El ‘número dos’ de Gallardón renuncia a acompañarlo y deja la política local
“Yo no soy la persona adecuada para la nueva alcaldesa”, alega Manuel Cobo
Contra todo pronóstico, el tándem de dos políticos que parecían cosidos el uno al otro se ha roto. Dos décadas de “esclavitud moral” —así llegó a calificar Manuel Cobo la lealtad que profesaba a Alberto Ruiz-Gallardón— han terminado. Y el núcleo del equipo que gobernó la ciudad de Madrid durante ocho años se ha desmantelado en apenas ocho días, siete meses después de ser confirmado en las urnas por los madrileños.
Manuel Cobo, vicealcalde de la capital y mano derecha de Alberto Ruiz-Gallardón durante casi tres lustros, anunció ayer que deja su cargo pero no para acompañar al exalcalde y ya ministro de Justicia, como todo el mundo daba por hecho hasta esta misma semana, sino para abandonar la primera línea de la política. Cobo será coordinador de gestión de Ifema, la institución que organiza las ferias en Madrid. Es un cargo desposeído de todo peso político, un retiro remunerado al que ya se acogieron en el pasado otros ex altos cargos madrileños. Tendrá varios jefes por encima —entre ellos, el exalcalde José María Álvarez del Manzano—. No mandará.
“Termina hoy un proceso de más de 20 años. Conocí a Gallardón en 1990, fui diputado desde 1991, con muchas responsabilidades. Ahora empieza otra etapa”, dijo el vicealcalde antes de anunciar su cese, con la voz quebrada, en rueda de prensa. Tenía que explicar dos cosas: por qué no se va con el nuevo ministro de Justicia, que es lo que muchos —incluido Gallardón— esperaban, y por qué no se queda con la nueva alcaldesa, Ana Botella, en el Ayuntamiento, que es donde le pusieron los madrileños. De ambas habló.
El vicealcalde rechazó la Secretaría de Estado de Justicia porque no se ve capacitado
El exalcalde y hoy ministro del Gobierno había ofrecido a su mano derecha acompañarlo como secretario de Estado de Justicia. Un ofrecimiento que no había llegado a ser público, pero que era vox populi. Cobo, después de pensarlo durante días —y noches—, ha dicho no. Y la razón es, simplemente, que no se ve capacitado para un puesto “que es de mucha responsabilidad”.
“Fui leal. Le dije que no tengo el perfil de secretario de Estado de Justicia. Valgo para muchas cosas, pero para esto no. Yo no era el mejor ni de lejos para ese puesto”, afirmó. “Me costó muchísimo convencerle, porque Alberto es a veces complicado. Era lo mejor para él y para mí. Hay muchísimas cosas que he hecho bien, pero esa no la iba a hacer bien”. Cobo dio las gracias al que ha sido siempre su jefe por esa “exagerada confianza”, por las cosas “buenas, regulares y malas” que han compartido. “Estamos orgullosos de lo que hemos hecho”, dijo. Y, de Gallardón, pasó a Botella.
A ella no es que le dijera que no, es que por la cabeza de ninguno de los dos pasó en ningún momento, según Cobo, la posibilidad de seguir siendo él vicealcalde. “No ha habido ni va a haber ni puede haber ocasión de ofrecimientos o rechazo. Yo, que tengo ese peso exagerado que me dio Alberto, no soy la persona adecuada para la nueva alcaldesa, que necesita conformar un nuevo equipo. Esta decisión es lo mejor para mí, para ella, para Madrid”, argumentó, tras dedicar a Botella palabras muy amables por sus actitudes “humanas” de estos días y augurar que “va a triunfar”.
El destino común de Alberto Ruiz-Gallardón y Manuel Cobo parecía un axioma, pero al final no es Cobo —por propia voluntad— sino Juan Bravo, concejal de Hacienda, quien da el salto a la política nacional con el ya exalcalde. Bravo será nombrado hoy subsecretario de Estado de Justicia.
Y ayer también presentó su dimisión como concejal de Cultura Alicia Moreno, que no es del PP y que solo se decidió a hacer política local, durante 12 años, porque Gallardón era su jefe. El gallardonismo parece haberse diluido, a la espera de ver en qué situación quedan los otros cuatro miembros del gobierno local cuando Botella anuncie hoy su equipo.
En octubre de 2004, después de que Gallardón lo lanzara a encabezar una lista suicida para enfrentarse a Esperanza Aguirre en el PP madrileño, Manuel Cobo decidió dejar la política. El entonces regidor le suplicó, casi con la rodilla en el suelo, que no lo hiciera. Era un viernes por la mañana. La escena en el despacho del alcalde aún la recuerdan muchos colaboradores de ambos. Y Cobo, finalmente, se quedó. “Me ha rogado que no me vaya, me ha dicho que formo parte de un equipo y un proyecto, me ha presionado moralmente”, explicó entonces. Siete años más tarde, el proyecto ha puesto, esta vez sí, un punto y aparte. El equipo se ha roto. Y ellos toman caminos distintos.
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