Decadencia de la información
No sé por qué en los periódicos seguimos publicando los índices de precios al consumo que nos facilitan los medios oficiales y no los de casa. Esto forma parte de la decadencia del periodismo, que produce una desconfianza del lector y una información no contrastada. Teóricamente cumplimos una tarea: el Gobierno informa, y nosotros transmitimos. Pero no completamos esa información, no la contrastamos ni la elaboramos. Uno de los asuntos más graves es aceptar la información elaborada fuera. Veo en la televisión imágenes de la "desarticulación" de lo que sea con un sello de la Policía o la Guardia Civil. ¿Quiénes son ellos para hacer la información de algo que les atañe? En las redacciones siempre se esperan comunicados, sobre todo de materias económicas, de las que tiene tanto interés el Gobierno. Peor aún, esperamos palabras que se nos cuelan y modifican la realidad de una manera semántica: nos las cuelan. Los medios de comunicación se supone que actúan con la población, que median entre ella; así se inventó, hace cuarenta años, por el desdichado McLuhan y sus libros: Understanding media (1964), y The medium is the massage (1967), y ni siquiera consiguió que la gente no confundiera "masaje", como decía, por "mensaje", como se suele creer. Ahora mediamos entre la actualidad y el lector. La autoridad masajea a la gente: terrorismo, Constitución, guerra preventiva, socialistas tontos, y ya está todo hecho. Y el astuto Bush pasa dos horas y media en Bagdad zampando un pavo y están hechas las primeras páginas del mundo entero. Esto no eran las "reglas de juego" (otra frase para desprestigiar a los que no aceptan lo que mandan) cuando se planteó la cucaña de la democracia: el Estado suprimió los periódicos propios, creó un "Ente" para radiotelevisión, privatizó medios: la información era de la calle. A partir de entonces, y sobre todo con la aznaridad, infiltró, compró, influyó, intervino, sacó revistas y papelillos, hizo sus boletines El Gobierno informa, repartió premios, adquirió libros para bibliotecas (y otros no), subvencionó teatros, cines (y otros no); y amenazó, conspiró, denunció. Y ahora da cifras de nivel de vida y precios a quienes los pagamos: nos tranquilizan escasamente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.