Autoras con proyección: literatura como canal de libertad
¿Qué mueve a las promesas literarias españolas? La poeta Elvira Sastre, la escritora Vanessa Montfort y la autora de novela gráfica Ana Penyas lo cuentan.
Mirar el mundo que les rodea. Cuestionárselo. Intentar comprenderlo y afrontar el papel en blanco. Esa es la manera de entender (y vivir) la literatura de estas tres autoras de 25, 30 y 42 años que, desde el universo de la poesía, la obra gráfica y la novela, suscriben a una misma generación literaria. «Yo escribo para hacer la digestión del mundo», afirma Vanessa Montfort. El cuarto libro de la catalana, Mujeres que compran flores (Plaza & Janés), agota su 11º edición en las librerías en apenas nueve meses. No parece casual si se echa un vistazo a sus tres anteriores novelas –las tres premiadas: El ingrediente secreto, Mitología de Nueva York, y La layenda de la isla sin voz– o a la docena de obras teatrales que ha estrenado en teatros de Londres o festivales de El Congo. «Para mí, escribir también es más una necesidad que una expresión. Intento dar respuesta a las preguntas que me hago en la vida», apunta la poeta Elvira Sastre, crecida en las redes sociales –tiene 123.000 seguidores en Instagram y 77.000 en Twitter– y con cuatro poemarios publicados: Tú la acuarela, yo la lírica; Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo; Baluarte y Ya nadie baila. Ana Penyas, que confiesa que aún se siente una «intrusa en este mundillo», es la última revelación del boom de la novela gráfica. Estamos todas bien (Salamandra Graphic), Premio Fnac este año, llegará a las librerías en noviembre.
No parece casual que, a pesar de no conocerse, temáticas como la Transición o el feminismo conecten sus libros. El interés por el realismo es otro punto en común. La historia de Penyas narra el día a día de Maruja y Herminia, sus dos abuelas, desde la dictadura franquista hasta hoy. «Intento dejar claro el papel que les tocó afrontar como mujeres, esposas y madres–nos cuenta Ana–. Una historia que tiene que ver con el feminismo, que es una cuestión que a mí personalmente me atraviesa. Hay un vacío a la hora de reflejar el papel femenino en el franquismo. Sobre todo el de las víctimas. Si se ha hecho algo, ha sido solo de las heroínas». Los movimientos migratorios, la identidad, los refugiados… “Los temas que están en los periódicos, hoy lo están también en las librerías –comenta Montfort–. Yo, como dramaturga, lo percibo con intensidad. El teatro, junto con la poesía, es una de las expresiones artísticas que más rápidamente recogen el mundo contemporáneo. En mi última novela, y a pesar de que tengo que reconocer que antes no me había interesado, afronté que la mujer es uno de los grandes temas de los últimos años. Se está viendo con autoras como Margaret Atwood o libros como Bad Feminist (de Roxane Gay). Lo entendí y lo compartí con esta historia nada complaciente». Esta tendencia, según la poeta segoviana, tiene su explicación: «La gente de nuestra generación, al vivir en crisis, hemos crecido escuchando que no hay futuro. Y eso te marca un poco, te frustra. Ahí, la literatura se convierte en un canal de libertad donde podemos hablar de lo que queremos sin que nadie nos diga si se puede hacer o si somos capaces».
Creen en la formación. Y en las lecturas contemporáneas, “para entender mejor a los clásicos”, según la catalana. “En momentos de cambios es vital leer a gente de tu generación”, dice Sastre. Suenan nombres de poetas como Benjamín Prado, García Montero o Raquel Lanseros. Novelistas como Aramburu y Foenkinos. Ilustradores incisivos como Jorge González o Gipi (Gianni Pacinotti).
Piden más apoyo al sector y respeto por las redes. “Bien utilizadas, son una herramienta que abre muchísimas puertas”, dice Sastre. “Es un escaparate poderoso”, añade Montfort. Las tres coinciden en que entienden que la pasión por el ibook decaiga. “La literatura (y los libros) existirán mientras exista el hombre. Porque avanzan con él”, dice Montfort, que ya trabaja en su nueva novela. También lo hace curiosamente, entre recital y recital de poesía Elvira; “por crecer, experimentar con el género”. Ana, por su parte, le pone color a un nuevo proyecto, esta vez sobre la transición. “Sobre el amor, ya se lo he dicho a mi abuela, ya escriben otros”, bromea.
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