Encontrar empleo pese a los obstáculos. Por dónde empezar la búsqueda
Aunque la brecha laboral que media entre las personas de colectivos vulnerables y el resto de la población es muy grande, existen vías y maneras de encontrar empleo y acortar esta distancia. Qué hacer, dónde acudir y a quién recurrir
Jennifer (nombre ficticio), hondureña de 40 años y víctima de violencia de género, no estuvo tranquila hasta que consiguió un contrato indefinido como limpiadora. Lo mismo le sucedió a su compatriota Claudia, de 44, que se quedó sin trabajo a consecuencia de la pandemia y hoy tiene un contrato fijo como gerocultora en una residencia de mayores. La estabilidad de ambas mujeres y la de sus hijos pendió de un hilo hasta que asentaron sus condiciones laborales. Las dos son parte de los colectivos vulnerables en España: personas con discapacidad, mujeres víctimas de violencia de género o ciudadanos en riesgo de exclusión social, entre otros, que se ven arrojados a una carrera de obstáculos a la hora de buscar trabajo.
Jennifer y Claudia lo lograron. Los expertos coinciden en que una ocupación fija es el factor más importante para hallar cierta seguridad y evitar sobresaltos. Pero el asunto no es solo encontrar un empleo. Aún quedan muchas diferencias por limar en cuanto a la calidad del mismo. Daniel-Aníbal García, secretario de Finanzas de la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe), denuncia el agravio comparativo entre las personas con discapacidad, uno de los colectivos vulnerables más numerosos de España, y el resto de la población: “Además de un desempleo más elevado, también tenemos un salario medio menor en todos los grupos profesionales. Es un elemento de discriminación, tanto el acceso como la retribución”, asegura.
Qué hacer y dónde acudir
Para encontrar empleo y paliar esta brecha, García señala que el punto de partida está en las entidades que representan a estos colectivos. Suelen contar con bolsas de empleo específicas, agencias de colocación y un gran volumen de información y experiencia acumulada. Facilitan, además, la inscripción en el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal). Cocemfe, sin ir más lejos, tiene inscritas a unas 60.000 personas en su portal de empleo, del que han salido cerca de 6.000 contrataciones en 2021.
Apuntarse en una bolsa de empleo no es solo esperar una llamada. En muchas ocasiones, subraya García, se incluye una valoración personal o cursos de recualificación, algo esencial, por ejemplo, en casos de discapacidad sobrevenida, como los que se producen tras un accidente o un desahucio. Estas formaciones abren oportunidades en territorios conocidos, como las ocupaciones clásicas del sector servicios, pero también en ámbitos emergentes: “Hay que incluir a personas con discapacidad en áreas como la economía verde. Si no, siempre nos quedaremos atrás. Cambiar la autopercepción. Nos gusta la frase: ‘Quiero ser tu compañero, o tu jefe”, prosigue.
El experto recalca otros dos nichos por explorar: el autoempleo, con bonificaciones y medidas de apoyo para autoempleados y emprendedores, y el empleo público: “Podemos ayudar y orientar a quien lo solicite. Existe además un cierto número de plazas reservadas”, detalla.
Otra vía para acceder al mercado laboral a la que conviene prestar atención son las ferias de empleo que organizan algunas empresas. Clece, que gestiona de manera indirecta servicios públicos esenciales, es una de ellas. Lo hace a través de Clece Emplea que, en su primera edición, celebrada entre el 14 y el 15 de junio, ofertó 2.800 puestos de trabajo en toda España con la participación de 139 entidades públicas y del tercer sector. El evento reunió a 44 técnicos de selección para entrevistar vía telemática a 3.500 candidatos en situación de vulnerabilidad. “Buscamos gente con ganas de trabajar y que tenga actitud. Queremos cerrar el círculo de la integración con una oportunidad laboral”, explica Íñigo Camilleri, director de Selección, Desarrollo e Igualdad de Clece.
Camilleri destaca la adecuación de los puestos de trabajo a las circunstancias del postulante. En un caso de violencia de género, por ejemplo, la víctima tiene una disponibilidad horaria muy determinada, limitada por citas con el abogado o los distintos trámites relacionados con su situación: “Hay que preparar al trabajador. La integración tiene que ser gradual, con un número de horas en aumento para que le dé tiempo a asimilar la dinámica y conjugar a la vez su vida personal”, resume.
Silvia Bielsa, una de las técnicas de selección de Clece Emplea, que durante las jornadas de la feria entrevistó a decenas de candidatos, explica que se postulan personas a las que han dañado. “Suelen estar al límite. Hay que cambiar la mirada y ofrecer puestos donde puedan aportar, y reincorporarse así a la rueda social”, explicita.
Aprender para acceder
Cristina Lozano, responsable de Intermediación y Prospección de Empresas de Pinardi, una federación de plataformas sociales que ayuda a jóvenes en riesgo de exclusión y una de las 139 organizaciones colaboradoras de Clece Emplea, considera este evento “el escenario perfecto para explorar el mercado de trabajo. Los candidatos adquieren rutina, tratan con jefes, se forman un hábito. Nosotros preparamos a chicos que están en el momento vital de tener una primera experiencia laboral”.
Esa preparación se basa en desarrollar las competencias básicas de estos jóvenes, como el trabajo en equipo, la puntualidad, la tolerancia a la frustración, la resolución de conflictos con el compañero: “Cosas tan sencillas como saber hablar con el jefe si un día llegan tarde al trabajo”, apostilla Lozano. La idea es ubicarles en el mercado para que adquieran poco a poco la parte técnica y práctica: “La motivación la llevan ellos. Hay que sensibilizar para que las empresas vean estas bondades”, añade.
Los candidatos no son solo jóvenes. También se postulan personas mayores, como un padre o una madre parados de larga duración, fuera del mercado un largo tiempo, o trabajadores que ven cómo sus negocios cierran y se ven forzados a reinventarse. “El fin es que se reactiven y pierdan miedos, el temido: ‘No sé si sabré’. Con esta vuelta al mundo laboral, aunque sea en posiciones sencillas, el después es más llevadero”, continúa Lozano.
Una inmersión acompañada
Daniel-Aníbal García, de Cocemfe, denuncia que, en muchas ocasiones, falta acompañamiento en la integración: “Estas personas necesitan un seguimiento una vez lanzadas a la nueva empresa, la inserción no puede darse solo el día que entran. Por ejemplo, la normativa incluye adaptaciones físicas al puesto de trabajo, pero no se cumple siempre”.
Este acompañamiento en la integración es obligatorio en el caso de los centros especiales de empleo, empresas con la misión de impulsar la integración laboral de personas con discapacidad. Lo hacen a través de unidades de apoyo, un órgano multidisciplinar compuesto por psicólogos y trabajadores sociales, entre otros, que acompaña a los nuevos trabajadores en su inmersión empresarial y trata de garantizar su plena adaptación al mercado laboral. Una especie de gabinete de ayuda que siempre está de guardia.
Sin embargo, las empresas ordinarias no tienen por qué contar con este recurso. Olga Giner es psicóloga y está a cargo de la unidad de apoyo de Clece en Cataluña, una empresa que sí decidió crear por su cuenta esta unidad para ayudar a sus trabajadores con discapacidad, víctimas de violencia de género o en riesgo de exclusión social: “Es un ambiente de confianza que agradecen mucho. Pueden abrirse y contarnos cómo están. Son personas que han pasado mucho tiempo buscando un puesto de trabajo, y eso genera inseguridad”.
Estas unidades evalúan varios condicionantes críticos de cada empleado, como la vivienda, el ocio, la familia, la salud o la situación económica. “Entonces identificamos dónde podemos mejorar, con un acompañamiento periódico y confidencial”, afirma Giner. El fin es que sepan que la empresa ha querido que estén aquí. “Estamos orgullosos de las experiencias que hemos tenido. Queremos que funcionen y se queden”, termina.