El enigma de Marta
Diez meses después del asesinato, la policía está convencida de que el cadáver de la joven sevillana fue arrojado al Guadalquivir. Tras analizar 150 muestras de ADN y estudiar 3.000 llamadas telefónicas, la ley del silencio entre los implicados ha impedido esclarecer este caso
La casa fue limpiada a conciencia. Cuando algunos amigos de Marta del Castillo, alarmados por su extraña desaparición, acudieron en su busca a la vivienda de su ex novio Miguel Carcaño, detectaron un penetrante olor a lejía y amoniaco. Como si alguien hubiese empleado esos productos con largueza. Semanas más tarde, cuando la policía tuvo la convicción de que la chica había sido asesinada, los expertos de la Policía Científica dejaron el piso a oscuras, impregnaron el suelo del dormitorio con luminol y surgió como por ensalmo una gran mancha fosforescente, señal inequívoca de que allí había habido sangre.
Marta del Castillo Casanueva, de 17 años, desapareció el 24 de enero pasado, tras haber salido de su casa de Sevilla a media tarde para ver a varios amigos. Antes de marcharse, estuvo chateando con su amiga Silvia Fernández y se despidió precipitadamente de ella a través del chat de Messenger con el galimatías habitual de los adolescentes: "Gordaaa t djo q sta l migue abajo y bvoy a abal con el luego t llamo y t cnto ttQ". Pero Marta jamás pudo contarle a su amiga nada de lo que había hablado con su ex novio Miguel porque jamás ha vuelto a ser vista. Ni viva ni muerta.
La policía tiró al río tres cerdos muertos para ver si daban pistas sobre Marta. Los tres flotaron y quedaron varados
Los investigadores dan el caso por cerrado y el juez desea concluir el sumario, pese a los interrogantes abiertos
"Para nosotros es un caso cerrado. Damos crédito a la primera versión de los hechos que facilitó Carcaño y creemos que el cadáver de Marta del Castillo fue arrojado al Guadalquivir. Se ha hecho todo lo posible por encontrarlo... y se hará todo lo que haga falta, aunque ya se ha gastado mucho dinero en esa operación". Quien se pronuncia así de rotundo es Miguel Ángel Fernández-Chico, director adjunto de la policía. "No escatimaremos esfuerzos para aclarar el caso", promete el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. "La primera declaración de un sospechoso suele ser la más fresca, la más espontánea, la menos contaminada. Y, por tanto, la más verosímil", remacha un investigador.
Casi diez meses después, el asunto está emponzoñado. Sobre todo, por las medias verdades y las medias mentiras que Carcaño y los otros cuatro presuntos implicados han deslizado en sus contradictorias declaraciones ante el juez. Un ejercicio de enredo y manipulación, amplificado por la prensa y la televisión, que ha sembrado la investigación de sombras y trampas. Y que, de paso, ha convertido a Carcaño, que siempre tuvo éxito con las jovencitas, es un personaje que ejerce una morbosa fascinación entre adolescentes, hasta el punto de que recibe en la cárcel cartas y regalos de admiradoras.
El 13 de febrero, la policía de Sevilla detuvo a Miguel Carcaño Delgado, de 20 años, como supuesto homicida de la joven estudiante desaparecida casi tres semanas atrás. El arrestado confesó que ambos fueron a su casa de la calle de León XIII, número 78, y allí ella le "alteró" con sus amenazas para que abandonara a su actual novia, Rocío, so pena de contarle a ésta que aún seguían "liados". Presa de esa excitación, golpeó a Marta en el parietal izquierdo, junto a la sien, con un cenicero de cristal con el rótulo del bar Nocturnidad y Alevosía. Y le mató.
Según el relato del presunto agresor, posteriormente llamó a su amigo Samuel Benítez y llevaron el cadáver en una moto hasta el puente del Charco de la Pava, donde lo arrojaron al Guadalquivir, cerca de Camas. Sin embargo, la policía demostró la falsedad de esa versión: hizo una reconstrucción de los hechos y comprobó que la estabilidad de una moto es imposible si en ella viajan tres personas... y una de ellas es cadáver.
Samuel Benítez fue detenido el mismo día que su amigo Carcaño, y en fechas sucesivas lo fueron Francisco Javier Delgado, hermano mayor de Carcaño, vigilante de seguridad; su novia, María García; y el menor Francisco Javier G. M, El Cuco, por su presunta implicación en un asesinato que tiene sobrecogida a la sociedad española.
Dando por bueno que la víctima fue arrojada al Guadalquivir, 218 policías, guardias civiles y la Unidad Militar de Emergencia (UME) rastrearon durante un mes el río con 22 embarcaciones, 3 motos acuáticas, 2 helicópteros y 13 perros especializados. Un empleado del puerto de Gelves (Sevilla) llegó a fabricar un artilugio (una especie de rastrillo) para remover el fondo del río, sin obtener resultado. Además, la policía de Holanda aportó un dispositivo especial para búsqueda de cadáveres bajo el agua y un sónar que capta imágenes subacuáticas. Todo en balde. Ni rastro del cuerpo.
Días antes de dar por concluida la búsqueda, la policía echó al turbio Guadalquivir tres señuelos para simular qué rumbo podría haber tomado el cadáver de la chica. Los señuelos fueron tres cerdos muertos, cada uno con un peso de 50 kilos, equipados con un aparato electrónico de seguimiento. Fueron lanzados desde el puente de Camas y, tras diez días de seguimiento, se constató que flotaban en superficie y que, tras realizar múltiples movimientos en dirección ascendente y descendente, quedaron varados en las orillas en un tramo de 20 kilómetros. ¿Por qué no hizo lo mismo el cuerpo de la muchacha? Nadie lo sabe.
Patrullas a pie recorrieron los 80 kilómetros que median entre la presa de Alcalá del Río (Sevilla) y Sanlúcar de Barrameda, sin hallar rastro de Marta. ¿Cómo se explica esto? "El Guadalquivir llevaba mucha agua cuando se produjo la desaparición de la joven y, además, en los primeros días de febrero se abrieron las compuertas de la presa de Alcalá del Río, lo que produjo un aumento considerable del caudal. Es probable que el cadáver ya hubiera llegado al mar cuando iniciamos la búsqueda. O bien que esté en el fondo del río, en algunos de cuyos tramos hay una capa de lodo de dos metros de espesor. Hay mareas y corrientes inexplicables", se lamenta un jefe policial.
A mediados de marzo, Carcaño pidió declarar ante el juez instructor, Francisco de Asís Molina, y cambió por completo su película de los hechos. En esta ocasión dijo que él y Marta llegaron sobre las 20.30 del 24 de enero a su casa. Carcaño explicó que empezó a fumar porros y a beber cubatas. Al poco se presentó su amigo El Cuco y ambos continuaron drogándose y bebiendo en el salón.
Carcaño detalló que intentó besar a Marta y ella le rechazó, tras lo que él le propinó un primer puñetazo. El Cuco se sumó a la agresión. Después, llevaron a la víctima al dormitorio, le metieron uno de sus calcetines en la boca para acallar sus gritos, la maniataron con cinta aislante y la violaron. El menor de los jóvenes, según Carcaño, estranguló a la chica con un cable eléctrico. Mediante un tensiómetro, comprobaron que no tenía pulso. Estaba muerta.
Carcaño señaló que cogió dos bolsas de plástico grandes, de tipo industrial, e introdujo en ellas a la víctima. Mientras, El Cuco sacó de un trastero una silla de minusválido que en su día usó la difunta madre de Carcaño y cargaron en ella a Marta para trasladarla a unos contenedores de basura existentes en la calle de Jorge de Montemayor. Cuando Miguel estaba a punto de volver a entrar en su piso empujando la sillita vacía, se topó con un vecino y ambos se limitaron a saludarse. El vecino, en efecto, existe. Es Diego Carrere, quien, junto con su novia, Laura Soledad P., ha aportado un testimonio "muy importante" para reforzar las imputaciones existentes contra Carcaño y otras personas implicadas en el caso.
Las pruebas de ADN, por su parte, han confirmado la existencia de células pertenecientes a Miguel Carcaño en las manillas de la sillita de minusválido, mezcladas con otras de Marta del Castillo. Y la policía, además, constató de forma empírica que era perfectamente posible meter un cuerpo en dos bolsas y cargarlo en la sillita.
A resultas de esa nueva confesión del principal imputado en el crimen, el juez ordenó buscar el cadáver en el vertedero de Montemarca-Cónica, en el término de Alcalá de Guadaíra. Obreros de la empresa Tegner, junto con policías, removieron durante 32 días 60.000 toneladas de basura, sin hallar a la chica asesinada, en una operación por la que el Estado pagó 149.000 euros. Los investigadores descartan que el cadáver fuera arrojado a un contenedor de basuras callejero, ya que no han encontrado ADN humano en los señalados por el principal encartado.
¿Por qué se autoinculpó Carcaño nada más y nada menos que en un delito tan repugnante como una violación? Hay quien barrunta que fue para enredar aún más las cosas y, además, para que el caso no sea enjuiciado por un jurado popular, sino por un tribunal de magistrados, que él posiblemente supone que serían más benévolos.
Los policías de Sevilla, al mando del jefe superior Enrique Álvarez Riestra, han rastreado más de 40 pozos, acequias, canales, depuradoras y colectores en busca del cadáver. Los agentes, cubiertos de mierda hasta la cintura, inspeccionaron el pasado septiembre una acequia de Caño Ronco, en Camas, y sólo descubrieron un trapo sucio. Alguien dijo que estaba impregnado de sangre y provocó un terremoto informativo. Pero... sólo era pintura.
Los análisis de 150 muestras de ADN y el estudio de las llamadas efectuadas por los sospechosos el día de autos y en los posteriores son el hilo conductor de las pesquisas. Los agentes han analizado restos biológicos recogidos en el piso, obteniendo perfiles genéticos individualizados de Marta, Carcaño, su hermano, la novia de éste y Samuel. Además, han localizado mezcla de perfiles genéticos de Marta y El Cuco, así como de Marta y Carcaño.
Los investigadores han rastreado más de 30.000 llamadas telefónicas de sospechosos y, a través del estudio de los repetidores BTS (Base Transceiver Station), han establecido casi milimétricamente el lugar donde estaban esas personas en el momento en que usaron sus móviles. El hermano de Carcaño realizó tres llamadas desde la casa -o en sus proximidades- en las horas en las que se supone que ocurrió el crimen. ¿Es posible que él estuviera en su habitación y que no se enterara de nada de lo que estaba ocurriendo al otro lado de la pared? Él niega todo y proclama su inocencia.
María García tiene declarado que el día del crimen llegó a las doce de la noche a la vivienda de la calle de León XIII, y que se puso a estudiar en el salón. Afirma que ni vio ni oyó nada anormal: ni gritos ni golpes. A sus 32 años, estudia Psicología y pertenece a una familia acomodada (su padre es cirujano y su madre es una dirigente socialista que ocupa un cargo en una institución dependiente de la Diputación de Sevilla). María, novia de Francisco Javier Delgado, es un personaje extraño dentro de un grupo de chicos pertenecientes a familias desestructuradas y con un estatus social mucho más bajo que el suyo.
En el momento del crimen, Samuel estaba en Montequinto (un barrio de Dos Hermanas) y luego desapareció hasta las once de la noche fatídica, en que fue visto por sus amigos en dicha barriada. Las declaraciones de sus amigos coinciden en que llegó a la casa y, al ver el cadáver de Marta, estalló en cólera: "Hijoputas, ¿qué habéis hecho?".
Los repetidores telefónicos indican que El Cuco estuvo en diferentes sitios de Sevilla la tarde del homicidio. Y lo más desconcertante es que efectuó una llamada al teléfono móvil de Marta cuando ésta ya estaba muerta, así como un SMS diciéndole: "Llámame". ¿Era una estratagema para cubrirse ante las previsibles investigaciones policiales que originaría la desaparición de la muchacha? ¿Era una coartada maquiavélica?
Buena parte de la sociedad opina que Carcaño y sus amigos se han burlado de la policía. No obstante, un agente replica: "En la investigación se ha empleado mucho tiempo y mucho dinero. Las diferentes versiones facilitadas por los presuntos implicados han sido hechas en sede judicial. Hubiera sido bueno que nosotros hubiésemos podido interrogarles, ya que nosotros conocemos a fondo el caso y quizá habríamos logrado desbaratar sus mentiras. Pero el juez no lo ha autorizado".
Antonio del Castillo y Eva Casanueva, los padres de Marta, están desolados. "No se puede tolerar que unos individuos como éstos puedan recurrir a la mentira para protegerse y encima encuentren el amparo de la ley", ha dicho Eva. Mientras, la plataforma ciudadana que les apoya sigue manifestándose y gritando: "¿Dónde está Marta?".
El juez está a punto de dar por concluido el sumario. Cree que la investigación no da más de sí. Y, sin embargo, el caso sigue inmerso en un mar de interrogantes. ¿Quién participó en el asesinato y ocultamiento del cadáver? ¿Por qué aún se ignora en qué coche fue transportado al río? ¿Por qué ninguno de los implicados rompe una aparente ley del silencio? ¿Por qué tantos embustes?
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