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Alberto Caballero: “Lo divertido de la tele es que nadie tiene ni idea de lo que lo va a petar”

El cocreador de la mítica serie ‘Aquí no hay quien viva’, flamante premio Ondas, estrena la temporada 13 de ‘La que se avecina’ y prepara ‘Machos alfa’, una sátira sobre la crisis de la masculinidad. “Odio el humor blanco, para eso haría drama”, confiesa

Alberto Caballero, guionista, director y productor de televisión.
Alberto Caballero, guionista, director y productor de televisión.bernardo perez
Luz Sánchez-Mellado

La productora de los hermanos Caballero, Laura y Alberto, se llama Contubernio —todas las acepciones del término según la RAE les son aplicables, dicen— y está en la calle de José Isbert, en un polígono de las afueras de Madrid desierto a primera hora de la tarde. Alberto, cocreador junto a Laura de las teleseries Aquí no hay quién viva (ANHQV) y La que se avecina (LQSA), llega puntualísimo a la cita, entra en sus dominios derrapando al volante de un pedazo de Porsche deportivo rojo descapotable, saluda, supercolega, y comienza a devolver pelotas verbales con manga anchísima, cintura de esgrimista y velocidad de ametralladora. No deja pasar ni una.

¿A qué clase de vecino hubiera podido encarnar Pepe Isbert en la serie?

A cualquiera, ojalá hubiera sido posible. Casi logramos, eso sí, que José Sazatornil, Saza, fuera Bartolomé Zuluaga, el “maestro y mentor” del presidente de la comunidad, Juan Cuesta. Una especie de presidente emérito. Pero para entonces ya andaba medio retirado. Nuestros grandes lujos han sido tener a Emma Penella, Mariví Bilbao, Eduardo Gómez, Gemma Cuervo y tantos veteranos maravillosos.

Tengo que confesar que le odio un poco: si quiero ver algo en la tele con mis hijas veinteañeras, tengo que tragarme episodios viejos de ANHQV. Son adictas.

Me lo dicen mucho por la calle. Padres con críos enganchados que, además, empiezan a usar estratagemas de la serie con ellos. Y luego está la gente que se la pone para desconectar, para relajarse, incluso para dormir. Piensa que hemos tenido una crisis detrás de otra, una pandemia y una guerra. La serie es una especie de sitio cómodo al que volver. Paolo Vasile lo llamaba “el efecto karaoke. Saberte la serie juega a favor de la historia. Todos tenemos nuestra serie karaoke. La venganza de la comedia es su permanencia en el tiempo.

¿Le reconocen por la calle?

Bueno, hay mucho friki de la serie, sí, pero sobre todo me reconocen por mis parejas. [Caballero ha salido, sucesivamente, con las actrices María Adánez, Vanessa Romero, con la que llegó a casarse, y Miren Ibarguren, con la que fue padre este verano].

El curro ha sido su Tinder.

Totalmente, pero tiene una explicación: de los 30 a los 40 años, prácticamente viví en el set de rodaje. Si hubiera tenido que salir para conocer gente me hubiera muerto. Entonces, una cosa llevaba a la otra, pero luego han sido relaciones largas y satisfactorias, ¿eh? [ríe] y somos tan amigos.

Frases como “qué mona va esta chica siempre”, o “soy Concha, entro”, se han convertido en muletillas de uso general. ¿Para cuándo un diccionario ANHQV y LQSA?

Nada de eso es premeditado. Esas cosas fueron surgiendo de forma natural y absurda. Y cuando nos dimos cuenta de que calaban, las colábamos en las tramas en plan economía de medios. Nunca sabes cuál va a funcionar. Lo divertido del negocio de la tele es que nadie tiene ni puta idea de lo que lo va a petar, y eso es sanísimo. Se puede aprender lo que no tienes que hacer. Pero el porqué de que tu historia de pronto lo pete o sea un fracaso no lo sabe nadie. Ni los gurús, ni los directivos, nadie. Mola mucho porque se ha creado toda una industria alrededor de algo que nadie domina.

¿Y, entre la ignorancia, ustedes son los listos o los suertudos?

Creo que hay algo de potra, sí. Y, también, cierta forma de conectar con la realidad. De estar atento a lo que pasa. Decían de Arniches que, cuando se quedaba sin ideas, cogía el tranvía y escuchaba lo que hablaba la gente.

Usted va en Porsche.

Pero estoy alerta. A mi entorno, a las conversaciones, a los medios, a tus amigos, a lo que te cuentan, a los periódicos, a las redes. A mí, como guionista, me pone el aquí y el ahora. Incluso ir un poquito más allá. En LQSA, Mauri, un personaje gay, tenía un hijo con Bea, que era lesbiana, y de eso hace casi 20 años. No teníamos un plan secreto para modernizar a la audiencia. Lo que queríamos era ser libres, y éramos jóvenes e inconscientes. Luego, cuando notas el éxito, cuando dos cadenas se pelean por emitirte, coges responsabilidad. Pero siempre nos ha puesto el puntito transgresor. También para seguir en esto después de tanto tiempo. Ahora, con Machos Alfa, vamos a hacer autocrítica de lo perdidos que estamos los tíos ante el feminismo. Y vamos a saco.

¿Es usted machirulo o aliado?

Pues las dos cosas, y otras, seguro. Blanco, pijo, Se trata de reírse de eso sin miedo. Seguro que hay quien nos acuse de machistas y señoros, y, otros, de querer adoctrinar a la audiencia. Ya lo dice mi coguionista y amigo Dani Deorador: quien quiera ver caras en el gotelé las va a ver. Pero vamos a hacer una serie transgresora, sin eso la comedia se queda en mera tontería.

¿Le aburre el humor blanco?

No es que me aburra, es que lo odio. Para eso, haría drama, que puedes hablar de cosas más heavys. Nunca hemos hecho comedia blanca y no creo que la hagamos. Otra cosa es que te pueda salir más o menos tierna. Prefiero que no haya ni un personaje moralmente defendible a que haya uno blando.

Sus vecinos son perdedores.

Es que la base de la comedia es la desgracia. Casi todas nuestras historias van sobre la decadencia. En una comunidad de vecinos tienes todo el catálogo de la miseria humana. Para mí, una clave del éxito de LQSA es la miserabilidad de sus personajes. Tú te consideras una buena persona, pero, a veces, puedes pensar auténticas barbaridades. Por eso, un personaje como Antonio Recio o Amador Ríos, machista, homófobo, xenófobo, podemos ser puntualmente cualquiera de nosotros, aunque solo sea por la cultura que hemos mamado.

Da mucha pena ver en capítulos antiguos de sus series a actores fallecidos: Emma Penella, Mariví Bilbao, Eduardo Gómez, o retirados por salud, como José Luis Gil, el mítico presidente Juan Cuesta.

Eso es tremendo. Pero es que van a cumplirse 20 años del estreno de ANHQV. Es una generación. Ahora mismo, la media de edad de los actores es de 55 años, y aquí no echamos a nadie por mayor. Fíjate: el año pasado, antes de que sufriera el ictus, me hice una foto con José Luis Gil, que interpreta a Juan Cuesta, y yo ya tenía la edad que tenía su personaje cuando empezamos. Entonces, yo le veía como un padre de familia, no como un anciano, pero sí como un señor.

¿Con 48 no es usted un señor?

Pues debería de empezar a verme como tal, pero no lo consigo. Mentalmente, me he quedado en los 30. Somos de una generación, la de la Transición, que no hemos tenido grandes batallas ni sufrimientos, muy consentida, entonces, ¿madurar para qué?

Ahora tiene usted un bebé.

A ver, soy bastante Peter Pan, pero no una persona especialmente enloquecida. Ten en cuenta, esto lo dice mucho mi hermana Laura, que llevamos 20 años gestionando una serie con mogollón de gente y, a veces, las juntas de vecinos eran un patio de colegio.

¿Cómo es gestionar tanto ego y salir vivo?

Forja carácter, aprendes y te llevas palos. El primero que tienes que gestionar es el tuyo.

¿Va usted bien servido?

Unos te dirán que soy el más creído del mundo y otros, que soy súper humilde y súper majo. Al final, mi hermana y yo hemos intentado domesticar nuestro ego, porque hemos sido muy, muy afortunados. Nos han pasado cosas que normalmente no pasan. No tienes por qué tener éxito en la vida, ni tan sostenido en el tiempo. Llevamos 20 años ininterrumpidos currando en series que funcionan y eso, pregúntale a cualquier guionista o director, es una cosa muy rara.

Deben de ser ustedes la empresa familiar más forrada del audiovisual español.

Bueno, familiar, seguro, porque nos hemos mantenido independientes y esto ha sido muy importante para seguir, porque hay una obsesión en la industria audiovisual para hacer conglomerados y comprarte. Nosotros no nos hemos vendido básicamente por comodidad, para no dar explicaciones a nadie de lo que queremos hacer y porque igual el año que viene, lo que quiero es retirarme a criar a mi bebé.

La pasta nunca es suficiente.

Mentira. La pasta es un medio, no un fin. Somos una productora de creativos. Si piensas en una megaempresa, pierdes la esencia por lo que empezaste en esto, lo que te gustaba, que es estar diciendo gilipolleces delante de dos amigos tuyos y un ordenador, que es, básicamente, lo que seguimos haciendo.

PODEROSO CABALLERO

Alberto Caballero (Madrid, 48 años) es sobrino del legendario, y polémico, ventrílocuo y productor José Luis Moreno, del que se separó profesional y personalmente hace tiempo. "Somos muy distintos", explica Caballero, "durante mucho tiempo, fue una bendición poder conocer el oficio a través de él, vivimos tiempos estupendos y aprendimos muchísimo, pero el éxito masivo lo cambió todo. Él es un hombre difícil, llegó un momento en que nuestros modos de ver la producción y la relación con los equipos eran totalmente distintos, y aquello se convirtió en inviable". Hace tiempo que Alberto y su hermana Laura, creadores, guionistas y productores de algunas de las series de televisión más exitosas de los últimos 20 años, no tienen ninguna relación con su tío. La primera de esas series, Aquí no hay quien viva, se ha convertido en un clásico que sigue colocándose entre lo más visto de las plataformas donde se exhibe, revitalizada por una y hasta dos generaciones de nuevos espectadores. Su secuela, La que se avecina, recién galardonada con el premio Ondas, acaba de estrenar su decimotercera temporada. En ella, los vecinos de Montepinar se mudan a un inmueble del centro de la ciudad con dos alas: la de ricos y la de pobres, desatando tramas en las que se mezclan el rencor y la aspiración de clase entre personajes de todo pelaje. Esa sátira social es la esencia del sello Caballero. 

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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