El ‘true crime’ que indigna a los mormones
Se estrena ‘Por mandato del cielo’, la serie sobre el asesinato cometido por dos fundamentalistas en los ochenta, que ha ofendido a los fieles por su representación “tergiversada” de la religión
Los dos eran devotos mormones con una moral a prueba de bomba. No se les ocurría probar el alcohol ni la cafeína. Nunca se habían colocado un cigarrillo en los labios y no toleraban tacos ni otras blasfemias en su presencia, pero no dudaron en matar por orden de Dios. Durante el verano de 1984, Ron Lafferty, fundamentalista religioso que pertenecía a una conocida familia de notables de la periferia de Salt Lake City —los llamaban “los Kennedy de Utah”—, se juntó con su hermano Dan para ejecutar un asesinato por mandato divino...
Los dos eran devotos mormones con una moral a prueba de bomba. No se les ocurría probar el alcohol ni la cafeína. Nunca se habían colocado un cigarrillo en los labios y no toleraban tacos ni otras blasfemias en su presencia, pero no dudaron en matar por orden de Dios. Durante el verano de 1984, Ron Lafferty, fundamentalista religioso que pertenecía a una conocida familia de notables de la periferia de Salt Lake City —los llamaban “los Kennedy de Utah”—, se juntó con su hermano Dan para ejecutar un asesinato por mandato divino: el de su cuñada, Brenda Wright, y su sobrina de 15 meses. Ella era “la chica mormona perfecta”, una aspirante a periodista criada en la menos conservadora Idaho por una familia un tanto más abierta, lo que explicaba su tendencia a no dejarse amedrantar por los patriarcas de la familia, que no eran pocos.
En esa historia de sangre y fanatismo religioso se inspira Por mandato del cielo, la sobrecogedora miniserie de siete capítulos que se estrena este miércoles en Disney+. Creada por Dustin Lance Black, guionista oscarizado por Mi nombre es Harvey Milk, gay declarado que fue educado en el mormonismo antes de perder la fe —entre otras cosas, por su homofobia—, la serie adapta el libro Obedeceré a Dios (recién recuperado por Península), donde Jon Krakauer, autor de Hacia rutas salvajes y Mal de altura, alternaba su investigación periodística sobre el caso con una historia cultural de la religión mormona y sus vínculos profundos con la violencia y el sometimiento de las mujeres. La miniserie sigue ese mismo esquema y combina el relato protagonizado por la familia Lafferty con un puñado de flashbacks que nos llevan a los días de la fundación del mormonismo por Joseph Smith, allá por 1830.
Sin embargo, Black añade una tercera pata inventando un personaje ficticio, Jeb Pyre, el detective mormón y padre de familia de recta moral que investiga el caso —al que interpreta un verosímil Andrew Garfield, nominado al Emmy— y, a medida que lo hace, va poniendo en duda sus creencias. A su lado figura la actriz británica Daisy Edgar-Jones, revelada en la miniserie Gente normal, intachable en el registro de nuera perfecta a la que le pierde la lengua, feminista pese a que ella nunca se definiría así. Por mandato del cielo llevaba una década en preparación: en un principio, debió ser una película dirigida por Ron Howard, que aparece en los créditos como productor. Dustin Lance Black la acabó convirtiendo en miniserie ante la imposibilidad de resumir el asesinato, un relato familiar lleno de recovecos y casi 200 años de historia religiosa en solo un par de horas, mientras que Howard cedió el testigo al cineasta David McKenzie (Comanchería), que ha dirigido los dos primeros episodios.
Escrito inmediatamente después del 11-S, el libro de Krakauer era un estudio sobre los peligros del fundamentalismo en cualquier dogma religioso, como el escritor aclara en el prólogo. En la serie, en la que el autor no ha participado, esa dimensión discursiva se ve algo minimizada y cede su lugar a un marco narrativo más ortodoxo, el que es propio del true crime. Pese a todo, no deja de dibujar un retrato muy crítico de la religión mormona. Por ejemplo, a través de la subtrama donde uno de los hermanos Lafferty decide defraudar al Estado y dejar de pagar impuestos. “Desangrar a la bestia”, lo llaman los fundamentalistas, que lo consideran un acto virtuoso. También hace referencias explícitas a la espinosa cuestión de la poligamia, oficialmente prohibida por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en 1890, pese a que una minoría de sus miembros la siga practicando en una relativa clandestinidad.
Aclamada por la crítica estadounidense, la miniserie ha molestado a los mormones, que consideran que caricaturiza su religión y “confunde la excepción con la regla”
La miniserie fue aclamada por la crítica cuando se estrenó en Estados Unidos en abril, pero ha molestado a los fieles, que consideran que caricaturiza su religión y “confunde la excepción con la regla”, como escribió Patrick Mason, catedrático de Historia y Cultura Mormonas de la Universidad Estatal de Utah, en un artículo en Public Square, publicación mormona pero independiente. “Ninguno de los estudiosos con los que fui al estreno en Salt Lake City, conocidos por saber cómo dirigir una mirada abierta y crítica a nuestra propia cultura y tradición, se ha reconocido en la serie”, tuiteó después. En 2003, cuando el ensayo de Krakauer llegó a las librerías, la Iglesia lo designó como “una bofetada en la cara de los mormones modernos y un malentendido sobre la religión en general”.
Esta vez, su jerarquía ha preferido no entrar al trapo. “Nos han tergiversado desde 1830, cuando la Iglesia fue fundada. No creo que eso se acabe nunca”, se resignaba uno de sus líderes, David Bednar, hace pocas semanas durante un acto en Washington. En su tiempo, Arthur Conan Doyle ya describió en Estudio en escarlata (1887), el primero de sus relatos protagonizados por Sherlock Holmes, a una especie de secta religiosa, violenta y vengativa, asentada en el interior estadounidense, que vivía bajo el yugo de su líder espiritual Brigham Young, sucesor del fundador Joseph Smith. Precisamente, Por mandato del cielo se ha metido en problemas al insinuar, en uno de sus flashbacks decimonónicos, que el primero ordenó matar al segundo, lo que los mormones consideran una falsedad histórica.
El policía que inspiró, de lejos, el personaje inventado al que interpreta Garfield dice no reconocer nada en la serie. Tampoco la hermana de la víctima. A la práctica totalidad del aparato mediático mormón no le ha gustado el resultado, que considera cargado de los tópicos de siempre, esos que designan al mormonismo como un enemigo respecto al proyecto común estadounidense. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedía en productos cómicos como la serie Big Love o el exitoso musical The Book of Mormon, y en otros más tremendistas, como el subgénero del true crime mormón al que tanto partido está sacando Netflix, la miniserie exhibe una voluntad de mostrar las dos caras de esta religión: la que representan los personajes de Garfield y Jones, ejemplos de integridad, sensatez y autonomía personal, y los asesinos de la familia Lafferty, que prefieren seguir las órdenes dictadas por las voces que escuchan en sus cabezas. “Pueden ser quisquillosos, pero eso no hará que los problemas desaparezcan”, se ha defendido Dustin Lance Black. “Hasta que los mormones no tengan la valentía de examinar sus propias sombras, la Iglesia no mejorará”.
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