El genio de la inteligencia artificial ha salido de la lámpara: cómo prepararnos para su impacto social
Con los avances recientes de la IA generativa, las palabras pueden convertirse en armas y las narrativas generadas amenazan con desestabilizar y desequilibrar aún más la sociedad
Hace unas semanas estuve en Atenas participando en la reunión de líderes de la Fundación Obama, donde tuve el privilegio de convivir con más de cien personas de todos los rincones del planeta que están liderando el cambio en sus respectivas áreas, desde la industria, el sector público y la sociedad civil. Durante el programa también he podido debatir con el expresidente Barack Obama sobre el profundo impacto que la inteligencia artificial (IA) tendrá en nuestra socie...
Hace unas semanas estuve en Atenas participando en la reunión de líderes de la Fundación Obama, donde tuve el privilegio de convivir con más de cien personas de todos los rincones del planeta que están liderando el cambio en sus respectivas áreas, desde la industria, el sector público y la sociedad civil. Durante el programa también he podido debatir con el expresidente Barack Obama sobre el profundo impacto que la inteligencia artificial (IA) tendrá en nuestra sociedad. Lo considera un tema de máxima prioridad. Yo también tengo claro que hay que actuar ahora y sentar las bases para maximizar las oportunidades y minimizar los riesgos de la IA.
Este tema me ha apasionado durante mucho tiempo. Hace casi veinte años, creé un sistema de IA basado en redes neuronales que podía escribir poesía al estilo de William Blake. Como Chief Data Scientist de la ONU, antes de que llegara la pandemia, entrenamos una IA capaz de escribir discursos como los que pronuncian los presidentes de los estados miembros en la Asamblea General de la ONU. Queríamos advertir de los inminentes retos sociales que plantea esta tecnología. Muchos de estos retos se están haciendo realidad más rápido de lo esperado.
La conversación con el expresidente Barak Obama me transportó a 2011, cuando pude verle en directo desde el hall de la Asamblea General de la ONU, en un discurso donde exponía que las tecnologías digitales dan poder a la gente normal. Era la primavera árabe. Echando la vista atrás, probablemente fuimos demasiado optimistas, y la inacción durante la década de los 2010 desde el punto de vista ético, normativo y regulatorio en torno a las redes sociales y la privacidad de datos, ha dado lugar al capitalismo de vigilancia, la polarización, los problemas de salud mental e incluso ha promovido violaciones de los derechos humanos.
Con los avances recientes de la IA generativa, una plataforma que fagocita nuestro planeta digital mucho más rápido que la anterior ola tecnológica, necesitamos actuar rápido, y no podemos pasar por alto los riesgos: la necesidad de contar con tecnologías fiables e imparciales, trazar líneas rojas y evitar la concentración de poder que puede incrementar la desigualdad y condenar a más gente a la irrelevancia. No solo eso, las palabras pueden convertirse en armas, y los chatbots actuales podrían considerarse el equivalente a los “Kalashnikovs de la desinformación”, como dice Marta Peirano. La IA es poder, y las narrativas generadas con ayuda de los algoritmos amenazan con desestabilizar y desequilibrar aún más nuestra sociedad.
En todo caso, más allá de mitigar los riesgos ―soy optimista y creo que lo conseguiremos― se producirá una transformación sistémica. El genio de la IA ha salido de la lámpara y no va a volver. Del mismo modo que tecnologías de la información como el papel, la imprenta e Internet cambiaron nuestro mundo, la IA cambiará nuestra sociedad y el rol en ella de muchos de nosotros. Nuevas herramientas que nos dan oportunidades sin precedentes, por ejemplo, para acelerar y democratizar el acceso a la medicina personalizada y de precisión, como hacemos en Spotlab. No solo la salud, también la educación, la ingeniería o el diseño vivirán una especie de explosión cámbrica de avances y creatividad sin precedentes. Herramientas que pueden realizar tareas cognitivas a un coste casi nulo permitirán un aumento de productividad que bien gestionado mejoraría la vida de muchas personas.
¿Por dónde empezar? Por probarlo. No es lo mismo contarlo que vivirlo. Empresas, organismos públicos, asociaciones, ONGs, instituciones educativas… Todos los actores debemos de hacer un esfuerzo y probar estas herramientas para entender de primera mano por qué nos pueden ser útiles para nuestra misión y qué puede salir mal. No hay que esperar a que nadie lo haga por nosotros, ya que casi todo el mundo está en la casilla de salida. En este tsunami socioeconómico de la IA, nos encontramos en el momento en que el agua se ha retirado, justo antes de que llegue la ola gigante, y hemos de estar preparados.
La responsabilidad de gestionar esta “transición de la IA”, donde las interacciones sociales y la economía del conocimiento estarán mediadas por la IA, no puede recaer únicamente en las empresas tecnológicas, y los gobiernos —reguladores y responsables políticos—, sino que debe ser acometida en paralelo por todos los actores de la sociedad. Las líneas rojas y los marcos reguladores serán solo el principio.
La IA es una herramienta que se utilizará para ofrecer nuevos productos y servicios, para construir ciudades accesibles, para luchar contra el cambio climático, para mapear la biodiversidad, para revolucionar la ciencia, para potenciar la imaginación de artistas, para proteger y reinventar nuestras democracias, en definitiva, para educar a nuestras hijas y a las generaciones futuras. Sea cual sea tu rol y tu sector, ahora es el momento de experimentar, participar de la discusión, sentarse en la mesa y dar forma a una IA más humana que nos ayude a cumplir nuestra misión.
Miguel Luengo-Oroz ha sido Chief Data Scientist de la ONU hasta 2022 y es CEO de Spotlab.
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