Las bombas israelíes pulverizan el sistema educativo de Gaza y el futuro de una sociedad donde no había analfabetismo
Universidades y escuelas son ahora ruinas o han quedado convertidas en refugios de desplazados. Para muchos palestinos de la Franja, aislada por el bloqueo desde 2007, estudiar era la única ventana al mundo
A mediados de octubre, Shaima Saidam murió sepultada entre los escombros de su casa en el campo de refugiados de Nuseirat, en el centro de la franja de Gaza. En julio, esta joven había obtenido el mejor resultado de toda Palestina en el tawjihi, un duro examen que equivale a la selectividad; un 99,6%. Su casa se llenó de fiesta y de vecinos y amigos que fueron a felicitarla. “Nunca he dejado de estudiar, ni siquiera durante las ofensivas israelíes”, dijo entonces la chica a la prensa local. Semanas después del fallecimiento de Saidam, una bomba israelí mató a Sufyan Tayhem, rector de la Universidad Islámica y reconocido científico en el ámbito de la física y las matemáticas aplicadas. En estos días, el poeta palestino y profesor de literatura inglesa en la misma universidad, Refaat Alareer, falleció en un ataque junto a familiares. “Si debo morir, que traiga esperanza”, había escrito en unos versos, al inicio de la guerra. La semana pasada, cuando se logró una pausa en los ataques para intercambiar rehenes israelíes en manos del movimiento islamista Hamás por presos palestinos, los gazatíes descubrieron también que la mayor biblioteca pública había sido bombardeada y lo interpretaron como un “intento deliberado de destruir libros y documentos históricos”.
“En las precedentes ofensivas israelíes, los estudiantes pudieron volver a clase entre tres y siete días después del alto el fuego. Pero ahora todo es diferente, la destrucción no tiene precedentes y si hubiera un alto el fuego mañana, volver a las aulas sería una misión imposible porque las escuelas, bien están destruidas, bien se han convertido en refugios, y la gente no tiene donde ir. Y de todas formas, ¿cuándo llegará esa tregua duradera?”, se pregunta en una conversación con este diario Raji Sourani, gazatí y director del Centro Palestino para los Derechos humanos (PCHR, por sus siglas en inglés).
Pese al bloqueo israelí sobre la Franja, en vigor desde 2007, y la pobreza, que marcan la vida de los gazatíes, los logros en educación en este territorio son sorprendentes. Según cifras de la Unesco publicadas por organismos oficiales palestinos, un 2% de la población de la Franja mayor de 15 años es analfabeta, uno de los porcentajes más bajos del mundo árabe. Por ejemplo, en Líbano llega al 4%, en Irak supera el 14% y en Egipto el 28%.
Sorprendía hace unos años encontrar en Gaza a veinteañeros que nunca habían puesto un pie fuera de este pequeño territorio de 365 kilómetros cuadrados, pero que hablaban un inglés perfecto, aprendido en centros educativos o clases a distancia; tenían una cultura general envidiable y conocían detalles de países a los que probablemente nunca viajarían. El ahínco por aprender y enseñar era palpable al visitar una escuela o un campus de Gaza, donde alumnos y profesores transmitían la certeza de que estudiar era un derecho más que un deber. Los mayores enemigos de este entusiasmo eran la altísima tasa de desempleo entre los jóvenes, que ronda el 70% en la Franja, las escasas posibilidades de salir al extranjero para construirse una vida con más opciones financieras y profesionales, y las urgencias económicas familiares, que podían impulsarles a aparcar los libros y aceptar cualquier trabajo para llegar a fin de mes.
Para los profesores, que en muchos casos veían cómo sus conocimientos quedaban obsoletos debido al bloqueo israelí que les alejaba de congresos, universidades y colegas del mundo entero, enseñar era mucho más que cumplir un temario. Suponía una tabla de salvación para niños y niñas marcados por las guerras y el aislamiento que veían el mundo a través de las pantallas, de las historias de sus mayores y de las explicaciones de sus maestros. Porque desde 2007 para salir de Gaza hace falta un permiso, un visado o una beca.
Un 2% de la población de la Franja mayor de 15 años es analfabeta, uno de los porcentajes más bajos del mundo árabe.
Hace unos cinco años, Abeer, una joven profesora de inglés, explicaba, llena de motivación, que como sus estudiantes no podían ir a Londres, su empeño era “traer Londres a la clase y hacerles viajar”, gracias a los libros, internet y espectáculos que organizaban en la escuela.
Desde el 7 de octubre todo esto ha quedado paralizado o pulverizado. Unos 625.000 estudiantes dejaron de ir a clase en Gaza de la noche a la mañana. Israel ha bombardeado escuelas y también la Universidad Al Azhar y la Universidad Islámica, dos de las más importantes de la Franja, argumentando, en el caso de la segunda, que era un lugar usado por el brazo armado de Hamás, que gobierna de facto en Gaza, para fabricar armas y entrenar a su inteligencia militar.
Un ataque contra el futuro
“Terminé la carrera hace algunos meses, quería hacer un posgrado, pero mi universidad ha sido bombardeada. Israel ha convertido mis proyectos en cenizas. Todo se ha esfumado”. Eman Alhaj Ali tiene 22 años y nunca en su vida ha puesto un pie fuera de Gaza. Es una chica de mirada intensa y sonrisa franca, que obtuvo notas excelentes en sus estudios de Literatura Inglesa y Traducción.
“Mi universidad, mi campus, mis recuerdos... Yo creo que Israel hace todo esto conscientemente: quiere atacar nuestro derecho a ir a clase, que es en definitiva nuestro derecho a creer en el futuro. Me desespera estar viviendo todo esto. Estoy aterrada. Los tanques nos rodean, de norte a sur y ningún lugar es seguro. Puedo morir ahora mismo, mientras hablamos”, agrega a través de WhatsApp la joven, refugiada con sus padres y sus cuatro hermanos en el centro de la Franja.
Los responsables de la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, que brindaba educación a 290.000 estudiantes en 180 escuelas de Gaza, son conscientes de que la destrucción del sistema educativo es uno de los efectos colaterales más dolorosos e importantes de este conflicto, porque representa un ataque contra el futuro de miles de niños y jóvenes y, por tanto, contra el futuro de la sociedad de la Franja. En más de 60 días de guerra entre Hamás e Israel, han muerto más de 17.000 gazatíes, un 70% de ellos niños y mujeres, según datos del Ministerio de Salud en Gaza.
“Hemos perdido mucho terreno en educación con lo que está sucediendo, y lo que va a ocurrir con los niños y jóvenes en los próximos cinco o 10 años va a ser una cuestión crucial”, explica desde Ammán a este diario Julia Dicum, directora de Educación de UNRWA. El organismo ha proporcionado educación a más de dos millones de menores palestinos refugiados y subraya “la importancia de que décadas de inversión en desarrollo, incluyendo educación en valores y derechos humanos, no se pierdan.”
En otras ofensivas israelíes precedentes, incluso en la de 2014, los estudiantes pudieron volver a clase entre tres y siete días después del alto el fuego. Pero ahora todo es diferente,Raji Sourani, PCHR
La UNRWA calcula que en este momento acoge en sus instalaciones de Gaza a 1,2 millones de desplazados internos, sobre un total de 1,9 millones (85% de la población de la Franja). El organismo de la ONU afirma que 13 de sus escuelas han sido directamente bombardeadas y otras han sufrido daños. Además, esta agencia, que da trabajo en Gaza a 13.000 personas, lamenta la muerte violenta de al menos 130 empleados desde el 7 de octubre. La mitad de ellos eran profesores. “Y hay aún personas bajo los escombros. Así que es posible que en el ámbito educativo hayamos perdido una capacidad significativa en Gaza”, agrega Dicum.
La organización también ha recibido informaciones sobre un uso militar de algunas de sus instalaciones, al menos en cinco ocasiones, sin especificar si fueron utilizadas por el Ejército israelí o por grupos armados palestinos. “Hemos tomado acciones para recordar a todas las partes en conflicto que el derecho internacional exige proteger la integridad de las infraestructuras de la ONU, que no deben usarse para fines militares. Eso incluye nuestras escuelas, estén siendo usadas como refugio o no”, zanja la responsable.
Esperar un alto el fuego
Es difícil imaginar una vuelta al colegio en Gaza, pero, entre las ruinas, hay ya quienes piensan en el día después de un alto el fuego. “En este momento, la UNRWA se centra en salvar vidas y proporcionar alimentos, agua y refugio a las personas desplazadas, pero estamos ya planificando cómo revitalizar nuestro sistema educativo cuando se presente la oportunidad”, admite Dicum.
Desde el año 2000, la UNRWA tiene un programa específico de educación en momentos de emergencia para este tipo de situaciones de crisis, que comienza con la atención psicológica a los niños, mediante actividades para trabajar el trauma y permitirles concentrarse de nuevo en el aprendizaje, mientras se reparan las escuelas y se traslada a las personas refugiadas en ellas a alojamientos provisionales. “Ese es nuestro plan estándar, pero probablemente no sea muy eficaz en Gaza dada la destrucción masiva”, considera Dicum.
Nunca hemos visto una emergencia de esta escala, yo diría, probablemente, desde la Segunda Guerra Mundial.Julia Dicum, UNRWA
“Nunca hemos visto una emergencia de esta escala, yo diría, probablemente, desde la II Guerra Mundial. Por eso vamos a tener que planificar cuidadosamente y de manera diferente; estamos trabajando diferentes opciones, imposibles de concretar aún porque la situación cambia cada día y sobre todo, no sabemos cómo terminará”, agrega.
La responsable recuerda que esta nueva crisis se suma además a una educación “intermitente o suspendida” para los niños de Gaza, debido a la pandemia de covid-19 y a los repetidos ciclos de violencia. “Pese a todo, tengo esperanza en el futuro de la educación en Gaza. Hay planes, hay reuniones con nuestros socios”, asegura, citando, por ejemplo, los 10 millones de dólares de ayuda de emergencia concedidos en estos días por La Educación No puede Esperar (Education Cannot Wait, ECW) el fondo mundial de la ONU para la educación en situaciones de urgencia y crisis prolongadas. “Pero se necesita mucha más financiación de forma urgente para satisfacer las enormes necesidades de los 1,1 millones de niños, niñas y adolescentes que están sufriendo las consecuencias de esta guerra”, en palabras de Yasmine Sherif, directora ejecutiva de ECW.
“No sé cómo, pero encontraremos la manera de preservar la educación y superar este drama. Los palestinos somos resilientes y soñadores y los niños son nuestro mañana y nuestra esperanza”, dice, a modo de respuesta el defensor de derechos humanos Sourani.
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