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La revolución de los copiones

La educación “online” incrementa las posibilidades de hacer trampas e incluso la suplantación de identidad. Profesores y expertos coinciden en que hay que cambiar la manera de evaluar en estas circunstancias

Una estudiante de cuarto de ESO estudia con su ordenador durante el confinamiento.
Una alumna de cuarto de la ESO estudia con su ordenador durante el confinamiento.Joan Sánchez

“Chicos os comparto cinco apps para hacer los deberes y acertar todo en los exámenes”. Así arranca uno de los cientos de vídeos de Tik Tok que han invadido las redes sociales el último mes. En un minuto, los alumnos comparten trucos para acertar los exámenes, hacer resúmenes automáticos, resolver problemas matemáticos, analizar sintácticamente frases, o traducir del latín. Hay cientos, con etiquetas como #trucos #clasesonline, y la mayoría llevan un trabajo de edición concienzudo. Y muy eficaz.

Estos vídeos demuestran que la ética es una tarea pendiente, pero que las competencias digitales de los alumnos son más evolucionadas que las de algunos docentes. “Acabo de terminar mi examen de mates y lo he copiado enterito”, confiesa Carla, 16 años, estudiante de 4 de ESO de Madrid. En su centro les obligan a poner el móvil apuntando al cuaderno y la profesora vigila desde la pantalla. “No te pueden controlar. Si quieres hacer trampas, las haces. Y ahora con las plataformas más”, dice. Para copiar ha usado tres cuadernos fuera de plano y el móvil de su madre para compartir las respuestas en el grupo de Whatsapp. “No me da cargo de conciencia, me pasé la tarde estudiando y no entendía nada. Es mucho más difícil aprender a distancia. Estaba agobiadísima y me ha salvado”, explica.

Imposible hacer exámenes 100% seguros

Los especialistas en ciberseguridad coinciden en que es imposible hacer exámenes 100% seguros. “Existen aplicaciones que analizan el comportamiento al otro lado de la pantalla y el porcentaje de posibilidades de que los alumnos hayan copiado, pero es difícil implantarlas para millones de alumnos”, dice Eduardo Cruz, especialista en ciberseguridad y consejero delegado de la aplicación de control parental Qustodio. Una de ellas es el navegador Respondus LockDown Browser: impide copiar datos, ir a otras URL o utilizar otras aplicaciones, y envía un informe de vídeo y audio de cada alumno con una estimación de fraude. Como es imposible de aplicar en el sistema educativo, Daniel C., profesor de robótica e inglés en Mérida, señala que las facultades de informática han optado por lo analógico, que permite al menos comprobar la letra de quien hace el examen: “Los alumnos hacen las pruebas con tiempo muy limitado, en papel y a mano, y luego las escanean y se las envían a su profesor”.

Cuando a Rafael Rodríguez Rubio, del instituto IES Ramón Carande de Sevilla, le llegaron estos vídeos le escandalizó que alardearan de hacer trampas, pero le fascinó “su capacidad de superar problemas de forma cooperativa, solidaria y con las herramientas a su alcance; demuestran mejor que cualquier test sus competencias para el siglo XXI”. Rafael cree que en el fondo están cuestionando cómo se les examina: “Debería ser un proceso de mejora y no solo de números”. El problema es que la adaptación del sistema educativo a esta situación ha sido forzada, rápida y sin tiempo para pensarla: “Ha habido muchos desajustes. Para algunos profesores lo fácil es tirar de los reyes godos y olvidamos lo más importante, que son los procesos”, señala Rodríguez Rubio.

Para Carla es insultante que les evalúen con un test: “Los exámenes online no tienen sentido. La profesora no sabe si he entendido la II Guerra Mundial si me pregunta por fechas, nombres y batallas, que están a un clic. Molaría que hubiera retos, que tuviéramos que aplicar lo aprendido a los campos de refugiados, por ejemplo. Pero sería más difícil de corregir que un cuestionario de Google”. Aunque reconoce que los exámenes tienen menos peso que antes pero siguen siendo importantes.

José Miguel Sáiz Gómez, asesor de tecnología en un centro de Formación del Profesorado de Cantabria y responsable de formación online de la consejería ofrece algunas pautas para que la evaluación dé un retrato cercano al desarrollo de los alumnos. “Varias pruebas y más breves, con tiempo acotado, preguntas aleatorias y varios modelos de examen. Y pruebas de respuesta abierta, donde tengan que sacar conclusiones, relacionar y aportar experiencias personales”, explica.

Sin exámenes convencionales

Susana López Romero es profesora en un instituto en Cádiz y ha prescindido de los exámenes convencionales. “Les dejo usar todo el material y que resuelvan supuestos”, explica. “No tiene sentido que memoricen 40 leyes que van a cambiar mañana. Es mejor que sepan dónde buscar información veraz, y aplicarla en un mundo cambiante”, concluye. Otra propuesta es que apliquen lo aprendido a su realidad, como dice Carlos Medina, profesor de Historia en Elche: “Deben saber cómo el aprendizaje les es útil para cambiar su mundo. Los test no evalúan la capacidad del alumno de superar un problema”.

En el colegio de Sara, ni siquiera les obligan a encender la cámara para hacer el examen online, así que su madre respondió por ella una prueba de francés: “Bueno, fue un poco a medias”, confiesa. Ella a su vez resolvió el examen de inglés de su hermano. “Él sí que tenía que encender la cámara pero no el micro, me puse a su lado fuera de plano y le dicté las respuestas”, explica esta alumna de cuarto de Secundaria. Dani C. cree que las familias apoyan a sus hijos aplicando el sentido común que a veces el sistema no aporta. “Si esa niña tiene que sacar una nota imposible para hacer medicina, es normal que su madre le ayude con el francés, que no es determinante y puede penalizarle”. Para este profesor hay algo también de desafío frente a un sistema injusto. “Les cabrea y lo revientan con las armas a su alcance. Están utilizando técnicas muy inteligentes: trabajo en grupo para un objetivo común, optimizando el aprendizaje y compartiéndolo”, explica este docente.

A Sara le enfadó y le alegró a partes iguales descubrir que su profesora de literatura había copiado de internet un examen. Tenía que responder varias preguntas sobre San Manuel Bueno Mártir, de Miguel de Unamuno: “No me lo había leído pero copié una de las preguntas en google y me llevó a una página con 50 preguntas y respuestas sobre el libro; solo tuve que reescribir las respuestas con mis palabras para que no se notara”.

Eduardo Cruz propone integrar la tecnología de forma creativa: “El medio que usan estos estudiantes debería ser parte de la solución. Si en lugar de un examen se les planteara hacer un vídeo TikTok sobre un libro tendrían que investigar, hacer un buen guion, resumir y pensar”, explica este especialista. Y concluye admirado: “Estos chavales están rompiendo con lo establecido y cuestionándolo. Les parece absurdo así que están haciendo su revolución”.

Captura de imagen de la web Mil Anuncios donde una estudiante se ofrece a hacer exámenes
Captura de imagen de la web Mil Anuncios donde una estudiante se ofrece a hacer exámenes

“HAGO TU EXAMEN POR 15 EUROS”

La brecha de seguridad que han abierto los exámenes online ha llegado hasta las web de anuncios online. Con una simple búsqueda se pueden encontrar sin gran dificultad estudiantes universitarios que se ofrecen a hacerte el examen a cambio de dinero. Los precios de los anuncios consultados por EL PAÍS oscilan entre los 15 y los 35 euros. Se anuncian como estudiantes de ingeniería que se ofrecen para exámenes o trabajos de matemáticas, física o química. En algunos casos, como confirmó este diario, quienes les contratan son los padres, y algunos de ellos son profesores particulares de alumnos. La dinámica del fraude es similar en las distintas propuestas: o bien se conectan en remoto al ordenador del estudiante y hacen la prueba por él a distancia, o bien, cuando los alumnos reciben el examen en la plataforma le hacen foto a los ejercicios y se los mandan al experto contratado. Mientras dura el examen los resuelve y envía al alumno que entrega el ejercicio ya resuelto.

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