"Me siento orgulloso de ganar así"
Guardiola alaba no solo el fútbol de sus jugadores, sino la calidad humana de un equipo rendido a la fortaleza de Abidal
Éric Abidal, nacido en Lyon (Francia) el 11 de septiembre de 1979, entraba el pasado 17 de marzo en un quirófano. Le extirparon un tumor en el hígado. Y, a la salida, el doctor Fuster le prometió que le vería en el césped de Wembley. "Podrás jugar', me dijo. El trabajo de todo su equipo me ha permitido ser titular en este partido cuando hace dos meses ni siquiera sabía si podría estar aquí", confesó el jugador, agradecido, tras el encuentro. Dedicó la victoria y el título a su esposa y sus hijas; al doctor; a Martinica, su país, y a un colegio musulmán de París que le hizo un regalo muy especial: "Me han enviado un vídeo con los ánimos de todos los niños". "Mucha gente me ha ayudado a luchar", añadió.
La titularidad de Abidal fue la primera de las sorpresas de la tarde. La segunda fue la suplencia del capitán, Puyol, con una rodilla fastidiada ?tendrá que operarse?, que solo saltó al campo en los últimos minutos. Xavi cedió el brazalete al de La Pobla de Segur, respetando las jerarquías, honrando al capi y celebrando su regreso. Puyol, que también ha pasado largas horas en la enfermería, aunque por diferentes razones, entendía el dolor de Abidal. Y por ello sonrió a la gloria con un gesto que le honra. Él, que ya levantó las últimas dos Copas de Europa que ganó el Barça, estaba llamado a hacerlo otra vez. Pero cedió el honor a alguien que se lo mereció más. Le colocó el brazalete de capitán a Abidal, le dejó a la cola del pelotón y le permitió levantar la cuarta Champions en la historia del club. "Él tenía que levantar la Copa por todo lo que ha sufrido", concedió Puyol.
"Ha salido todo perfecto. La emoción que he sentido no se puede explicar. Es un momento excepcional en la carrera de un jugador. Muchas gracias a Puyol, al míster, a Xavi... No tengo palabras para describir ese momento. Este club es más que una familia. Hoy lo hemos visto y sentido todos. Todos queríamos levantar esta Copa", dijo Abidal.
Le sobraban elogios a Pep Guardiola para referirse a sus pupilos: "Estamos en la final porque Puyol, en la semifinal, nos dio mucho como lateral izquierdo. También él ha estado tres meses de baja. Mi gratitud se debe al privilegio de entrenar a este tipo de jugadores. Han vuelto a demostrar la calidad humana que tienen. Felicito a Carles por ese gesto. Ha sido una decisión de Puyol y Xavi. Aquí hemos llegado absolutamente todos, los que han jugado y los que no. Abi se lo merecía por lo que ha pasado. Esto nos hace un poco más fuertes".
"Os debemos una. Y estos no fallan", había prometido el entrenador el año pasado, micrófono en mano, desde el césped del Camp Nou a un estadio abarrotado que celebraba la consecución del título de Liga. Le recordaron la osadía un día antes de la final. Y se hizo pequeñito. Ayer, sin embargo, ya podía sacar pecho. "Me hacen quedar bien", concedió sencillamente. "Hemos dado una lección de fútbol. Lo pasamos bien, disfrutamos jugando", apuntó Xavi, que lucía una camiseta con un mensaje: El fútbol te devuelve lo que le das.
Nunca son fáciles las comparaciones. Ni siquiera, justas. Seguramente por eso no quiso Guardiola decidir si este Barça ha marcado ya una época o si es el mejor equipo del mundo: "Yo no vi al Madrid de Di Stéfano ni al Santos de Pelé. No he visto a muchos equipos increíbles de la historia que generan este tipo de emociones. Nosotros intentamos jugar lo mejor posible y si en 15 o 20 años la gente recuerda haber disfrutado de este equipo, estaremos orgullosos". "Este es un equipo histórico. Cuando pasen los años, será recordado como uno de los grandes", declaró, menos contenido, Andoni Zubizarreta.
En la celebración, Guardiola fue más parco que en anteriores victorias. Ganar se ha convertido ya en una costumbre. A sus 40 años, iguala con dos orejonas a los españoles Vicente del Bosque, José Villalonga y Miguel Muñoz, los tres al frente del Madrid. Alves, Thiago y Adriano, los tres brasileños de la plantilla, bailaron una extraña danza. A continuación, Guardiola reunió en el centro del campo a todos los jugadores y a los distintos empleados que acompañan al equipo, juntaron las manos y ensayaron una especie de sardana absolutamente feliz.
Antes de ser manteado por sus jugadores, una costumbre ya, Guardiola declaró cómo, respecto a la final ganada en Roma al United en 2009, esta vez la había podido preparar mucho mejor. "Cuando acabé en Roma, tenía la percepción de que habíamos hecho una gran final. Verla me dejó peor sabor de boca. Ahora creo que hemos jugado mucho mejor que hace dos años. Uno siempre quiere ganar, pero cómo lo hemos hecho es lo que me hace estar más orgulloso", remató, contenido, el entrenador, ya un mito para la afición azulgrana.
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