La crisis del agua: no solo falta inversión, también necesitamos nuevas políticas
Dos próximas cumbres mundiales pueden ayudar a empezar a responder a los desafíos hídricos: la COP27 en Egipto en noviembre de este año y la cumbre del Agua de ONU en Nueva York en marzo de 2023
¿Ficción o realidad? Se impone racionamiento del consumo de agua en el sur de España y en Francia frente al mes de julio más caliente del que haya registro. Hay alertas sobre la falta de agua en Alemania y Polonia por la bajante histórica de ríos como el Rin o el Danubio. Londres implementa restricciones al consumo de agua por la seca de las fuentes del río Támesis. Al mismo tiempo hay inundaciones históricas en Pakistán con millones de personas desplazadas y miles de afectados. En América del Sur, el río Paraná presenta el estiaje más prolongado desde 1884 con impactos crecientes en la logística para la exportación de Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil. En Estados Unidos, la sequía afecta seriamente a California y la cuenca del Río Colorado también enfrenta mínimos históricos que ya afectan a más de 40 millones de personas que dependen de él para su vida y economía. Y podría seguir.
Parece una película, pero es real. La crisis hídrica por el cambio climático se ha anticipado y la vemos por todos lados. Si no reaccionamos solo queda esperar que se agrave en los próximos años. Según la región del mundo en que estemos, enfrentamos más o menos incertidumbre, extremos y tendencias que se están acelerando y nos obligan a adaptarnos. No se trata de un tema de los países en vías de desarrollo, como se asume en muchos lugares del mundo desarrollado, es un tema global.
¿Por qué si sabemos que el cambio del clima se traduce en el agua, no estamos mejor preparados para enfrentar esta crisis?
La pregunta es ¿por qué si sabemos que el cambio del clima afecta al ciclo del agua, no estamos mejor preparados para enfrentar esta crisis? La solución radica en la forma que pensamos sobre este recurso.
Empezaré por las políticas: necesitamos una nueva gobernanza del agua que logre una gestión integrada de los recursos hídricos con foco en la adaptación. Muchas regiones serán muy distintas en los próximos años como consecuencia del cambio climático y los consecuentes cambios en sus recursos hídricos. No podemos seguir sumando políticas y regulaciones de forma fragmentada y sectorial (agricultura, energía, salud, abastecimiento de ciudades). Debemos lograr integrar y coordinar entre los sectores y entre los gobiernos y los privados.
No solo hay que aumentar la oferta –por ejemplo, con más desalinización, o la capacidad de almacenamiento para garantizar la disponibilidad de agua–, también habrá que lograr mayor eficiencia y mejor gestión de la demanda en los distintos usos, con el uso de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial o de nuevos incentivos. Si queremos que pase, en muchos casos deberemos modificar los gobiernos asumiendo que los recursos hídricos deben ser tratados como un sistema complejo, adaptativo y evolutivo. Si no, no seremos capaces de responder a los cambiantes escenarios que enfrentamos.
Seguiré por la economía: hacen falta dos para el tango. Necesitamos más inversión del sector privado sobre la base de permitir modelos de negocio rentables y basados en el valor real del agua. Al mismo tiempo, el sector público debe garantizar un marco regulatorio para lograr la inclusión, la equidad y la sustentabilidad. Es el sector privado el motor que impulsará la innovación y también la reformulación de las economías frente a los nuevos escenarios.
Tenemos dos cumbres mundiales por delante que pueden ser una oportunidad para empezar a responder a estos desafíos: la COP27 en Egipto en noviembre de este año y la Cumbre del Agua de la ONU en Nueva York en marzo de 2023. Ojalá que en ambas se consolide la agenda de la adaptación al cambio climático, que es en gran medida la nueva agenda del agua.
Con más de 3.000 organizaciones asociadas en 179 países, Global Water Partnership representa la principal red global dedicada al manejo del agua. GWP puede reunir a diferentes organizaciones, incluidos gobiernos, el sector privado, bancos de desarrollo y agencias de la ONU, para identificar soluciones a algunos de los desafíos hídricos más grandes del mundo y mejorar la gestión del agua en todos los niveles.
Abordar nuestros muchos desafíos relacionados con el agua requerirá una tolerancia mucho mayor hacia las ideas de quienes están fuera del sector del desarrollo, de lo que ha demostrado hasta ahora la comunidad que tradicionalmente ha trabajado sobre este tema.
A menudo escucho a los líderes del desarrollo hablar sobre cómo no podemos resolver los problemas con la misma mentalidad que los creó, y después de una semana en la Semana Mundial del Agua, mantengo la esperanza de que es posible un cambio de mentalidad. Porque la inclusión real significa escuchar a aquellos que desafían tu punto de vista, tu ideología, incluso hasta el punto de la incomodidad. Y si queremos abordar la crisis mundial del agua, es hora de que empecemos a movernos en nuestros asientos.
Para 2025, GWP tiene como objetivo apoyar el avance de la seguridad del agua en 60 países y 20 cuencas transfronterizas, con una población combinada de más de 4.000 millones de personas.
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