Intermediarios, comisionistas y precios inflados: así es el ‘zoco’ chino en el que compra la sanidad española
Comunidades autónomas y hospitales se ven obligados a comprar en un mercado internacional donde todos los países compiten por los suministros que fabrica China
“Estamos todas las comunidades autónomas buscándonos la vida como podemos”. Luis Ruiz, secretario general del Servicio castellano-manchego de Salud, lleva días durmiendo mal y poco. Últimamente hace vida en dos husos horarios, a miles de kilómetros entre sí: el español y el chino. Como otros responsables de compras de material sanitario, hace semanas que vive con angustia el avance de la epidemia de la Covid-19, que ha puesto a los hospitales al límite. La crisis ...
“Estamos todas las comunidades autónomas buscándonos la vida como podemos”. Luis Ruiz, secretario general del Servicio castellano-manchego de Salud, lleva días durmiendo mal y poco. Últimamente hace vida en dos husos horarios, a miles de kilómetros entre sí: el español y el chino. Como otros responsables de compras de material sanitario, hace semanas que vive con angustia el avance de la epidemia de la Covid-19, que ha puesto a los hospitales al límite. La crisis pilló a España desprevenida, sin reservas de material de protección, con pocos test diagnósticos y respiradores. Cuando se quiso dar cuenta, comprar mascarillas, batas o gafas se convirtió en un arriesgado ejercicio de ensayo-error para el que nadie estaba preparado. “Estamos en guerra. Se trata de salir lo menos mal parados posible”, dice Ruiz.
Antes de que el coronavirus pusiera el mundo patas arriba, la compra de material sanitario era un anodino proceso administrativo. El hospital o el servicio de salud sacaba una licitación, se presentaban proveedores y se escogía a uno de ellos, generalmente el que hubiera ofrecido mejor precio a igual calidad. Los almacenes tenían stock y las empresas, siempre con CIF español, servían el pedido en 48 o 72 horas. Casi 8.000 millones de euros al año en material sanitario, según datos de la patronal Fenin. Se compraba a las filiales españolas de multinacionales como Siemens, Roche, Medtronic o Dräger y a empresas más modestas pero con décadas de experiencia, como Distribuciones Levantinas Sanitarias (Dilesa), con sede en un polígono industrial de Paterna (Valencia).
Pero a mediados de febrero, con la crisis del coronavirus en marcha, las principales multinacionales empiezan a no poder servir. Se quedan sin stock, no hay suficiente producción y muchas veces los países de origen no dejan salir el material, según explica una profesional del sector. Ninguna Administración ha hecho acopio, ni tiene una reserva estratégica. El Gobierno centraliza compras en un decreto que no impide a las comunidades autónomas comprar, pero sí frena su acción. Se disparan las muertes y los contagios entre los sanitarios. Los hospitales y las residencias de ancianos no tienen material para protegerse. Se declara el estado de alarma.
Algunas Administraciones autonómicas tienen poca capacidad de presionar a sus proveedores porque, además, les deben dinero y tardan mucho en pagarles. Se abre la veda para buscar material a través de nuevos intermediarios, empresas y enlaces con China. Los países de la UE y del resto del mundo compiten entre ellos. Fuentes alemanas y francesas han acusado a EE UU de robarles suministros ofreciendo más por ellos. También las empresas privadas necesitan y buscan. Los muertos siguen aumentando. Nadie espera ya compras centralizadas. Es el sálvese quien pueda. Y China es El Dorado.
El mundo mira a China
Antes de la Covid-19, un país como España dividía sus necesidades de productos sanitarios al 50% entre productos de tecnología sanitaria y los de gran volumen (mascarillas, guantes, batas), explica Luis Furnells, presidente del grupo Oesía. Ahora que las prótesis de rodilla pueden esperar, el gran volumen ha crecido hasta suponer el 80%. Una demanda que crece a la vez en otros países.
La producción nacional de mascarillas no cubre ni de lejos la demanda interna, que se reduce a dos fábricas: la de Diseños NT, en Alcalá la Real (Jaén), que produce 80.000 mascarillas quirúrgicas al día, y la de Sibol, en Zamudio (Bizkaia), que cada jornada fabrica 16.000 mascarillas FFP3, cantidades insuficientes para abastecer a los sectores sanitario, alimentario, farmacéutico, energético y de las Fuerzas de Seguridad y el Ejército, principales demandantes en esta crisis. La razón de que la producción española sea anecdótica es económica: sale más barato importar que fabricar porque el margen de ganancia es muy estrecho. La fabricación de material sanitario fungible se deslocalizó hace años y China se convirtió en el primer fabricante. Con la pandemia, se ha consolidado hasta el punto de que el 85% de la producción mundial de mascarillas es suya, según Morgan Stanley.
“Ahora, además, las empresas textiles chinas que pueden se están reconvirtiendo a la producción de mascarillas”, explica un directivo de una gran firma española presente en China, que pide anonimato. “El mismo que antes te vendía un yate o motos eléctricas, ahora te ofrece mascarillas”, añade un empresario sevillano con fábricas en el gigante asiático. Y exigen pagos por adelantado. “El 50% al hacer el pedido y el otro 50% cuando está producido, no cuando lo recibimos”, explica el secretario general del Servicio de Salud castellano-manchego.
“Tengo un contacto”
El comercio se restringe. Los países se vuelven proteccionistas. Rumania, por ejemplo, paraliza la exportación de un componente clave para la fabricación de respiradores, los humificadores, relata The Wall Street Journal. China también controla su producción. Es el mayor exportador de fibras de polipropileno que funcionan como filtros en los respiradores, pero sus fábricas tampoco pueden funcionar al 100% por las medidas de confinamiento, señalan desde una multinacional.
Junto a los nuevos proveedores empiezan a aparecer intermediarios y comisionistas que llaman a las puertas de las consejerías y de los hospitales ofreciendo batas o gafas de protección: “Todo el mundo tiene un amigo que a su vez tiene un contacto en China”, apunta Ruiz. “Estamos recibiendo 100 ofertas al día de material sanitario, y me quedo corto”, afirma. Muchas buenas, otras dudosas. Todas caras. Si con los concursos se pagaba una mascarilla quirúrgica a 0,027 euros, ahora no se encuentra a menos de 0,40 y hasta un euro. “La subida ha sido espectacular. En situaciones normales jamás lo daríamos por bueno, pero no hay más remedio que aceptarlas a ese precio”, dice este encargado de compras. Probablemente ahí se esconden comisiones para los intermediarios, pero no hay manera de saberlo: la oferta es un precio por unidad.
“Cuando vimos lo que venía, empezamos a hacer compras desproporcionadas, sin importar el precio. Nos abrimos a otros proveedores”, reconoce Sara Manjon, directora del Área de Profesionales y Organizaciones del Servicio Catalán de la Salud (CatSalut). “Hay gente que está especulando y que cuando escarbas no te da el suministro que dice tener”, asegura Luis Ruiz. “Los proveedores ordinarios hacen lo posible, pero el mercado es más duro y tienen muchos problemas. Han entrado otros proveedores que no sabes quién es el fabricante. Son solo comerciales y tienes que cribar”, apunta Manjon.
Un gestor privado explica que recibe dos ofertas en el mismo día por una mascarilla FFP2 (buen nivel de protección): una a 3,5 euros la unidad, y otra a seis. Antes de la crisis, se podía comprar en una farmacia a 2,5 euros. El precio ha llegado a los nueve. Una garrafa de cinco litros de hidrogel antes la adquiría a 17,50 euros. Ahora está a 20 euros el litro. El precio de una caja de mascarillas quirúrgicas de 50 unidades antes oscilaba entre 1,78 y 2,50; ahora va de 4 a 5 euros. Bata de protección verde, caja de 100 unidades, antes 45 euros; hoy, entre 65 y 80 euros. Un mono de buzo de máxima protección, antes, 3 euros; ahora 10 o 12.
Un corredor Madrid-Shanghái
“La sobredemanda no solo ha estresado las fábricas, sino también las rutas de transporte”, asegura Furnells. Toda la cadena logística. Las fábricas no dan abasto y los camiones que transportan la carga a los puertos, aeropuertos o trenes son los mismos que antes. “Hay bofetadas por meter cosas en aviones de carga”, añade. Cuando hay mucha demanda y poca oferta, ya se sabe lo que ocurre: el precio sube. El del transporte aéreo se ha cuadruplicado. El metro cúbico de un vuelo entre una ciudad China y Madrid costaba antes unos dos euros por kilo. Ahora, unos 14 y “sin que nadie garantice que llegue en fecha”, apunta Michael Voss, director general de la empresa de logística Sparber, bilbaína con oficinas en Shangái.
Las nuevas leyes dictadas por China para asegurarse de que lo que exporta sea de calidad han contribuido a ralentizar el proceso, asegura Furnells. Hay que cuadrar demasiadas cosas: la salida de la mercancía de la fábrica, los permisos para la aduana, el transporte al exterior. “La normativa deja fuera del mercado a los que querían hacer su agosto, pero estresa toda la cadena logística”, añade.
Con estas condiciones predecir el día de llegada de las compras se complica. Los dos aviones que contrató la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, para llevar material a la comunidad llegaron más de una semana después de lo previsto. Por eso el grupo Oesía, la patronal de los distribuidores sanitarios Fenin e Iberia han establecido, con ayuda del Gobierno, un corredor aéreo sanitario Madrid-Shanghái con tres vuelos semanales. Hace el trayecto un avión A350, con un 40% más de capacidad de carga que el que hacía la ruta de pasajeros (que dejó de volar a China el 31 de enero).
Iberia obtiene los permisos de vuelo y sobrevuelo en Mongolia, Bielorrusia, Rusia y Kazajistán y aporta las tripulaciones, formadas por voluntarios. El Gobierno chino tiene restringidos los vuelos, explica Txomin Baztán, director de Operaciones de Iberia, por lo que el personal no puede poner un pie en el país, salvo para la inspección visual obligatoria del avión que hacen los pilotos. Esto obliga a doblar equipos. En cada avión vuelan dos tripulaciones (cuatro comandantes y cuatro copilotos). Una descansa a la ida y trae el avión de vuelta. En las dos últimas semanas el corredor ha transportado 16 millones de mascarillas y dos millones de otros equipos de protección. El último vuelo fue este viernes.
Ayuda de empresas
En Galicia, Inditex, principal multinacional de la comunidad, ha ayudado a la Xunta tanto en la compra como en la logística internacional. Galicia siempre ha echado mano de empresas que tienen relaciones habituales con el mercado chino para que les sirvan de guía. “Es un mercado idiosincrático, con costumbres comerciales distintas que las europeas y, muchas veces, con normas de calidad diferentes”, explican fuentes de la Consellería de Sanidade. “Hacer negocios allí es para especialistas”.
Galicia ha intentado impulsar la producción autóctona de productos de alta demanda pero poca complejidad como las mascarillas quirúrgicas, para las que han hecho pedidos hasta a seis empresas locales. También lo ha hecho Castilla-La Mancha. La Rioja, especialmente golpeada por el virus, ha firmado 26 contratos de emergencia con empresas de Arnedo, especializadas en la fabricación de calzado, para producir batas reutilizables. En Ezcaray, empresas que fabrican sillas de auditorio están realizando ahora delantales de plástico.
Intermediarios a por todas
Varias fuentes consultadas para este reportaje creen que la inexperiencia del Gobierno pudo jugarle una mala pasada en la compra de 640.000 test rápidos defectuosos, que tuvo que devolver a China. El Ministerio de Sanidad, que rehusó hacer declaraciones para este reportaje, no ha desvelado aún a qué “distribuidor español” se los compró ni a qué precio. Fuentes de la patronal Fenin aseguran que no fue a uno de sus asociados.
“Cualquier comunidad, incluso un hospital grande, gestiona más compras que ellos”, desliza una fuente autonómica, que cree que el Instituto de Gestión Sanitaria (que se encarga de la sanidad de Ceuta y Melilla, únicos territorios sin competencias transferidas) no estaba preparado. “Si nos llegamos a cruzar de brazos esperando que el Gobierno comprara material de forma centralizada para todos llevaríamos tres semanas en una situación caótica, estaríamos en tragedia total”, añade. En su comunidad, solo el 15% del material que ha llegado lo ha hecho a través de las compras centralizadas del Gobierno.
Antonio Sanchís, gerente de la distribuidora Dilesa, que consiguió traer 100 respiradores turcos para varias comunidades pese al veto a la exportación de Ankara, asegura que, en general, las empresas del sector sanitario suelen limitarse a una especialidad: “Yo nunca hubiera importado test diagnósticos, es un producto que no conozco, pero me los ofrecen todos los días”. Los intermediarios que han surgido con la crisis “disparan a todo lo que se mueve”, dice. Y se aprovechan de la “desesperación” de gestores de hospitales. Sanchís, como otras fuentes, explica que la decisión del Gobierno de requisar material provocó que durante unos días las distribuidoras dejaran de importar ante el miedo a que quedara retenido en las aduanas.
La Comunidad Valenciana fue la primera que consiguió fletar un avión entero. Ya lleva cinco, el último, con 60 toneladas. “Hubiera ido bien que en su momento Europa hubiera utilizado su peso para marcar un precio en las compras”, afirma el presidente valenciano, Ximo Puig. “Pero después ya no estábamos en ese escenario. Necesitábamos suministros sí o sí”.
La Generalitat tiene varias vías abiertas, pero por ahora la más fiable se llama Chen Wu Keping, un empresario chino afincado en Ontinyent con el que la secretaria autonómica de Economía Sostenible, la socialista Rebeca Torró, trabajó con frecuencia en su etapa de concejal. La Generalitat traslada a Keping sus necesidades. El empresario —que no respondió a este diario— busca proveedores en China. La Consejería de Sanidad confirma que el producto cumple las especificaciones médicas y las certificaciones de calidad y cuenta con el marcaje CE. Y, en tal caso, el empresario compra el material y lo exporta a España. La Generalitat actúa como importadora, lo que facilita el trámite en la aduana.
Estafas y piratas
Evitar las estafas se ha convertido en una prioridad para las comunidades. Dos entidades bancarias bloquearon una transacción del Institut Català de la Salut de 35 millones de euros a un proveedor sospechoso. La Generalitat incluso lo denunció por fraude, aunque luego retiró la acusación alegando que el proveedor, Basic Devices, había documentado su viabilidad y siguió negociando. “Esa empresa no era un proveedor ordinario y los bancos hicieron lo que normalmente harían. Esta empresa te pedía pago por adelantado. Ahora ya estamos acostumbrados”, justifica Manjon.
Alex Arriola, director general del grupo SPRI, una agencia de desarrollo empresarial vasca, asegura haber aconsejado a otras regiones para evitar las estafas. Sus siete años como jefe de compras de varias industrias en China le granjearon una red de contactos fiable. La “idiosincrasia” de este país dificulta acudir a la fábrica, por eso son cruciales los intermediarios y que el pago por adelantado no se traduzca en estafas. “Sé que hay Gobiernos y empresas que nos han querido robar el producto”, añade. La táctica consiste en ofrecer doblar o triplicar el importe de un lote ya abonado. Como regatear en un zoco. Hasta ahora los “piratas”, dice, no se han salido con la suya.
Con información de Ferran Bono, Jessica Mouzo, Ignacio Zafra, Juan Navarro, Javier Martín-Arroyo, Sonia Vizoso, Juan José Mateo y José Marcos.
“Hay proveedores serios y otros que falsifican groseramente”
Según Díaz, algunos laboratorios chinos que emiten los certificados de calidad, sabiendo que ciertos importadores falsifican sus documentos, han habilitado páginas web para que autoridades y empresas europeas busquen el código del certificado y eviten fraudes. Lo confirma un exportador chino que exige anonimato: “Desde las webs es fácil averiguar si tal fábrica o producto cuenta con el certificado oficial. No hay excusa para aquellos que falsifican”. Asepal colabora con Aduanas y los servicios de inspección del comercio del Ministerio de Industria (Soivre) para verificar toda la documentación de los lotes, requisito previo a su importación. “Se ve de todo, pero el problema está en garantizar la trazabilidad del certificado de los laboratorios chinos acreditados, garantizar que ese informe coincide con el producto”, explica Pilar Cáceres, directora del Centro Nacional de Medios de Protección. “Se está intentando también agilizar y flexibilizar un poco el sistema europeo de certificación”.
En paralelo, la Comisión Europea intenta hacer un recuento de la producción actual de mascarillas en el continente, preguntando a los fabricantes a través de sus Estados miembros. De momento, la cifra es desconocida y la foto completa tardará en llegar. “Calculo que el volumen de producción se ha duplicado desde el inicio de la crisis, pero la Comisión no tendrá esa cifra global porque ninguna empresa está ahora para rellenar cuestionarios de producción”, apunta Henk Vanhoutte, secretario general de ESF, la patronal europea de fabricantes de EPI. Tras la orden de países como Francia o Bélgica para confiscar las existencias de mascarillas en su territorio, Vanhoutte se queja del poco margen para que la mercancía fluya por Europa sin cortapisas y de que “la solidaridad entre países” se haya esfumado en estos días de escasez. Sin embargo, la situación mejora poco a poco porque la maquinaria china recupera y amplía su ritmo de producción, los problemas de abastecimiento de la materia prima se han solventado y todos los países europeos, señala el directivo, han aumentado su producción de mascarillas quirúrgicas y filtrantes.
Información de Javier Martín-Arroyo
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