La difícil desescalada en los barrios más densos de Madrid y Barcelona
Un estudio apunta que 23 de los 33 kilómetros cuadrados con más población de Europa están en España
El urbanista Alasdair Rae, de la Universidad de Sheffield, Reino Unido, ha trazado una retícula de un kilómetro cuadrado en el mapa de Europa y lo ha cruzado con datos de población para descubrir las zonas más pobladas: resulta que 23 de las 33 zonas con más densidad de habitantes, superior al ideal de 30.000 por kilómetro cuadrado, son españolas. La más saturada de Europa está en La Torrassa, en L'Hospitalet de Llobregat: 53.119 personas. Barcelona y alrededores tienen 16 puestos en la lista. Madrid acoge cuatro zonas, la más densa está en el barrio de Arganzuela. Las otras se hallan en Bilbao, Gijón y Zaragoza. En esos lugares el desconfinamiento no es tan fácil.
En La Torrassa, el punto más denso de Europa, la hora solitaria de las tres de la tarde no lo es tanto en la plaza Española. El inicio de la desescalada ha empujado a los vecinos a retomar en lo que pueden su vida normal, aunque sea a la hora de la siesta. Hay un hormigueo de ciudadanos con el carrito de la compra, paseando el perro o sacando a los niños. Antes de las ocho, cuando se permite el paseo y el deporte, el gentío se intensifica y en algunos lugares cuesta distinguir el escenario actual con el previo a la pandemia.
“La gente ha perdido el miedo. Hace dos o tres semanas, cuando las noticias iban llenas de muertos, aquí no había nadie, solo salíamos a comprar, y ahora hemos vuelto un poco a la normalidad”, razona Jacqueline. Está sentada en un banco de la plaza con siete u ocho amigos y familiares de origen dominicano, tercer colectivo de origen extranjero del barrio. Los datos del Ayuntamiento confirman que todo el distrito 3 de L’Hospitalet, formado por los barrios de Collblanc y La Torrassa, es uno de los más densos de Europa, con 56.040 habitantes por kilómetro cuadrado. Es un dato que sorprende porque los barrios no son de bloques altos como en otras zonas, sino edificios de cuatro o cinco plantas con pisos pequeños, pero habitualmente compartidos por varias personas. La población, con una edad media de 41 años, es en un 30% de origen extranjero, y la inmigración ha crecido casi un 20% en cinco años. “Aquí será difícil tenernos a todos en casa. Si no vuelven a subir los muertos y contagiados, la gente saldrá a pasear”, explica Willy, de 35 años, mientras apura una lata de cerveza en el banco.
Fuera de la plaza, la afluencia de gente es menor. “Sabemos que solo podemos ir con los niños hasta las siete, pero a veces cuesta que quieran volver a casa”, se excusan Edgar y Lucy, una pareja de origen boliviano. El Ayuntamiento de L’Hospitalet, que dirige Núria Marín, sabe que esta realidad es la densidad con la que tiene que trabajar, y destaca que la guardia urbana intensifica su presencia en las calles. La presidenta de la asociación de vecinos de Collblanc-La Torrassa, Loli Colás, analiza las dificultades de la desescalada: “En los pisos antiguos convive mucha gente. Tras un confinamiento duro, con poco que dejen salir a los vecinos, salen. El espacio no da para más para tanta gente”, explica. Colás añade que aún no ha afectado a la convivencia, pero sí hay momentos de tensión: “Hay gente que no sale porque tiene miedo, y otros parece que no llevan mucho cuidado”. La asociación ha visto aumentar las familias que piden ayuda y alimentos por primera vez, lo que ha desbordado a los servicios sociales.
En la zona más densa de Madrid, en el distrito de Arganzuela, cada día, minutos antes de los aplausos de las ocho de la tarde, José Miguel López rompe el silencio en la calle Tomás Bretón enchufando la música desde los altavoces de su balcón. Así advierte a sus vecinos de que llega el rito diario del confinamiento. Suena el estruendo y se asoman todos. El estilo cambia a diario. Chunda-chunda, rock, infantil... El fin de semana pasado era el turno de las sevillanas por ser tiempo de Feria de Abril. El sábado pasado, primer día para salir al exterior, se formó bajo el balcón tal aglomeración que un vecino alertó a la policía y la fiesta se acabó de golpe. José Miguel y su pareja, María Sánchez, no se esperaban que en su estrecha callecita fuera a aparecer tal multitud.
“Esto parecía la Gran Vía”, dice José Miguel. La calle Tomás Bretón está en el corazón del kilómetro cuadrado con más densidad de población de Madrid: 44.636 personas entre las calles del Ferrocarril (norte), Bolívar (sur), Turmalina (este) y el río Manzanares (oeste). Durante la fase 0 de desescalada, los vecinos deberán moverse en un espacio agobiante, la decimoquinta densidad más alta de Europa.
Aquí no hay grandes colmenas en altura. Muchos pisos tienen seis o siete plantas, la mitad de otras zonas. Al dar un paseo es difícil imaginar que tenga el récord de habitantes. Pero las fachadas engañan porque no dan una idea de cuánta gente vive detrás. Una pista la dan los telefonillos en los portales. Algunos tienen 11 pisos por planta. Son edificios de gran profundidad, sin patios interiores. Se ve con el satélite de Google Maps: muchas manzanas son una maraña de edificios, casi sin aire entre ellos.
Este dibujo abigarrado es producto de la especulación urbanística de fin del XIX y principio del XX, cuando se desarrollaron los barrios en torno al centro, explica Agustín Hernández, catedrático de Arquitectura de la Politécnica de Madrid. “La burguesía buscó apurar al máximo el espacio para sacar más provecho económico, en contra del diseño que había hecho el Plan de Castro a mediados del siglo XIX”, añade.
Hoy este vecindario está habitado por familias de clase media, jóvenes profesionales y funcionarios. Es una zona dormitorio donde los vecinos interactúan poco, dice Estefanía Rodríguez, una ingeniera de 42 años de la calle Canarias. Como muchos, está encantada por la oportunidad inesperada que ha dado la pandemia: “Creo que mucha gente nos hemos conocido estos días”.
Las aceras son estrechas y no permiten mantener la distancia de dos metros, pero como no hay tráfico de coches, los peatones, corredores y ciclistas han tomado las calzadas. José Miguel y María, que regentan el mesón Las Regiones debajo de su piso, dicen que los vecinos de la calle Tomás Bretón han creado una página de Facebook y un grupo de WhatsApp. Cuando caducó su leche y otro género del bar lo anunciaron en las redes para repartirlo a los más necesitados. “Hemos creado barrio, que era lo importante”, dice José Miguel desde su balcón mientras se preparaba para pinchar sevillanas con un clavel y una gorra de chulapo.
Información sobre el coronavirus
- Aquí puede seguir la última hora sobre la evolución de la pandemia
- Así evoluciona la curva del coronavirus en España y en cada autonomía
- Preguntas y respuestas sobre el coronavirus
- Guía de actuación ante la enfermedad
- En caso de tener síntomas, estos son los teléfonos que se han habilitado en cada comunidad
- Pinche aquí para suscribirse a la newsletter diaria sobre la pandemia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.