Si la historia de Esmeralda te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo
Cuerpos homogéneos y estilizados, altura y delgadez, esculturas en movimiento que se ajustan a un canon de belleza específico. Al buscar la palabra bailarín o bailarina en Internet, las imágenes que aparecen son las mismas que nuestra mente reproduce: hay un molde, un patrón. La rigidez, tanto en los cuerpos como en los pasos, ha ido disipándose con la llegada de la danza contemporánea, pero en los años 80, cuando Esmeralda Valderrama comenzó su carrera como bailarina profesional, el canon decimonónico del ballet clásico seguía marcando la norma: “Cuando iba a audiciones había algo que me ponía enferma. Tenías que ser ya de una determinada medida: ni alta ni baja, ni gorda ni flaca. No lo entendía porque para mí la danza no era eso, para mí la danza iba mucho más allá. Era una equivocación porque yo creo que cuerpos diferentes aportan mucho al hecho escénico, dan otra energía, otra dinámica y otra estética”.
¿Por qué imponer la hegemonía en lugar de abrirnos a la riqueza de la diversidad? ¿Y si no existieran moldes a la hora de expresar la belleza, la emoción o el talento? ¿Cómo derribar prejuicios y estereotipos a través de la creatividad? Fueron estas preguntas las que llevaron a Esmeralda a un ensayo diferente a cualquier otro. Buscaba alternativas y las encontró en la Fundación Psicoballet Maite León, rodeada de personas con discapacidad: “Aluciné porque era lo que yo quería, lo que buscaba. Era unir la danza con esa diferencia de energías y de cuerpos que me parecía tremendamente hermoso. Luego, cuando me presenté, me impresionó aún más con qué naturalidad estaban construyendo todas las relaciones”. Había encontrado la pasión a la que dedicaría el resto de su trayectoria y la semilla que luego haría germinar con Danza Mobile: “A partir de ahí se empezó a construir mi vida”.
Profesionalidad que transforma miradas
Acompañada de sus dos hijas pequeñas y sin más paracaídas que su propia ilusión, se plantó en Sevilla con la idea de crear un espacio donde volver a experimentar la libertad y belleza de aquel ensayo. Para explicar la motivación que la llevó a lanzarse a la aventura, le basta una sola frase que emite con honesta rotundidad: “Quería montar una escuela porque sencillamente me apasionaba bailar con personas con discapacidad intelectual”.
En 1995, junto al psicólogo Fernando Coronado, abrió un pequeño local donde todo el mundo que quisiera aprender a bailar era bienvenido. Como una bola de nieve que de forma natural va haciéndose cada vez más grande a base de esfuerzo y creatividad, aquel transformador espacio fue ampliando su campo de acción hasta convertirse en una avalancha de aire fresco. En 2001, cuando Esmeralda se percató del talento que se acumulaba en las clases, decidió complementar la escuela con un centro de creación y compañía de danza que brindara oportunidades a sus mejores alumnos. Hoy, encima del escenario, quienes componen el elenco de Danza Mobile no son personas con discapacidad intelectual sino, simplemente, bailarines profesionales que acumulan cientos de actuaciones a sus espaldas. No era el objetivo original, pero de la unión de arte y diversidad nacían de forma natural la inserción laboral y la transformación social.
Ningún teatro europeo contaba con representaciones de compañías inclusivas en su programación hasta que Danza Mobile entró en la agenda del Teatro Lope de Vega. Sus bailarines han sido premiados en certámenes oficiales en los que competían con otros profesionales –lo consiguieron “sin ninguna concesión en absoluto por tener discapacidad, sino por el trabajo realizado”, incide Esmeralda– y cada año desde el 2007 el Festival Escena Mobile “muestra a profesionales y público en general que el arte y la diversidad, lejos de ser incompatibles, son ámbitos de enriquecimiento mutuo que pueden y deben caminar de la mano”.
El Premio Dionisos otorgado por la Unesco en 2012 o el premio Max recibido el año pasado lo confirman: Danza Mobile se ha convertido en referente en el ámbito de la danza contemporánea inclusiva a nivel internacional y, según Esmeralda, si esto ha sido posible es porque nunca se vio impulsada por un ánimo caritativo. Su motor durante estos 25 años siempre ha sido una apuesta por la calidad y la diversidad de lo que se muestra en escena: “Nunca ha sido un acto social, siempre ha sido un hecho artístico. Lo que pasa es que también es verdad que el arte es lo que empieza a cambiar la sociedad”.
La belleza de la diversidad
Decía Bertolt Brecht que “el arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma”, y a eso se dedica Esmeralda Valderrama: a tallar nuestra mirada para hacernos entender que es en la diversidad donde reside nuestra mayor riqueza. Cuando alguien asiste a un espectáculo de Danza Mobile no hay miradas condescendientes ni críticas paternalistas; los clichés y prejuicios hacia las personas con diversidad intelectual se desvanecen ante la dignidad y profesionalidad que expresan sus bailarines.
Ni están enfermos, ni son niños, ni tienen un talento especial; las personas con discapacidad intelectual merecen el mismo trato, respeto y exigencia que cualquier otro bailarín, insiste Valderrama, aunque desde su punto de vista aún queda mucho por hacer en materia de inclusión. Concepciones estáticas sobre las características generalizadas de los miembros de una comunidad, llamadas estereotipos, aún permean nuestros comportamientos y Esmeralda no se equivoca cuando apunta que a veces, de forma inconsciente o por puro desconocimiento, construimos barreras que dificultan el desarrollo personal de los individuos.
La mañana que visitamos Danza Mobile, los sentimos en carne propia al entrevistar a los bailarines José Manuel Muñoz y Helliot Baeza. El primero tiene 42 años y conoce a Esmeralda desde hace más de 20. Vive en un hogar compartido con otros compañeros de la escuela y, además de haber recorrido los escenarios del mundo entero como bailarín, también ha volcado sus anhelos, frustraciones y experiencias en un sincero libro de poesía. Por su lado, Helliot Baeza, de 32 años, es el intérprete de la coreografía en solitario que lleva su nombre, estrenada en Buenos Aires y aplaudida por los profesionales más exigentes.
Mientras conversamos con ellos, sin darnos cuenta, las preguntas que emitimos pasan de la sencillez a un tono que roza el infantilismo. A pesar de nuestros esfuerzos, los prejuicios han salido a la palestra para modificar nuestro comportamiento. Por suerte, vuelven a desaparecer cuando ambos bailarines coinciden al expresar el sentimiento que les proporciona la danza: “Libertad”. A ambos les cuesta expresarse fluidamente y encontrar las palabras, pero cuando están en movimiento relatan su historia sin pausas ni titubeos. Solo hay que detenerse y escuchar a través de los ojos para entender la complejidad de sus vivencias. No son cariñosos niños-adultos que la sociedad ha de proteger, sino seres humanos comunicando de igual a igual a través de la danza lo que con palabras les cuesta verbalizar.
Se cuenta que la bailarina Isadora Duncan dijo una vez: “Si pudiera decir lo que siento, no valdría la pena bailarlo” y es posible que este sea el motivo por el que tanto Esmeralda como Helliot y José Manuel hayan encontrado en la danza su forma de vida. Es un medio donde expresar su identidad, una plataforma para relacionarse con el mundo y, además, una profesión donde su esfuerzo se valora en la misma medida que el del resto. Valderrama considera que “cuando a una persona la empiezas a respetar por el trabajo que hace, independientemente de cómo sea, es cuando empieza a producirse el cambio”. Y esta transformación ya está en marcha.
Danza Mobile no es solo una escuela, centro de creación y compañía de danza: es una familia “porque aquí podemos ser quienes somos, nos respetamos y nos admiramos. Es un espacio de creación donde tú puedes ser tú”. ¿Existe algo más bello, necesario y transformador que abrir los ojos a nuestra propia diversidad?
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Contenido adaptado del vídeo de Esmeralda
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¿Por qué los bailarines han de tener un físico determinado? Esmeralda Valderrama cree que la diversidad nos enriquece. Por eso fundó Danza Mobile, una escuela y compañía de danza donde personas con discapacidad intelectual pueden demostrar su talento y bailar en espectáculos profesionales.
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(Esmeralda) Cuando yo era pequeña, lo que más me gustaba era bailar. Entonces, gracias a la danza, empecé a poderme relacionar con todo lo que me rodeaba, a poder expresar lo que yo sentía y luego evidentemente ya se convirtió en una forma de vida.
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(Esmeralda) Con la primera toma de contacto con la discapacidad aluciné porque era lo que quería, lo que yo buscaba: unir la danza con esta diferencia de energías y de cuerpos que me parecía tremendamente hermoso.
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(Esmeralda) Cuando iba a audiciones me ponía enferma. Tenías que ser de una determinada medida: ni alta ni baja, ni gorda ni flaca. Entonces yo eso tampoco lo entendía. Para mi la danza no era eso, para mí la danza iba mucho más allá.
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(Esmeralda) Hay que dar visibilidad, que es fundamental, pero también hay que saber darla. Somos personas diferentes y ya está, y no pasa nada. Y cuando aceptemos esa diferencia que hay y esa diversidad entonces es cuando podremos afrontar las cosas y la vida de otra manera. Fue cuando entonces decidimos, bueno, pues lo montamos nosotros y montamos Danza Mobile aquí en Sevilla.
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(Esmeralda) El trabajar con personas con discapacidad intelectual para mí nunca fue un acto social, era un hecho artístico. Entonces claro, eso es un reto muy grande. Por eso hago mucho hincapié en que todo lo que se muestre creo que hay que tener mucho respecto a la persona. Es la única manera de poder cambiar de verdad la idea y los clichés que se tienen sobre la discapacidad.
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(Esmeralda) Helliot, por ejemplo, cuando vino aquí al principio le costaba muchísimo abrirse. Le costaba. Se veía que iba a ser un gran bailarín porque lo tenía, pero le costaba muchísimo, muchísimo.
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(Helliot) Cuando yo bailo me siento libre. Y mi futuro es seguir aquí en la escuela. Y a mi me gusta bailar y voy a seguir.
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(Esmeralda) El premio Escenarios es un premio que dan los escenarios de las salas de Sevilla y el premio al mejor intérprete se lo dan a Helliot, sin ninguna concesión en absoluto porque tenga discapacidad.
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(Esmeralda) La diversidad hay que celebrarla porque, si tú fueras igual que yo, pues vaya rollo. Al contrario, si tú eres diferente pues yo aprenderé muchas cosas de ti, me harás reflexionar sobre cosas que yo tengo. Es que la diversidad es lo que nos hace ricos. Cuando tú a una persona la empiezas a respetar por el trabajo que hace, independientemente de si es así o si tiene el pelo asao, pues entonces es cuando empieza a haber ese cambio.
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