Camila Opazo, arqueóloga chilena: “Para las culturas no occidentales hay piezas que no deben exhibirse, porque tienen su propio simbolismo”
La experta trabaja para identificar el patrimonio comunitario de los pueblos originarios de su país y busca resquicios legales para protegerlo ante el avance de empresas mineras y de producción de energías renovables
La relación entre el Estado chileno y los pueblos originarios que la habitan ha sido históricamente conflictiva. Desde la ocupación y colonización de la Araucanía, en la segunda mitad del siglo XIX, hasta su militarización en el actual gobierno de Gabriel Boric. Entre ambas ha habido una negación de la identidad indígena y un apoyo gubernamental a proyectos extractivistas internacionales que despojaban a las comunidades de sus tierras. En medio de esta memoria aún sangrante, emergen figuras como la de la arqueóloga chilena Camila Opazo (Talca, 37 años), que pone su granito de arena para fomentar la reconciliación cultural y el respeto a los pueblos originarios.
Opazo vive hace siete años en Barcelona, donde obtuvo un postgrado en Museología y Estudios Patrimoniales en la Universidad de Barcelona. Sin embargo, gran parte de su trabajo se ha concentrado en su ciudad de origen, donde ha trabajado con las comunidades aymara, quechua y likan antai del desierto de Atacama para proteger legalmente sus espacios de memoria. La experta habló con este periódico en Madrid, donde participó en un coloquio celebrado en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque tras el preestreno en España del documental Dahomey, ganador del Oso de Oro en la Berlinale en febrero, que se centra en la restitución de objetos por parte de Francia al actual Benín.
P. ¿Cuál es la principal demanda de las comunidades indígenas chilenas respecto a los bienes extraviados?
R. En la mayoría de los casos los piden de vuelta para volver a enterrarlos. He estado implicada en varios casos de ese tipo donde las comunidades quieren dar descanso a estos restos que todavía están en los museos, en depósitos o en laboratorios universitarios. Para los museos occidentales, los restos ancestrales no son personas, son momias, restos antropológicos.
P. ¿Cuál es el parte más compleja del proceso de restitución?
R. Yo entiendo la restitución dentro del proceso de descolonización de los museos que está muy en boga. Pero es cierto que muchos de esos procesos no siempre se hacen desde un pensamiento descolonial. En ese sentido, para mí lo más difícil es un cambio epistemológico que hay que hacer para dejar de entender los objetos de los museos como objetos de exhibición. Poder entender que para las culturas no occidentales hay piezas que no deben exhibirse, porque tienen su propia función, su propio simbolismo en las luchas de restitución y en el retorno de la dignidad a las comunidades. Esos objetos son portadores de algo que podríamos llamar alma o fuerza viviente.
Pregunta. ¿En qué consistió su trabajo por varios años con el pueblo mapuche, la comunidad indígena con mayor representación en Chile?
Respuesta. Con las comunidades indígenas del desierto de Atacama estuve 10 años haciendo arqueología, investigando su agricultura, cómo se pueden sustentar esos sistemas agrarios en un entorno tan árido. Pero la particularidad de mi trabajo es que lo hicimos mano a mano con las comunidades. Por otra parte, también trabajé para intentar proteger patrimonios comunitarios que no eran reconocidos por el Estado o la ciencia como patrimonio. Por ejemplo, la legislación chilena identifica como monumento los bienes arqueológicos y los protege frente a los impactos medioambientales, como las mineras o las forestales. Pero si tienes un terreno de pastoreo donde por cientos de años una comunidad ha ido a pastar, que no es un sitio arqueológico, ¿cómo lo proteges frente a la instalación de una empresa minera? Ese es mi trabajo: identificar su patrimonio comunitario y buscar resquicios legales que nos permitieran protegerlo ante el avance de las empresas extractivistas, entre ellas firmas de producción de energías verdes que quieren hacer un mundo más sostenible pero a costa de las memorias comunitarias.
P. ¿Cómo se gestiona ese patrimonio desde las instituciones oficiales, como el Museo Histórico Nacional de Chile con el que trabajó?
R. Es un museo que tiene muchas piezas de ese tipo, a pesar de que nunca ha tenido un arqueólogo, solo su fundador lo fue. La primera sala es una colección arqueológica y etnográfica de los pueblos indígenas. La narrativa oficial no volvió a retomar el tema indígena en los siguientes 200 años de su historia, borrando de alguna manera a esa gente. Como si hubieran dejado de existir cuando empezó la época republicana. Mi iniciativa fue explicar esta sala a todos los visitantes del museo. También hice talleres creativos de arqueología para niños y una investigación de cómo se estaban llevando a cabo las actividades colaborativas con pueblos indígenas en el museo. Yo pretendía saber cómo el museo estaba gestionando el patrimonio indígena en colaboración con las 10 etnias reconocidas por la ley indígena de Chile, pero mi sorpresa fue saber que el 95% de las actividades estaban hechas solo con el pueblo mapuche.
En algunas ocasiones, los saqueos se hicieron sin vínculos coloniales directos y en nombre de la ciencia. Suiza, por ejemplo, que no tuvo una presencia colonial en Chile, tiene un montón de piezas que vienen de ese territorio porque mandaba científicos
P. ¿Qué entiende por descolonización de los museos? ¿Ese tipo de colaboraciones ayudan a ese proceso?
R. Lo primero es el reconocimiento del pasado colonial, de cómo se construyeron esas colecciones. Los museos no saben cómo han llegado hasta ahí muchas piezas, no tienen contexto. Por otro lado, reconocimiento de cómo un sistema colonial que comenzó hace siglos sigue estando vigente, y en tercer lugar, reconocimiento del papel de los museos en sostener ese orden colonial. Después, vendrá comprometerse a desmantelar esa historia y poder colonial que sigue activo. En el siglo XIX y en el XX se activan expediciones a América, especialmente para saquear. No quiere decir que no existieran antes, pero se hacían en nombre de la religión y no tenemos documentos que avalen ese saqueo. En algunas ocasiones, los saqueos se hicieron sin vínculos coloniales directos y en nombre de la ciencia. Suiza, por ejemplo, que no tuvo una presencia colonial en Chile, tiene un montón de piezas que vienen de ese territorio porque mandaba científicos. Hasta Noruega devolvió objetos rapanui.