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Noelia Martínez, bióloga molecular: “La gente toma fármacos cuando enferma, pero ahora se lo plantea para adelgazar cinco kilos”

La investigadora española de la Universidad de Oxford trabaja en la comprensión de los mecanismos del sistema nervioso para diseñar fármacos contra la obesidad, que ayuden a destruir grasa con pocos efectos secundarios

Noelia Martínez, investigadora del Centro para la Diabetes, Endocrinología y Metabolismo de la Universidad de Oxford (Reino Unido).
Noelia Martínez, investigadora del Centro para la Diabetes, Endocrinología y Metabolismo de la Universidad de Oxford (Reino Unido).OCDEM

Durante casi toda la historia, el problema más acuciante de la humanidad ha sido no morirse de hambre, pero la industrialización ha invertido las tornas para gran parte del planeta. Para millones de personas, la comida es un peligro para la salud. La Organización Mundial de la Salud calcula que el número de personas obesas en el mundo se ha duplicado desde 1990, hasta rozar los 900 millones. La epidemiología muestra que la pobreza está asociada al riesgo de sobrepeso y algunos investigadores han encontrado en los niveles de hormonas como la leptina la causa de que algunos no puedan parar de comer, aunque su cuerpo ya no necesite más alimento. Pero cuanto más se estudia la cuestión, más evidente resulta que, al menos para muchas personas con sobrepeso, no siempre son útiles consejos simples como “come menos y muévete más”.

Noelia Martínez (Santiago de Compostela, 40 años) trabaja en la Universidad de Oxford (Reino Unido) en uno de los equipos que buscan ir más allá en la comprensión de los mecanismos básicos de la obesidad. “La gente tiene la idea de que la obesidad es cosa de gente que se sienta en el sofá, come mucho y no se mueve, que son unos vagos. Ese estilo de vida influye en que desarrolles obesidad o problemas metabólicos, pero hay otros factores”, explica a EL PAÍS en una videollamada esta investigadora del Centro de Oxford para la Diabetes, Endocrinología y Metabolismo (OCDEM, por sus siglas en inglés). “Algunos casos, unos pocos, se deben a mutaciones genéticas. Pero también hay otros en los que un estilo de vida poco saludable altera los procesos metabólicos normales y, aunque se trate de revertir, haciendo dieta o ejercicio, el organismo no responde”, añade.

Pregunta. ¿Qué puede romper ese equilibrio del organismo que desemboca en la obesidad?

Respuesta. Puede que tengas una mutación genética, una maldición de base, que lo provoca, pero hay hábitos o cambios en el entorno que pueden romper ese equilibrio. En nuestra investigación con ratones, vemos que dietas altas en grasa o en azúcar provocan cambios en diversos procesos metabólicos que alteran, por ejemplo, el reloj biológico que todos tenemos dentro. En el artículo sobre el que escribimos en Science, los autores someten a los ratones a dietas altas en grasa y eso desajusta los relojes internos de órganos metabólicos como el hígado. Eso provoca que se envíen señales erróneas al cerebro y los ratones incrementan la ingesta cuando deberían estar descansando.

Yo he trabajado también en cómo el sistema nervioso influye en los órganos metabólicos periféricos. Si tienes una dieta alta en grasas, eso afectar a la expresión de algunos genes o a la liberación de neuropéptidos en tu cerebro. Se crea como un nivel de toxicidad por ese alto nivel de grasa y eso provoca que se envíen señales a nivel periférico y que tu sistema empiece a acumular grasa donde no debe. Por ejemplo, en el hígado, que no es un órgano que deba acumular grasa; para eso está el tejido graso.

Con dietas altas en grasa, se ha visto en ratones y en humanos, que al acumular tanta grasa, el tejido graso empieza a producir demasiada leptina. Esta hormona envía señales al cerebro para que dejes de comer, porque te dice que tus depósitos de grasa están bien y ya tienes energía suficiente. Pero las dietas altas en grasa y la acumulación de grasa estropean ese mecanismo de alerta y ya no tienes sensación de saciedad.

P. ¿Cómo se pueden restablecer el equilibrio?

R. Alimentación sana y ejercicio son siempre claves. Y luego, tener una buena relación con la comida, que si tienes estrés o ansiedad no lo asocies a atiborrarse. El aspecto psicológico es muy importante. Nosotros intentamos entender bien todos estos circuitos, por ejemplo, los que conectan el tejido graso y el hígado o los órganos metabólicos importantes, y la comunicación con el cerebro. Pensamos que si desciframos el funcionamiento de esas rutas, podremos diseñar algún fármaco dirigido a actuar sobre ellas. Imagina, por ejemplo, un fármaco que haga que el hígado responda de una manera distinta a la grasa, movilizándola en lugar de acumularla.

La mayoría de los tratamientos farmacológicos para la obesidad intentan activar nuestro sistema nervioso simpático para incrementar la destrucción de la grasa. El problema de estos tratamientos es que, además de destruir grasa, tienen un efecto sobre el organismo que te puede producir una taquicardia. Parte de mi trabajo ha sido intentar definir genéticamente, de una forma muy específica, qué fibras nerviosas van al tejido adiposo y distinguirlas de las que van al corazón. La idea es diseñar un fármaco que active las fibras para destruir grasa sin activar las que van al corazón, que te adelgace sin producir una taquicardia.

P. ¿Podemos hacer algo para protegernos del riesgo de obesidad o de los problemas metabólicos?

R. Nuestro estilo de vida, qué comemos, la actividad física, si dormimos bien, es lo más importante. Si tenemos un estilo de vida saludable y mantenemos nuestro organismo lo más sano posible, nuestro cuerpo después tendrá más flexibilidad metabólica y se podrá adaptar mejor a esos cambios externos que pueden venir por el estrés del trabajo o las circunstancias que nos alteren el ritmo circadiano.

P. ¿Las soluciones farmacológicas pueden tener un peso importante en el combate de la obesidad?

R. La parte farmacológica tendrá su relevancia, porque hay un momento en que las personas con obesidad tienen su sistema tan alterado que, por mucho que hagan ejercicio o mejoren su dieta, su cuerpo va a necesitar una ayuda externa para volver al equilibrio. Para conseguir esos fármacos muy específicos, es muy importante nuestro trabajo describiendo perfectamente las rutas específicas detrás del metabolismo. De esa forma, podremos crear fármacos con menos efectos secundarios, evitando que un medicamento que ayuda a perder grasa provoque taquicardias o hipertensión, por ejemplo, como hemos visto en modelos de ratones cuando activamos el sistema nervioso simpático. Alguno de los ratones incluso puede fallecer durante el tratamiento porque responde al fármaco de una forma distinta.

Por eso, todavía queda mucho para poder llevar estos fármacos a humanos, para que consigamos separar la parte del sistema nervioso que actúa sobre órganos esenciales con la que puede activar la destrucción de grasa. Además, hay que tener en cuenta que el nervio vago, por ejemplo, controla el hígado, que te ayuda a moderar la ingesta de los ratones, pero también controla la vejiga. Normalmente, la gente toma fármacos cuando enferma, pero ahora se está planteando tomar fármacos para estar más delgada y ni siquiera cuando se tiene obesidad, solo para quitar cinco kilos. En esos casos, el planteamiento es muy distinto, porque el riesgo que puedes asumir no es el mismo.

P. También se ha visto la importancia de los ritmos circadianos, de ese reloj interno que tenemos, en el mantenimiento del equilibrio metabólico.

R. Los ritmos circadianos son algo muy complejo, porque es un sistema que depende de muchas señales con un equilibrio muy fino. Hay un reloj central, en la base de nuestro cerebro, que se regula con los ciclos de luz y oscuridad, pero después, nuestras células y órganos tienen otros relojes internos, que están regulados en parte por las señales del reloj central, pero también se controlan con los patrones de sueño, con la actividad diaria, la hora a la que comes, a la que descansas, con las señales de cuándo estás activo o no. La gente que trabaja a turnos, ve alterado ese reloj, porque cuando trabajan de noche, su ambiente alrededor está oscuro, deberían estar en una fase inactiva y están en una fase activa. Tu reloj interno no está en sincronía con lo que pasa afuera, con el ciclo de luz y oscuridad. Se ha visto que esto, a la larga, puede incrementar la propensión a padecer problemas metabólicos como la diabetes o el hígado graso. Esto se ve, sobre todo, en la gente que cambia continuamente los turnos; y menos, por ejemplo, en los que trabajan de noche todo el tiempo. En ratones, aplicamos sistemas para alterar estos ciclos de luz y oscuridad, provocando un jet lag crónico durante semanas. Esos ratones acaban desarrollando hígado graso y numerosos problemas inflamatorios.

P. Uno de los problemas que mencionan algunas de las personas que toman agonistas de GLP-1, los exitosos fármacos contra la obesidad, es que experimentan una falta de deseo por la comida que las resulta desagradable. ¿Es posible quitarnos las ganas de comer sin quitarnos también otros aspectos importantes del placer?

R. Yo no trabajo con personas, pero los nutricionistas hablan de la importancia de tener en cuenta que somos animales sociales y que la comida es mucho más que alimentarse. Es un momento social, de interactuar con los demás, y también es un momento de placer. Reducir la ingesta hasta cierto punto es positivo, pero hay que cuidar que te suponga un problema de no poder sentarte con tu familia en Navidad, porque eso no te va a ayudar a nivel psicológico y vas a tener otro problema. Y además, eso no va a ser sostenible.

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