El Ted Lasso de Arteixo
Arsenio Iglesias se dejó engatusar por un Real Madrid agonizante. En la capital, sus métodos se vieron tan disparatados como los del entrenador americano en Londres
A falta de un rito en la cultura occidental que certifique el paso a la senectud yo he encontrado el mío en el debut en Primera de los hijos de jugadores que fichaba en la Liga Fantástica. Cuando vi a Thiago, hijo de Mazinho que enamoró a Balaídos, con la camiseta del Barça, supe que estaba a cinco minutos de lanzarme al mar en un iceberg como los ancianos esquimales de Los dientes del diablo.
Ahora me remata Nico, vástago de Fran, líder del Superdépor de Arsenio Iglesias, el Ted Lasso de Arteixo. El gallego retranqueiro que llevó a un club modesto a codearse con los grandes y al borde de la jubilación se dejó engatusar por un Real Madrid agonizante. En la capital, sus métodos se vieron tan disparatados como los del entrenador americano en Londres. No se leía “believe” en su vestuario, pero sí buena comida, buena siesta y buen descanso. Lo cuenta el portero Paco Liaño en Branquiazul: Historia oral de los años dorados del Dépor. Arsenio veía a sus jugadores como los niños que no eran. Casi todos frisaban la treintena excepto Raúl, una anomalía como Casillas saliendo del instituto para debutar en la Champions. Ahora los niños en la élite son norma.
Cuando veo al imberbe Pedri alzando premios, lo recuerdo tras el partido contra Croacia en la Eurocopa, exhausto, agotado, demacrado como Michael Sarrazin en Danzad, danzad malditos, tras acumular en sus piernas más minutos que ningún otro. No veo fútbol is life.
Esta semana el Barça ha confirmado que no volverá a jugar hasta 2022. Las lesiones apenas le han dejado hacerlo esta temporada. Quizás si el deporte profesional va a ser cosa de niños lo que se necesiten sean líderes de aquellos que recetaban siestas y no sádicos maestros de ceremonias que les dejen bailar hasta reventar.
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