, la más importante de las cuales es conseguir que la inteligencia artificial mejore sus habilidades de español hasta situarlas al mismo nivel del inglés.
El Instituto Cervantes realiza una labor encomiable de apoyo a la enseñanza del español en los países no hispanohablantes, y el Ministerio de Educación desarrolla también innumerables proyectos de apoyo a la inclusión del español como segundo o tercer idioma en la enseñanza reglada de los diferentes países. La Real Academia juega también un papel, claro, igual que los sectores privados del ámbito de los contenidos culturales, editoriales o audiovisuales. Y también la comunidad científica que investiga y divulga en español.
Y sin embargo, echo de menos una mayor implicación y coordinación con los países de América Latina y con la Secretaría General Iberoamericana. Este debería ser un esfuerzo en el que la suma de capacidades y recursos de todos nos haría aún más competitivos. Resta además planificar y cuantificar las inversiones suficientes para prescribir nuestro idioma y reforzar su relevancia en el aprendizaje automático y la inteligencia artificial.
Conseguir un objetivo tan ambicioso requiere liderazgo, capacidad de coordinación y ejecución, un alto consenso sobre la hoja de ruta, recursos económicos y de organización… Tal vez las estructuras actuales se quedan cortas para este plan. Quizá sea hora de un Ministerio específico del idioma español, quizá de un pacto de Estado, quizá de una alianza multinacional de los países de habla hispana, proyecto este último que podría ayudar a revitalizar las cumbres iberoamericanas.
Otra ventaja adicional de cualquiera de esas iniciativas sería la capacidad de coordinación y patrocinio de la Corona ante esa nueva gobernanza en torno al español. Fue una elección repleta de sentido que el primer acto público en solitario de la princesa de Asturias fuese en el trigésimo aniversario del Instituto Cervantes.
Nunca el idioma ha sido tan importante como ahora mismo. Con la coordinación y el esfuerzo de todos, si conseguimos hacer del español una de las lenguas de referencia de la inteligencia artificial, los hispanohablantes tendremos un futuro cada día más rico, pujante e influyente.
José Antonio Llorente es socio fundador y presidente de LLYC.