Movilización ciudadana para ayudar a los afectados: “La avalancha de solidaridad ha sido abrumadora”
Más de 500 voluntarios tratan de canalizar el aluvión de aportaciones de ropa enseres y alimentos de vecinos y empresas
Desde que el domingo el volcán empezó a erupcionar, los palmeros se han lanzado a ayudar a sus vecinos sin esperar a las ayudas que el Gobierno de España y el de Canarias han anunciado esta semana. “La avalancha de solidaridad ha sido abrumadora, tanto en lo personal como en lo material”, confiesa emocionada Delsi Concepción, coordinadora de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane. “Estamos superados”, reconoce.
El polideportivo Severo ...
Desde que el domingo el volcán empezó a erupcionar, los palmeros se han lanzado a ayudar a sus vecinos sin esperar a las ayudas que el Gobierno de España y el de Canarias han anunciado esta semana. “La avalancha de solidaridad ha sido abrumadora, tanto en lo personal como en lo material”, confiesa emocionada Delsi Concepción, coordinadora de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane. “Estamos superados”, reconoce.
El polideportivo Severo Rodríguez se ha convertido en punto logístico improvisado para repartir artículos de primera necesidad de todo tipo. El flujo de enseres, ropa y alimentos ha sido incesante. Un equipo de nueve trabajadores sociales se encarga de registrar la situación de cada uno de los afectados que acuden, principalmente de este municipio de Los Llanos de Aridane, que incluye el barrio de Todoque, parcialmente sepultado por la lava.
“La solidaridad ha sido tan grande que ni siquiera sabemos bien qué tenemos”, explica Carmen, presidenta de una asociación de vecinos municipal. Ante el aluvión de donaciones, el Cabildo de La Palma ha publicado en redes sociales que la isla “ha cubierto las necesidades básicas” y que “la prioridad es recaudar fondos para demandas concretas”. La propia corporación tiene una cuenta corriente abierta para canalizar las aportaciones económicas.
El mediodía del viernes el trasiego de chalecos amarillos era frenético. Unos 500 voluntarios se turnan y forman cadenas humanas para descargar la mercancía que va llegando, ayudar a transportarla a los coches de los afectados o atender a la ininterrumpida llegada de damnificados y donaciones. “Yo nunca había visto algo parecido”, sostiene nervioso Franc, un ciudadano esloveno afincado en la isla que aún no sabe si ha perdido su casa en Todoque.
Jacob Alonso, de 38 años, llegó como un voluntario más, y ahora coordina la sección de alimentos. “El lunes no teníamos ni siquiera estanterías”, explica en el exterior del pabellón. “Pero gracias a las redes sociales, que a veces sí sirven para algo, hemos podido comunicar con mucha gente y empresas para cubrir las primeras necesidades”. A raíz del volcán, Alonso no solo ha perdido su trabajo de pinchadiscos, sino que corre peligro la finca de plataneras de su familia en Los Palacios, en el municipio de Tazacorte. “Es la que nos ha dado de comer a todos, la que nos ha pagado los estudios”.
El trabajo psicológico también resulta clave. De la coordinación de la media docena de profesionales voluntarios se encarga Nayra Rodríguez, de 39 años, una tinerfeña con familiares en Tazacorte y en Los Llanos. El domingo por la noche no dudó en dejar su trabajo y coger un barco nada más enterarse de la erupción. “En una situación de emergencia cualquier reacción es normal”, explica. “En esta ocasión, lo más frecuente ha sido encontrar personas con crisis de angustia y otras que se sienten culpables por no haber hecho las cosas de otra forma”.
Lista de espera de voluntarios
La llegada de voluntarios ha sido tal que los coordinadores, incluso, se han visto obligados a crear listas de espera. Esmeralda, psicóloga de 42 años, y Almudena, musicoterapeuta de 43, vinieron de Tenerife. El miércoles por la noche llenaron la furgoneta de la primera, hicieron una colecta entre sus amigos y viajaron hasta La Palma para entregar mantas, ropa de cama y artículos de higiene, y ofrecerse para ayudar. “Podemos hacer terapia, o ayudar con música para hacer más llevadera la situación”, explican. “Pero ahora están saturados. Han apuntado nuestros nombres y números y ya nos llamarán”.
Los voluntarios tampoco esperan a que la gente venga al polideportivo. “Comprendo que los que han perdido sus casas no quieran hablar a los medios”, explica Jacob Alonso. “Esto ha sido un golpe duro para el orgullo de muchas personas, perderlo todo de repente”, dice con voz entrecortada. “Por eso, parte de nuestro trabajo es llevar comida y abrigo a personas que no quieren salir de sus casas, porque les da vergüenza, incluso, que les vean teniendo que venir a pedir ayuda”.