Las vidas infinitas de Terenci Moix
‘Terenci, la fabulación infinita’ aborda la figura del escritor desde muchas perspectivas, algunas de ellas nada favorecedoras para su protagonista. Y consigue que se le aprecie en parte gracias a estas últimas
Hay quien se afana en separar obra de artista cuando la vida de muchos autores es una de sus grandes creaciones. Hay quien los une para hacer juicios morales sumarios. Vivimos en un mundo tan acostumbrado a cuestionárselo todo como si fuera una encuesta del CIS, con interrogantes cuyas únicas respuestas posibles son sí/no/nsnc, que se nos olvida que a veces no hay contestación completa porque lo que falla son las preguntas. Pero a veces, hay quien sabe mirar desde otro sitio.
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Hay quien se afana en separar obra de artista cuando la vida de muchos autores es una de sus grandes creaciones. Hay quien los une para hacer juicios morales sumarios. Vivimos en un mundo tan acostumbrado a cuestionárselo todo como si fuera una encuesta del CIS, con interrogantes cuyas únicas respuestas posibles son sí/no/nsnc, que se nos olvida que a veces no hay contestación completa porque lo que falla son las preguntas. Pero a veces, hay quien sabe mirar desde otro sitio.
En Terenci, la fabulación infinita, creado por Álvaro Augusto y dirigido por Marta Lallana, lo hacen. La serie documental producida por Filmin aborda la figura de Terenci Moix desde muchas perspectivas, algunas de ellas nada favorecedoras para su protagonista. Lo rememoran amigos, familia, exnovios y algún enemigo íntimo. Escuchar hablar a Colita (una joya su documental Cola, Colita, Colassa), a Núria Espert, a Luis Antonio de Villena, a Vicente Molina Foix… es tan valioso como infrecuente en la tele de hoy, por desgracia. También hay ausencias clamorosas, como la de Maruja Torres. Las fabulaciones, por infinitas, siempre son incompletas. Y provoca pudor contemplar ciertas intimidades.
Escuchar hablar a Colita, a Núria Espert, a Luis Antonio de Villena, a Vicente Molina Foix...es tan valioso como infrecuente en la tele de hoy”.
Al Terenci del documental se le aprecia no por sus virtudes, ni a pesar de sus debilidades, sino en parte gracias a estas últimas. Quien lo vea dispuesto a dictar sentencia sobre su calidad literaria, como hacen unos jóvenes en un fragmento de ¿Y tú de qué vas?, que el documental recupera, no está sabiendo mirar. Igual que quien lo haga con su vida. “Aunque el niño Ramón siempre tuvo horror a la muerte, el escritor que lo sustituía aprendió que debía morir muchas veces si aspiraba a renacer otras más”, escribió en El peso de la paja. Me habría gustado verlo viéndose aquí, en esta otra vida. A ver qué opinaba.
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