Por qué la esponja de konjac es una revolución para la limpieza facial
Activa la microcirculación y exfolia suavemente mientras limpia. Además, es vegana y biodegradable. Todo esto por un precio que va de los 5 a los 10 euros.
La esponja de konjac fue uno de los grandes descubrimientos de la cosmética coreana que enloqueció a las early adopters de la belleza allá por 2018. No era una moda pasajera. En 2020 rara es la discípula de la belleza coreana que no disponga de esta pequeña y asequible chuchería para el cuidado facial. Y decimos asequible porque, después de unos años marcados por cepillos faciales eléctricos que no bajaban de 100 euros, la llegada de las esponjas con un coste entre 5 y 9 euros por unidad, suponía un alivio para la economía de las adictas al cuidado facial. Aptas para pieles normales, ...
La esponja de konjac fue uno de los grandes descubrimientos de la cosmética coreana que enloqueció a las early adopters de la belleza allá por 2018. No era una moda pasajera. En 2020 rara es la discípula de la belleza coreana que no disponga de esta pequeña y asequible chuchería para el cuidado facial. Y decimos asequible porque, después de unos años marcados por cepillos faciales eléctricos que no bajaban de 100 euros, la llegada de las esponjas con un coste entre 5 y 9 euros por unidad, suponía un alivio para la economía de las adictas al cuidado facial. Aptas para pieles normales, grasas, sensibles o mixtas, entre sus credenciales estaban el ser 100% veganas, biodegradables y capaces de convertir la simple rutina de limpieza en un masaje activador de la microcirculación sanguínea. ¿Qué más se podía pedir por tan poco dinero?
Cuando llegó a España, los pocos sitios donde se vendía, agotaban existencias y registraban picos de venta formidables. Sara Jiménez, directora de marketing de Miin Cosmetics, firma especializada en cosmética coreana, recuerda aquellos tiempos como una locura. “Nosotros fuimos de los primeros en incluirla en nuestro catálogo. Aunque para los occidentales es una novedad, el konjac es una planta asiática que los coreanos, chinos y japoneses llevan siglos usando, tanto para comer como para tratar la piel. En concreto, para las esponjas se usa la raíz. Tiene una increíble capacidad de absorber agua y, al frotarla sobre la piel, emite entre 100.000 y 200.000 iones negativos que activan la microcirculación. Una vez se moja, la superficie se vuelve suave, pero ligeramente irregular, con lo que realiza una exfoliación diaria muy suave, perfecta para arrastrar restos de maquillaje y contaminación”.
El boom del konjac coincidió con el furor por el carbón activo. No es de extrañar que la esponja número uno en ventas fuera, precisamente, la Bamboo Charcoal Konjac de Miin. Su precio más que asequible (8,46 euros), la convertía en un objeto de deseo al alcance de cualquier bolsillo. El tirón de ‘made in Korea’ hizo el resto. “Se fabrica insuflando polvo de carbón a las fibras vegetales. Va de maravilla para pieles con problemas de seborregulación. Durante meses no dábamos abasto con la demanda. Ahora se sigue vendiendo mucho, pero se nota que han entrado otras marcas en el mercado y eso hace que se repartan más las ventas. Que no quita para que siga siendo un producto bárbaro para la limpieza facial diaria”, aclara Jiménez.
Una de esas marcas es Solito, una firma española que nace con la filosofía de crear cosméticos zero waste (que no generen residuos de ningún tipo), o, en caso de ser inevitable, producir la menor huella de carbono posible. Además de las clásicas esponjas naturales y de carbón activado, añaden una con arcilla rosa para pieles sensibles, la Pink Clay Konjac Sponge y otra con arcilla verde para pieles mixtas, la Green Clay Konjac Sponge. El precio (5,95 euros) sigue siendo un gancho importante para un producto de uso diario que dura dos meses.
Otra marca de aquí con filosofía oriental, USU Cosmetics, también tiene dos variedades: la Konjac Antiage (6,20 euros), enriquecida con colágeno para las pieles donde empiezan a asomar las primeras líneas de expresión, y la Konjac Purifying (6,20 euros), con ceniza activa de bambú que aporta propiedades antibacterianas a las pieles acneicas.
Con o sin cordelito
Nada más abrir el envoltorio, lo primero que te encuentras es una esponja reseca con textura de piedra pómez. Ni se te ocurra aplicarla sobre la piel en ese estado. Para usarla, previamente tienes que sumergirla un minuto en agua tibia (recuerda, nada de agua caliente para el rostro). Cuando se ha empapado bien y está suave, ya puede usarse, tanto con tu gel limpiador habitual como sin él. Lo ideal es aplicarla haciendo movimientos circulares para llegar a todas las zonas del rostro con suavidad. Una vez acabada la limpieza, se aclara y se deja secar al aire. Para facilitar este proceso y evitar la proliferación de microorganismos, muchas marcas ya incluyen un pequeño cordel para colgarla. Es el caso de la de Sephora (6,95 euros) o la New Green Me, de Kiko Milano (5,99 euros).
La vida útil de una esponja de konjac ronda los dos meses. Pasado ese tiempo, las fibras vegetales ya estarán bastante deterioradas y conviene cambiarla. De paso, cada una o dos semanas no está de más hervirla para eliminar microorganismos poco amigables.