Jorge Javier Vázquez: “He odiado ‘Sálvame’ con toda mi alma”
A raíz de la publicación de un libro de confesiones, el presentador habla sobre el duelo y sus demonios, el momento por el que pasa su programa y su futuro en la cadena tras la marcha de Vasile
Todo el mundo tiene una opinión sobre Jorge Javier Vázquez (Badalona, 52 años). Para unos es un maestro de la televisión, para otros un villano. Para él mismo son dos personas, el de la tele y el de fuera. Lo cuenta en su último libro Antes del olvido (Planeta), una colección de confesiones impúdicas que se leen como un viaje desde sus demonios hasta la serenidad de hoy, una antología de historias en las que habla de su vida privada, de su terapia, de la ...
Todo el mundo tiene una opinión sobre Jorge Javier Vázquez (Badalona, 52 años). Para unos es un maestro de la televisión, para otros un villano. Para él mismo son dos personas, el de la tele y el de fuera. Lo cuenta en su último libro Antes del olvido (Planeta), una colección de confesiones impúdicas que se leen como un viaje desde sus demonios hasta la serenidad de hoy, una antología de historias en las que habla de su vida privada, de su terapia, de la muerte de Mila Ximénez y de su futuro profesional. El presentador atendió a EL PAÍS el pasado martes.
Pregunta. ¿Cuál de los dos Jorges habla ahora, el de la tele o el de fuera?
Respuesta. El que no está en la tele. Me ha costado mucho llegar a ese punto. En las entrevistas me escondía detrás del Jorge Javier que salía en la tele, pero creo que por fin me he aceptado.
P. Mucha gente da Sálvame por terminado o lo ve agotado. Usted, que le toma el pulso constantemente, ¿Cómo lo nota?
R. Sálvame es un coche que tiene 14 años. Tiene sus achaques, pero sigue llevando al destino. Cuando hablan del desgaste de Sálvame, yo creo que se equivocan, que deberían titular “El milagro de Sálvame”. Llevamos 14 años con un programa de cuatro horas diarias, es milagroso. ¿Cómo no vamos a estar desgastados? Lo antinatural sería que estuviéramos lozanos como el primer día. Y yo creo que es bello que nos vean en diferentes momentos de nuestra vida. Tengo la sensación de que el programa sigue estando muy vivo. Siguen sucediendo cosas. Y creo que no hay un programa tan completo en la televisión española. Me parece que es un canto al absurdo. Y eso me encanta. Y ojalá siga siendo así. Estamos llenos de disputas triviales que me parecen apasionantes y después de una disputa de esas aparece algo que llama la atención y es una lección de vida. Y se siguen diciendo frases geniales.
P. A principios de noviembre, un comentario irónico del periodista Carlos Alsina lo situó durante unas horas como posible candidato socialista a la alcaldía de Madrid. ¿Cómo vivió esa farsa?
R. Con mucha vergüenza. Porque de repente veía que por los pasillos del Congreso le preguntaban a algún político por mí y yo en mi casa me tapaba con la manta. Soy súper pudoroso para eso. Pensaba: “Por favor, qué vergüenza, que a lo mejor le preguntan a algún socialista y, de repente, se va a ver obligado a hablar bien de mí”.
P. ¿En qué da la razón a las malas críticas?
R. Llevo 27 años trabajando, es normal que las haya. Yo no desprecio la crítica. Mucha gente habla sobre televisión, todo el mundo tiene una opinión, pero muy poca gente sabe sobre televisión. Es distinto hablar como espectador que como crítico. Y ahora lo que hay es mucho fan de la televisión que pasa por crítico. Yo me acuerdo de cuando era joven, una expresión horrorosa, que había críticos de televisión, pero cada vez quedan menos.
P. ¿Y recuerda alguna especialmente mala y certera?
R. Tengo la suerte de que [Carlos] Boyero ha escrito de mí que soy su “villano favorito”. Para mí lo que diga Boyero es palabra de Dios. Hablaba de un Deluxe en el que había una persona que tenía problemas mentales y llamó la madre de esa persona para quejarse. Y Boyero hizo una crítica impecable de lo que había sucedido y a mí me parecía que tenía toda la razón del mundo. Hace muchos años de esto, pero esas situaciones no se pueden dar, tenemos que estar muy pendientes para que no se den.
Es distinto hablar como espectador que como crítico. Y ahora lo que hay es mucho fan de la televisión que pasa por crítico
P. ¿Por qué cree que hay un sector de la izquierda que detesta Sálvame? ¿Qué cree que les provoca rechazo?
R. Creo que el gran problema que tiene un sector de la izquierda es la incapacidad para llegar a la gran masa porque consideran que es analfabeta, que no sabe lo que ve. Creen que este tipo de programas solo los ven mujeres sin formación. A esa parte de la izquierda me la llevaría de la manita a los teatros y le diría: “Mira, ¿ves los teatros? Los llenan las mujeres y los maricas”. Lo han entendido muy bien en la derecha. Esperanza Aguirre le dijo una vez a una colaboradora de Sálvame que es más importante salir en Sálvame que en el Telediario. Con lo de Francino [el rechazo del periodista al tipo de televisión que hace Vázquez] he recibido mensajes de mucha gente que me decía: “Oye, que yo estoy al tanto de las novedades editoriales y veo Sálvame”.
P. En el libro, desmiente la idea de que sea una persona muy poderosa. ¿Hay alguien que le haya mandado callar? ¿Alguna vez le han dicho de qué debe o no debe hablar?
R. No. Hombre, a ver, yo sé ya en qué charcos meterme y en cuáles no. Hay veces que no te puedes callar, pero tampoco puedo convertir mi programa en un púlpito para arengar a las masas o estar continuamente hablando de mis convicciones. A veces es inevitable, como durante la pandemia, que era imposible permanecer impasible ante la cantidad de bulos que se soltaron y creí que comprometerme era mi obligación como ciudadano, pero también es verdad que la gente que ve Sálvame quiere desconectar y estar a su bola.
P. Si se acaba Sálvame, ¿Qué pasa con Jorge Javier?
R. Me lo he preguntado muchas veces. Yo creo que primero pasaría una temporada en casa, no muy larga, ordenando cosas, tirando muchas cosas. Me gusta mucho emplear el tiempo libre en ir deshaciéndome de cosas. Y luego me encantaría coger un billete sin vuelta. Tengo muy claro que si, por ejemplo, me fuera a Buenos Aires, que me encantaría vivir tres meses allí, si me invitaran a un programa de televisión, no iría bajo ningún concepto.
P. ¿Ni con Mirtha Legrand?
R. Bueno, con Mirtha iría. Y con Susana Giménez. Pero ya. No repetiría la misma fórmula en otro país.
P. ¿Ha procesado el duelo por la muerte de Mila Ximénez o aún le queda mucho trabajo por hacer?
R. Me ha pasado en muchas entrevistas que he acabado llorando cuando me han preguntado por mi padre y por Mila [colaboradora de Sálvame fallecida en 2021 de un cáncer de pulmón que anunció meses antes en el propio programa]. Y creo que esos duelos finales los estoy acabando de elaborar ahora. Mi padre murió hace muchos años, cuando yo tenía 27, y no quise enterarme. Yo acababa de llegar a Madrid, él seguía viviendo en Badalona y no quería ir a verlo porque sabía que se estaba muriendo. No quería enfrentarme a eso, huía constantemente. Cuando murió, volví inmediatamente a Madrid, casi mintiéndome a mí mismo para recuperar mi vida. Fue una válvula de escape. Y con Mila yo me quedé en shock. Me quedé como un ser que no sentía. He empezado a llorar ahora.
P. “Durante muchos años le he echado la culpa de mi infelicidad a la televisión, pero ahora me doy cuenta de lo injusto que he sido con ella. El responsable de mis etapas más turbulentas he sido yo”. ¿Se castiga mucho?
R. Ya no, pero lo he hecho muchísimo. Y he odiado mi profesión con toda mi alma. He odiado Sálvame con toda mi alma. He llegado llorando a trabajar muchas veces. Pero el problema era estrictamente mío.
P. ¿Y cómo fue esa reconciliación con la tele?
R. Llevo ya varios años reconciliado con ella, pero el último año y medio ha sido también muy fundamental. Es como cuando con una relación de pareja te das cuenta de que la pareja no te va a salvar la vida. De que se tiene que salvar uno. Claro, mucha gente piensa que con una pareja va a ser más feliz. Pues es el mismo tipo de argumento el que ayuda a colocar el trabajo como un trabajo. Pero también es verdad que ese trabajo es muy especial.
P. Y muy absorbente.
R. Y tienes que estar muy preparado psicológicamente para todo lo que supone. La exposición permanente es absolutamente demencial.
P. Cuando habla del ictus que sufrió en 2019, cuenta que entre las cinco personas que le acompañaban en el hospital estaba Paolo Vasile. ¿Qué le debe usted a Vasile?
R. Cuando se publicó la noticia de su salida, estábamos grabando En el nombre de Rocío. Pasaron unos días y fui a hablar con él al despacho y en cuanto me quedé a solas con él, empecé a llorar como un niño. Yo creo que él se debió de quedar impactado porque nunca he llorado delante de él. Es más, como me imponía tanto, yo siempre he sido un poco frío con él. Pero tenía la sensación de que se cerraba una época de mi vida. Y de que se me iba una parte fundamental de mi carrera. Yo le debo a Paolo Vasile que estuviera a mi lado en todas mis crisis, cuando en más de una ocasión he querido dejar la televisión. Paolo tiene muchas cosas buenas y una de ellas es que sabe comprender la inseguridad que en algunos momentos podemos sentir los que estamos delante de la cámara. Me he sentido muy arropado por él. Siempre, siempre, siempre.
La tele no me pertenece. Yo pertenezco a la tele, pero no es mía. Yo soy un trabajador más
P. ¿Y cómo afronta su futuro sin él?
R. Fundamentalmente con muchísima tranquilidad. Yo sí que me quedo, me gustaría dejarlo bien claro. Yo sé que se está escribiendo mucho sobre mí y mi futuro y tengo que decir que yo estoy absolutamente preparado para todo. Para seguir trabajando. Y también entendería que, si llega una persona a la que no le gusta mi manera de trabajar, no quiera trabajar conmigo. Los equipos cambian y no se quién va a venir. Pero entenderé que haga conmigo lo que lo que estime oportuno. La tele no me pertenece. Yo pertenezco a la tele, pero no es mía. Yo soy un trabajador más. Y si en última instancia deciden que no debo continuar, mis palabras serán siempre “gracias”. Muchísimas gracias por todo lo vivido.
P. ¿No quiere morirse con las botas puestas?
R. Si sigo, que sea en plenitud. No quiero estar por estar ni que me den trabajo por que piensen que he hecho mucho por la cadena. Siempre he pensado que el proceso de desintoxicación de la tele debe ser paulatino. Y tener un final como Greta Garbo. O como Marisol.
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