Los secretos de Alex Saab, un nuevo ‘caso Odebrecht’

Con mucho sigilo y mientras Venezuela se hundía en la peor de sus crisis económicas, el presunto testaferro de Nicolás Maduro acumulaba contratos millonarios de toda clase con la bendición del presidente

Un hombre camina frente a un mural en apoyo a Alex Saab en Caracas, Venezuela, en septiembre pasado.Carolina Cabral (Bloomberg)

Durante muchos años Alex Saab Morán fue un misterio. Su detención en Cabo Verde hace año y medio y su reciente extradición a Estados Unidos, completada la semana pasada, llevaron su nombre y su imagen a las redes sociales, a los periódicos y noticieros de medio mundo. La acusación en una corte del Estado de Florida por lavad...

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Durante muchos años Alex Saab Morán fue un misterio. Su detención en Cabo Verde hace año y medio y su reciente extradición a Estados Unidos, completada la semana pasada, llevaron su nombre y su imagen a las redes sociales, a los periódicos y noticieros de medio mundo. La acusación en una corte del Estado de Florida por lavado de cientos de millones de dólares y su supuesta condición de testaferro de Nicolás Maduro son los señalamientos que más lo persiguen. Pero hay más: los secretos de Alex Saab tienen un alcance aún mayor.

El poder que Saab consiguió le permitió relacionarse con círculos políticos y empresariales fuera de Venezuela. Su amistad con la exsenadora colombiana y aliada internacional de la revolución bolivariana, Piedad Córdoba, por ejemplo, fue clave para su desembarco en Venezuela; cuando sus negocios ya despuntaban en Venezuela el primer ministro de Antigua y Barbuda y aliado incondicional del chavismo en foros internacionales, Gaston Browne, le otorgó en 2014 una especie de pasaporte diplomático que estuvo vigente hasta 2019. Bancos de esa jurisdicción caribeña fueron, precisamente, unos de los que Saab uso más para mover torrentes del dinero que recibía por los contratos en Venezuela.

Durante años Alex Saab y sus socios abría y cerraban sociedades de papel en Hong Kong, Panamá, Malta, Turquía o Emiratos Árabes Unidos a la medida de cada oportunidad; cultivó relaciones con abogados poderosos e influyentes prestos para defenderlo cuando hiciera falta. Más recientemente, fue la bisagra para las exportaciones de oro a Turquía o para intercambios con el régimen de los ayatolás en Irán. Y cuando la justicia de varios países lo vigilaba pudo instalar parte de su familia y sus negocios a Moscú.

Todas esas conexiones convierten el caso de Alex Saab en un asunto trasnacional, en una especie de nuevo caso Odebrecht. Ahora no es Brasil, sino Venezuela, el eje de una trama de negociados oscuros con actores poderosos en varios países. En la historia de Odebrecht la figura de la “delación premiada” ayudó a la justicia brasileña a desnudar el modus operandi de la gigante de la construcción; aquí Saab podría negociar con las autoridades norteamericanas su destino personal a cambio de esa valiosa información.

Por ello, la imagen de Alex Saab esposado y vestido de naranja en su audiencia de presentación el pasado 18 de octubre perturba no solo en Caracas. En Colombia se anunció que la Corte Suprema de Justicia investigará esa relación entre Saab y la exsenadora Piedad Córdoba. Quien fuera su abogado durante años en ese país y acérrimo crítico de la “tiranía” venezolana, Abelardo De La Espriella, también salió a dar explicaciones sobre su cliente. El Parlamento de Ecuador anunció una investigación sobre el rastro de Saab por ese país en busca de algún cabo suelto en la causa que la Fiscalía de ese país mantuvo por años y directamente relacionada con aquel primer contrato para la construcción de viviendas prefabricadas que el empresario barranquillero pactó con el régimen chavista.

Ha transcurrido casi una década exacta de la firma de aquel primer gran negocio en el palacio de Miraflores ante Hugo Chávez y un Nicolás Maduro, entonces en rol de canciller. Nada hacía presagiar que diez años después Alex Saab se convirtiera en el nuevo héroe de la revolución bolivariana, que estuviera en el centro de una disputa entre Venezuela y Estados Unidos, que Cuba, Rusia e Irán aboguen por él o que Baltasar Garzón asuma su causa con la misma vehemencia con la que alguna vez intentó apresar al dictador chileno Augusto Pinochet.

Hoy la historia permite afirmar que si alguien se benefició con la muerte de Hugo Chávez y el inmediato ascenso de Maduro, ese fue a Alex Saab. Con mucho sigilo y mientras Venezuela se hundía en la peor de sus crisis económicas, Saab acumulaba contratos de toda clase con la bendición de Maduro: construcción casas, gimnasios populares o estadios de béisbol, acceso a divisas preferenciales, negocios petroleros, suministro de alimentos, proveedor de supermercados estatales o el control del oro venezolano. Así hasta convertirse en una suerte de súper ministro en la sombra que deambulaba libremente por el palacio de Miraflores y emisario del propio Maduro.

Pero Alex Saab siempre lo negaba todo y en el Gobierno nadie pronunciaba su nombre en público, ni explicaba por qué tanto poder recaía en una sola persona. En 2017, por ejemplo, Saab me demandó a mí y a mis colegas fundadores de Armando.Info Ewald Scharfenberg, Joseph Poliszuk y Alfredo Meza por “difamación e injuria continuada y agravadas”. Tras meses investigando el programa de los Comité Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) logramos demostrar en dos reportajes que nuevamente Saab se escondía detrás de una empresa fantasma registrada en Hong Kong, cuya dirección en Caracas conducía a las oficinas del colombiano en Caracas y que de entrada obtuvo un contrato por 340 millones de dólares para importar esas cajas con alimentos básicos, pero de muy baja calidad nutricional para los más pobres.

Con un sistema judicial cooptado por el chavismo, Alex Saab pretendía silenciarnos e impedir que continuáramos investigándolo. Su participación en el millonario negocio de las importaciones masivas de alimentos, justo cuando el desabastecimiento alcanzaba picos históricos y provocaron al chavismo la sonora derrota en las elecciones a la Asamblea Nacional de finales de 2015, era la confirmación que Saab era algo más que un simple contratista, que era, en realidad, el operador financiero de Maduro.

Aquello era una mecha encendida camino de un polvorín y Alex Saab quiso evitar el estallido acosándonos judicialmente, sin imaginar que nos iríamos al exilio para continuar la investigación. No fuimos los únicos a quienes el empresario barranquillero pretendió callar de esa forma. En su momento sus abogados en Miami demandaron al periodista colombiano Gerardo Reyes y antes también amenazó a dos reporteros de Reuters cuando revelaron que Saab y su socio Álvaro Pulido, acusado igualmente en Florida en 2019 y por quien Estados Unidos ahora ofrece una recompensa de 10 millones de dólares, estaban detrás de un milmillonario contrato con la estatal Petróleos de Venezuela.

Alex Saab siempre lo negaba todo. Ni siquiera cuando la Fiscalía mexicana confirmó en octubre de 2018 que se estaban enviando a Venezuela alimentos de mala calidad con sobreprecios, ni siquiera cuando fue acusado formalmente en Estados Unidos e incluido en la conocida como Lista Clinton, a mediados de 2019, o cuando su esposa Camila Fabbri fue también acusada en Italia en noviembre de 2019 por canalizar dinero proveniente de los negocios de Saab, daba la cara o el chavismo explicaba esta relación.

Aún en agosto de 2017 Alex Saab le dijo al diario El Tiempo de Bogotá que no hacía “parte de la empresa vinculada a los alimentos” y que no conocía a Maduro “más allá de un par de actos protocolarios”, como el que lo instaló a lo grande en Venezuela en 2011. En esa oportunidad llegó a amenazar con demandar por difamación a la fiscal venezolana recién exiliada en Colombia, Luis Ortega Díaz, quien por esos días acuñó aquello del “testaferro de Maduro”.

Bastó que lo detuvieran en Cabo Verde aquel el 12 de junio de 2020 para que en solo horas la Cancillería venezolana lo tildara de “enviado especial” de Maduro, con nacionalidad venezolana. Seis meses después de su captura Maduro, incluso, lo elevó a embajador ante la Unión Africana y más recientemente, en septiembre pasado, lo “incorporó” como representante del chavismo a la mesa de negociación con la oposición en México. Fue la última de las maniobras políticas para frenar una extradición que el Tribunal Constitucional de Cabo Verde había ratificado a comienzos de ese mes y que se completó con el vuelo de Saab, a bordo de un avión del Departamento de Justicia, desde la paradisíaca Isla de Sal a Miami.

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