La derechización del PP en el contexto europeo
Mientras más se acerca el Partido Popular a Vox, mayores motivos existen para preocuparse por su transformación en una fuerza extrema con consecuencias muy graves para la democracia
No cabe duda: el Partido Popular ha perdido su hegemonía política en el espacio de la derecha española. La aparición tanto de Ciudadanos primero como de Vox después marcan dos hitos claves de este proceso. El PP se encuentra atrapado entre estos dos nuevos competidores: el primero en el centroderecha, aunque muy debilitado, y el segundo en el extremo derecho del espacio ideológico. Hasta ahora, la reacción del PP ha sido derechizar su discurso e intentar acceder al poder mediante pactos con Ciudadanos o Vox, o ambos a la vez. El cordón sanitario en torno a Vox no ha sido visto como una opción. En este escenario, cabe preguntarse hasta qué punto el rechazo del PP a ejercer un cordón sanitario en torno a Vox, así como su creciente derechización ideológica, son algo específico de España entre los países de nuestro entorno. La respuesta corta es que el PP se enfrenta a retos parecidos y reacciona de manera similar a otros partidos de derecha en Europa, aunque con ciertas especificidades que nos interesa destacar.
Conviene empezar recordando que el PP no es el único partido de derecha convencional que ha perdido fuerza en Europa. De hecho, estos partidos—entendidos como conservadores, cristianodemócratas y liberales (en su variante económica)— llevan décadas perdiendo votos elección tras elección, en un proceso lento pero inexorable que va de la mano con la irrupción de la derecha populista radical. Lo que quizás destaca del PP es su reciente y muy rápida caída. De haber conseguido una media del 40% del voto entre 1990 y 2015, ganó solo un 21% en las últimas elecciones generales en 2019. Mientras que la hemorragia electoral del PP por el flanco derecho es un fenómeno muy abrupto, en países como Austria, Bélgica, Holanda o Francia la derecha populista radical lleva más de dos décadas creciendo en gran parte a costa de la derecha convencional.
¿Cómo explicar esta situación crítica de la derecha convencional en Europa occidental? Dos cambios históricos de gran relevancia ayudan a responder esta pregunta. Por un lado, una transformación de valores que se ha ido fraguando desde los años setenta y que es resultado del capitalismo posindustrial que ha traído consigo altos niveles de bienestar socioeconómico. Esto ha favorecido un cambio hacia valores posmaterialistas, tornándose así las sociedades de la posguerra más liberales y progresistas. Este cambio de valores ha tenido su reflejo político más nítido en la emergencia de partidos verdes y ecologistas, así como partidos de la nueva izquierda, centrados en temas socioculturales (el medioambiente, la igualdad de género, la multiculturalidad, entre otros). Los partidos conservadores y cristianodemócratas europeos tuvieron que adaptarse a sociedades menos tradicionales, más tolerantes de la diversidad, y crecientemente volcadas hacia temas que hasta entonces habían sido ignorados por los partidos tradicionales. Así, por ejemplo, bajo el liderazgo de la cristianodemócrata Angela Merkel y del conservador David Cameron se terminó aprobando el matrimonio igualitario en Alemania y el Reino Unido, respectivamente.
Por otro lado, como reacción a esta transformación sociocultural, en los años ochenta y con más fuerza en los noventa, comenzaron a surgir los partidos de derecha populista radical, que recogían los votos de aquellos sectores de la sociedad que se sienten amenazados por la proliferación de posturas progresistas que patrocinan políticas abiertas a la inmigración, la tolerancia a nuevas formas de familia y la igualdad de género. Estos partidos defienden por tanto valores tradicionales, oponiéndose así a la inmigración con discursos de nacionalismo excluyente, y defienden valores autoritarios centrados en la ley y el orden. La derecha moderada se encuentra entonces crecientemente tensionada por un sector liberal y progresista versus un sector tradicionalista y nacionalista contrario a la inmigración.
La reacción de los partidos conservadores, cristianodemócratas y liberales europeos al crecimiento de la derecha radical ha variado entre países y dentro de cada país a lo largo del tiempo, pero se pueden encontrar algunas tendencias comunes. En general, los partidos de derecha convencional en Europa han acercado posiciones a sus competidores radicales en un intento por detener la huida de votos hacia estos, adoptando sobre todo posiciones contrarias a la inmigración en general, y a la inmigración musulmana en particular. Al mismo tiempo, las coaliciones de gobierno entre partidos conservadores o cristianodemócratas y partidos de derecha radical populista gradualmente se han hecho más habituales, habiéndose producido ya en Austria, Finlandia, Italia, Holanda, Noruega, y Suiza. En Dinamarca, la derecha radical ha apoyado desde fuera, en más de una ocasión, un gobierno de coalición de partidos de derecha, al modo en que Vox da apoyo externo al Gobierno del PP en la Comunidad de Madrid. Por tanto, el uso del llamado “cordón sanitario” para responder a los partidos de derecha radical no es la reacción más común entre nuestros vecinos europeos. No obstante, también es cierto que el acercamiento del PP a Vox ha sido muy veloz, mientras que en la gran mayoría de los países de Europa occidental el proceso de simbiosis entre la derecha convencional y la populista radical ha sido bastante paulatino.
La peculiaridad del PP con respecto al resto de partidos de la derecha convencional en Europa es su origen en un sector de la élite franquista. A partir de la Alianza Popular de Manuel Fraga, fue evolucionado, moderándose y modernizándose hasta convertirse en el partido hegemónico de la derecha convencional. El año 2000 representa la culminación de este proceso, cuando el partido obtuvo la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados por primera vez. En ese momento, el perfil sociodemográfico de los votantes del PP era un reflejo bastante aproximado de la sociedad española en su conjunto y el partido atraía a más votantes de centro que de derecha o de extrema derecha. Sin embargo, a partir de la victoria del PSOE en 2004, el PP emprendió un camino de retorno a posiciones más a la derecha, sobre todo en valores y nacionalismo español, mucho antes de la emergencia de Ciudadanos y Vox como competidores, si bien el nacionalismo español se enfatizó aún más en competición con Ciudadanos. La derechización del PP, por tanto, y al contrario de lo que ha sucedido en Europa, no es únicamente una reacción a la presencia de competidores en la extrema derecha, sino que es el resultado de una estrategia de competición con la izquierda, y en particular con el PSOE, que ya se había iniciado una vez que el PP perdió el poder.
¿Qué implicaciones tiene esta creciente radicalización del PP? ¿Tenemos razones para preocuparnos? Claramente sí. Los partidos de la derecha convencional europea jugaron un papel fundamental en la consolidación y estabilización de las democracias liberales del continente. En tanto que derecha “moderada”, abogaron por soluciones consensuadas a los problemas sociales y fueron leales al sistema político democrático y a las normas y valores que lo sustentan. Sin embargo, la creciente simbiosis entre la derecha convencional y la populista radical que se observa en España y otros países de Europa demuestra que prácticas y valores que son propios del régimen democrático comienzan a ser puestos en tela de juicio. Basta pensar en lo que sucede hoy en día en los Estados Unidos, donde la irrupción de Trump ha terminado por transformar al Partido Republicano en una fuerza de derecha populista radical con escasas credenciales democráticas. En resumen, mientras más se acerca el PP a Vox, mayores motivos existen para preocuparse por la transformación de la derecha convencional en una fuerza extrema con consecuencias muy graves para la democracia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.