La memoria exhumada
Un 'niño de la guerra' busca después de 65 años la tumba de su madre, asesinada en El Bierzo en 1936
Una noche, hace 65 años, Vicente Moreira Picorel se acurrucaba en brazos de su madre, Isabel, en un monte de Langre, en El Bierzo. Ahora, Vicente espera para recoger en sus brazos los restos de su madre, asesinada el 28 de agosto de 1936, casi al lado del mismo monte. Isabel Picorel ocupa una de las ocho fosas comunes que el Ayuntamiento de Cubillos del Sil ha localizado en su término y que quiere excavar para exhumar la memoria de un tiempo de muerte.
Ahora, Vicente Moreira, un niño de la guerra, escultor, educado en Leningrado, mira cómo la excavadora acaricia, con cuidado casi humano, la tierra, rompe las raíces, arranca la hierba, busca el recuerdo en un prado fresco y luminoso de Fresnedo. Es el mismo lugar que durante 65 años los vecinos han venido señalando como el de la fosa donde otros vecinos fueron obligados a enterrar los cuerpos ensangrentados de Isabel Picorel, 42 años; Cipriano Alonso, 44; Sergio Rodríguez, 27 años, y Bernardino Carro, 21 años.
Cuenta Vicente que el recuerdo de aquella noche le ha perseguido siempre. Que desde que volvió a España, en 1956, buscó el paradero de la madre muerta. Que encontró el lugar, que habló con el dueño del prado y que supo que éste nunca había dejado que los animales hollaran ese terreno sagrado. Y cuenta cómo intentó buscar permisos, cómo estaba dispuesto a cavar con su propias manos hasta encontrar entre la maleza los restos de la madre.
Dice Vicente que entró en contacto con Emilio Silva y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, un grupo empeñado en sacar del olvido tanta atrocidad y tanta sangre. Ahora, el Ayuntamiento de Cubillos ha puesto en manos de esa asociación todos sus no muy numerosos medios para facilitar los trabajos. Tal vez porque en la zona es raro que haya algún vecino en cuya casa no se haya hablado en voz baja, durante años, de los 'pobres muertos'. Ocho fosas se llevan contabilizadas en su término. 'Por aquí', dicen en algunos pueblos, 'hay más muertos fuera que dentro del cementerio'. Y algo de ello hay. Emilio Silva sacó hace poco tiempo los restos de su abuelo y de otras 13 personas en Priaranza.
Al lado del prado de Fresnedo, junto a la autovía aún no inaugurada, la que va de Ponferrada a Cubillos, hay más fosas. El abuelo del presidente de la pedanía de Fresnedo está en una de ellas. Era el alcalde socialista en el 36. Está en un lado de la autovía.
Son fosas marcadas durante décadas con piedras, visitadas siempre clandestinamente, señaladas para no olvidar nunca que allí esperaba enterrada -pero no muerta- la memoria. Saldrán pronto. Y dice una vecina, triste y grave: 'Antes teníamos que haberlos sacado'. Y todos asienten.
Y mientras la excavadora retira la tierra, Vicente cuenta que a su madre la cogieron los falangistas cuando bajó del monte con el mayor de los hijos, Valentín, de 14 años, a recoger ropa para huir a Asturias. Les detuvieron. Les llevaron al Ayuntamiento de Toreno del Sil, y allí el niño oía desde una habitación los gritos de su madre. Valentín escapó con sus dos hermanos -Ramón, de 13 años, y Vicente, de 11- hacia Asturias. Alguien, en su huida, les dijo que habían matado a su madre a tiros.
En Asturias encontraron a su padre. Vicente fue embarcado hacia la URSS. Volvió en el 56. Desde entonces no ha dejado de pensar en aquella noche del monte. No ha olvidado nunca el calor de los brazos de la madre.
Ahora, por fin, espera, tranquilo, sereno, a que la excavadora acabe su tarea. Y pueda, ya, recoger entre su manos los restos de su madre. Y sentir, a lo mejor, algo del calor de una noche de agosto del 36. La última noche con la madre. Los viejos romanos escribían sobre la tumba de los seres amados: 'Que la tierra te sea leve'. Vicente cree que a su madre le hubiera pesado más el olvido.
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