¿Y si las redes no fueran tan culpables de la polarización? Se multiplican las explicaciones alternativas
Un nuevo artículo científico sobre la matanza de Srebrenica discute el rol de Facebook como motor de la tensión política
En julio de 2019, durante una semana, un grupo de bosnios no entró en Facebook. Era la segunda semana del mes, cuando se recuerda el genocidio de Srebrenica, la mayor atrocidad en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Son unos días de memoria y, quizá, de rabia. Unos investigadores de la Universidad de Nueva York querían medir si abandonar la red social predominante en el país exacerbaba o no la polarización entre grupos étnicos. ¿Cuál fue el resultado? Los que no usaron Facebook acabaron por tener peor imagen de otros grupos étnicos.
Los resultados no son definitivos, porque pueden e...
En julio de 2019, durante una semana, un grupo de bosnios no entró en Facebook. Era la segunda semana del mes, cuando se recuerda el genocidio de Srebrenica, la mayor atrocidad en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Son unos días de memoria y, quizá, de rabia. Unos investigadores de la Universidad de Nueva York querían medir si abandonar la red social predominante en el país exacerbaba o no la polarización entre grupos étnicos. ¿Cuál fue el resultado? Los que no usaron Facebook acabaron por tener peor imagen de otros grupos étnicos.
Los resultados no son definitivos, porque pueden explicarse por otras causas externas, pero sí se suman a una lenta pero consistente evidencia sobre el efecto de las redes en la polarización política: es posible que tengan un rol, pero no son el motor de ella. Según explica por correo eléctronico a EL PAÍS Nejla Asimovic, coautora de la investigación publicada por PNAS, “Los factores de la vida real pueden ser tan divisivos, si no más, que los ambientes online, que aún permiten a la gente relacionarse con otros grupos étnicos”. “Nuestros hallazgos destacan que la relación entre redes y polarización es compleja y que debemos movernos más allá de la dicotomía para bien o para mal que hacemos de ellas”, añade. La composición de los grupos sociales en la vida real, más o menos homogéneos, también tienen importancia.
La coincidencia en el tiempo de la explosión en el uso de redes y del aumento de la polarización política ha llevado a muchos a vincular ambas corrientes como causa y efecto. Pero la literatura científica pone en cuestión cada vez más estas explicaciones fáciles. “El uso de las redes sociales y su diseño puede ciertamente aumentar y perfeccionar la polarización”, explica Asimovic, “así que no queremos que [nuestro estudio] se interprete como que las plataformas son inocentes. Aún pueden hacer mucho para ser un espacio más productivo”. Pero a la vez le parece “demasiado fácil” apuntar a las redes como la causa única o decisiva de la polarización y que la solución pase por “abandonar el mundo online”.
El profesor de la Universidad de Nueva York Joshua A. Tucker, coautor del artículo junto a Asimovic, da una larga lista de opciones que pueden haber contribuido a la polarización al margen de las redes sociales. “Primero y sobre todo, la gran recesión tras la crisis de 2008, pero también el aumento de la automatización y la pérdida de buenos trabajos para la clase obrera. En Europa, hemos visto el flujo de inmigrantes de Oriente Medio, del norte de África, y en particular de Siria, que ha dado alas a los políticos populistas. Y la pandemia, que también ha sido ocasión para los reclamos populistas”.
Nuestra navegación es polarizada
Otro artículo científico reciente (y premiado por la Conferencia de Internet y Redes Sociales, ICWSM por sus siglas en inglés) sobre polarización y consumo de información digital de investigadores de Mozilla, la Universidad Politécnica de Lausana y el MIT, no analiza las redes, pero sí estudia el historial de navegación de miles de personas y detecta que “el consumo de información sigue un patrón polarizado, donde los usuarios visitan los medios que se alinean con su tendencia política y durante más tiempo que otras fuentes de información”. Sin embargo, no han comprobado si el origen de esas navegaciones está o no en las redes sociales, que podrían dirigir el tráfico hacia una comunidad determinada.
Según Kiran Garimella, investigador en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), el estudio muestra un “centro significativo, donde están los medios principales como el New York Times o la CNN, que desde la derecha consideran de ‘izquierdas’. Sin embargo, mucha gente los visita muy a menudo, lo que los convierte en los más visitados” de su base de datos.
Estos dos artículos vienen a añadir algo más de peso a la hipótesis creciente de que las redes quizá no sean un factor tan decisivo a la hora de dividir a una sociedad. David García, profesor de la Universidad tecnológica de Graz (Austria), asegura que “el discurso habitual sobre el rol de las redes sociales en la polarización es muy simplista“. “Desde hace unos cinco años se han publicado estudios que demuestran que, aunque estas pueden contribuir a la polarización, hay otras fuerzas que tienen incluso mas importancia, como el rol de los medios tradicionales sobre todo las noticias por cable en EE UU y los periódicos digitales. Otro factor importante es el comportamiento de las elites políticas”, explica en un mensaje a EL PAÍS.
Los artículos que intentan medir la correlación entre polarización y uso de las redes son, de cualquier modo, escasos. Sobre todo porque son caros y complejos. Otro artículo reciente de la Universidad de Stanford sí encontró que salir de Facebook reducía la división social, aunque el estudio se había hecho entre grupos políticos y no étnicos. “El problema es que no lo sabemos bien”, dice García. “El experimento de Stanford, llega a una conclusión distinta al de Bosnia. Así que parece que en un caso las redes online aumentan la polarización y en el otro lo reducen”, añade.
Ambos trabajos coinciden en que salir de Facebook proporciona mayor bienestar, aunque no está claro si este efecto pudiera producirse por un alejamiento de las noticias. “Es tentador interpretar estos resultados como que ‘la ignorancia es una bendición’, pero no tenemos nada en realidad que lo sostenga”, dice Asimovic. “Hay muchos mecanismos que podrían explicar la mejora en el bienestar percibido y la desconexión de las noticias puede ciertamente ser una de ellas. Pero no podemos descartar otras posibilidades con un efecto más directo, como la reducción del acoso online o las actividades alternativas que se emprenden [en lugar de entrar en Facebook]”, añade.
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