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tribuna
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Vergüenza histórica (o el alma democristiana del PP)

De todas las causas falaces de la derecha española, la peor es el discurso demonizador de la inmigración, que avala y difunde una falsedad fáctica, un despropósito civil y una expresión descarnada de cinismo político y moral

De izquierda a derecha, Borja Sémper, Alberto Núñez Feijóo y Miguel Tellado, en el Congreso el pasado 10 de septiembre.
De izquierda a derecha, Borja Sémper, Alberto Núñez Feijóo y Miguel Tellado, en el Congreso el pasado 10 de septiembre.Claudio Álvarez
Jordi Gracia

La vergüenza histórica es un fenómeno difícil de definir pero a menudo aplasta a quienes miden mal la relación entre la ambición del poder y los medios para alcanzarlo. Ese reproche contra Pedro Sánchez lo lleva la derecha en la boca desde hace… Iba a decir desde hace año y medio con la propuesta de Sánchez de una ley de amnistía para los encausados de 2017, pero no, la verdad es que el reproche arranca desde el momento en que la aritmética parlamentaria —y una sentencia judicial tremenda sobre la financiación del PP— propició la primera moción de censura con éxito y Sánchez ganó la presidencia en 2018. Puede que la historia le saque los colores de la vergüenza en el futuro por haberla conseguido, o por haber indultado a los presos independentistas tras una sentencia del Supremo, o por haber impulsado y aprobado una ley de Amnistía que ha tenido un efecto benefactor obvio y en cadena en la sociedad catalana y española. ¿Alguien ha oído algo últimamente proferido desde el PP sobre la tragedia histórica que abruma a España tras la amnistía?

No, ya no; eso se acabó porque ya no hace ruido, y ni siquiera el diapasón desquiciado de Tellado es capaz de generarlo. Hoy el PP prefiere votar contra una de las mujeres españolas más competentes y más respetadas en Europa, Teresa Ribera, y respaldada y apoyada por una líder inequívocamente de derechas como Von der Leyen (y por supuesto del PPE), azuzan la imaginaria y falsísima invasión inmigratoria que nos arruina como si esa bandera fuese del PP y no de la obscena falsificación de la realidad de Vox y Alvise; y combaten una reforma de la financiación autonómica que necesitan como agua de mayo, junio, abril o agosto también las comunidades presididas por el PP.

Esas tres son causas presumibles de vergüenza en el presente, pero la que se lleva la palma para la vergüenza del futuro es el discurso demonizador de la inmigración, apoyado en una coalición informalísima pero también leal de medios que han conseguido situar en el primer lugar de las preocupaciones de los españoles “la inmigración”, según el último CIS. Los pequeños detalles hunden el crédito de forma irreversible: puede justificarse la batería de ataques contra la amnistía en aras de la unidad de la nación ofendida, puede justificarse el ataque preventivo contra un acuerdo de financiación con Cataluña firmado por el PSC y ERC que está abierto y puede ir hacia un lado o hacia el otro, pero hay cosas que un partido con un presunto fondo o alma democristiana no puede fomentar, excepto que lo democristiano lo haya tirado por la borda por cobardón, pusilánime, pietista o misericordioso. Secundar el discurso de la derecha trumpista contra la inmigración, ir a visitar a Giorgia Meloni para aprender sus métodos y fomentar la alarma social por vía de okupas, por vía de delitos que no existen o por vía de usurpación de servicios públicos busca demonizar a la inmigración legal e ilegal, pero sobre todo sitúa al PP contra cualquier valor democristiano creíble.

Pero siempre hay una cosa peor. Someter a la población española al bombardeo de declaraciones contra la inmigración, y programar desde sus medios afines la lluvia ácida de un odio racial, prejuicioso y despectivo contra los inmigrantes avala y difunde una falsedad fáctica, un despropósito civil y una expresión descarnada de cinismo político y moral. Puede que el PP lo sepa (Tellado seguro que no) o puede que no lo sepa, pero el futuro de la sociedad española desde el punto de vista laboral, de sostenibilidad del sistema de pensiones, de pluralidad cultural y de riqueza económica se va a cimentar —como se cimenta hoy ya en una proporción felizmente significativa— en la contribución activa de quienes huyen por una inmensa cantidad de razones de sus lugares de origen y tratan de instalarse en España para ganarse la vida trabajando, muy a menudo por debajo de su cualificación técnica o profesional, pero seguros de huir de un lugar peor, el suyo de origen, y al que prefieren volver de visita. Nos pasó a nosotros hace medio siglo: igualito.

La vergüenza histórica al PP le aguarda a la vuelta de la esquina porque ya la tiene aquí.

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Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.
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