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Reportaje:

El secreto de las inscripciones del templo de Debod

Un grupo de egiptólogos intenta descifrar los signos jeroglíficos que pueblan el monumento milenario 'trasplantado' a Madrid

El templo de Debod, veintitrés siglos de historia, que hace 34 años fue traído piedra a piedra desde Egipto hasta una explanada del arranque del paseo del Pintor Rosales, en el barrio de Argüelles de Madrid, asistirá en los próximos días al desciframiento de las inscripciones jeroglíficas que desde el siglo II antes de nuestra era hasta el siglo XIX jalonaron los muros de sus fachadas y su capilla más recóndita. Está dedicada al misterioso dios egipcio Amón Ra, al que se representa con cuernos de carnero, barba postiza y dos plumas blancas de avestruz.

Por primera vez mediante procedimientos digitales, van a ser leídos todos sus jeroglíficos, que datan sobre todo de la época de la dinastía ptolemaica, más las inscripciones posteriores, tarea que prosigue a la realizada el año anterior para copiar los signos inscritos sobre sus alargados paramentos.

La principal dificultad reside en recomponer las añejas leyendas, corroídas por 50 años de inmersión en el Nilo

Miguel Ángel Molinero Polo, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de La Laguna, reúne al efecto en Madrid a una decena de estudiosos, en coordinación con la Concejalía de Las Artes. El Gobierno regional canario ha subvencionado la investigación. Con su indagación intentan traer hasta el presente, mediante técnicas de fotografiado digital y laboriosas descodificaciones de los mensajes inscritos en la piedra arenisca del templo de Debod, los portentos de aquella civilización milenaria desplegada en torno al fértil valle del Nilo, "así como los vestigios que sobre sus muros dejaron romanos, coptos, helenistas, islámicos" -también exploradores napoleónicos- "durante sus travesías o estadías en ese valle donde el templo se alzaba", explica Alfonso Martín Flores, jefe de Investigación Arqueológica del Museo Municipal de San Isidro y conservador del templo de Debod.

Desmontado pieza a pieza en Nubia, el edificio sacral llegó a Madrid en 1970 y fue reinstalado dos años después sobre la explanada que ocupara el Cuartel de la Montaña. Su envío a España obedeció a la cortesía del Gobierno cairota, que perseguía así dos objetivos: sacarlo de su anegamiento por el lago Nasser y agradecer al Gobierno español su colaboración en el desmontaje del templo de Abu Simbel, en Nubia.

La operación se hizo con la mediación de la Unesco, y abarcó asimismo a edificios de Elesiya, Taffa, Dendur y Kalabsha, que fueron a parar, respectivamente, a Turín, Leyden, Nueva York y Berlín.

El templo de Debod fue edificado dos siglos antes del comienzo de nuestra era por orden del faraón Meroe, sobre la isla nílica de Filé, con piedra arenisca. "Las tropas de Napoleón se quedaron apenas a 15 kilómetros de Debod", explica Martín Flores, "pero una expedición científica francesa sí llegó a visitarlo".

Durante los reinados de consecutivas dinastías, el templo fue adquiriendo nuevas funciones sacrales que hoy complican sobremanera la trama de inscripciones que ornamentan las paredes oscurecidas de su silenciosa naos, que así se llama su críptico y recóndito sancta sanctorum, donde se depositaban las efigies de Amón y se le ofrecían ritualmente estatuillas o mieses. Allí existe ahora una trama audiovisual que explica en paneles y pantallas la complejidad de sus ritos. La naos es impregnada con inciensos especiales para evocar las ceremonias allí celebradas durante centurias.

Para los jóvenes descifradores, el principal desafío va a consistir en trabajar ante piezas con inscripciones discontinuas, ya que la acción de sales corrosivas sobre la piedra arenisca ha conseguido su efecto, en numerosas ocasiones, sobre los relatos descritos. Es preciso tener en cuenta que el templo de Debod permaneció sumergido en el Nilo unos cincuenta años.

La disposición del templo sugiere geometrías herméticas, de gran empaque externo y cuyo relato interior registra zonas de rotunda oscuridad, limítrofes de esos ámbitos donde la sabiduría de los egipcios estableció un diálogo entre los seres humanos y el cosmos. Es precisamente su enigma el que trata hoy de interpretar la decena de jóvenes estudiosos canarios, como Carmen del Puerto. "Con la emoción de la víspera", inicia sus trabajos la próxima semana.

Entre 1982 y 1987, el templo de Debod llegó a ser escenario de espectáculos de Los Veranos de la Villa, con el consiguiente deterioro. Batida por el viento, la explanada ha sido considerada inapropiada para albergar una construcción ideada para un seco valle fluvial como el nílico, sin oscilaciones de temperatura tan abruptas como las que singularizan a Madrid.

El hombre que abrió la puerta

La zona de la ciudad en la que se eleva el templo de Debod fue llamada Cuartel de la Montaña desde poco antes de convertirse en escenario de episodios históricos en el comienzo de la Guerra Civil, en 1936. Su misma explanada fue escenario de un episodio crucial registrado hoy mismo hace 68 años.

Allí, el cuartel que agrupaba a ingenieros, artilleros y zapadores fue elegido, el 20 de julio de 1936, por los militares facciosos para iniciar desde su interior el despliegue golpista sobre Madrid. Tal intento sería abortado por el pueblo madrileño en armas, que cercó el recinto y obligó a la oficialía allí sublevada a enrocarse dentro, donde pereció gran parte de ella.

Bibiano Morcillo tiene hoy 89 años. "Yo era soldado asistente de un oficial, al que limpiaba las botas y la ropa", explicaba el pasado domingo junto al templo de Debod este hombre nacido en Torre de Juan Abad, en Ciudad Real. "En la mañana del 20 de julio, como yo vestía de paisano, mi oficial me dijo que regresara vestido de militar, ya que en esa misma tarde la unidad saldría a la calle a ocupar Madrid". Bibiano reflexionó sobre lo que las palabras del oficial implicaban y las transmitió a un grupo de trabajadores en una taberna cercana al cuartel. Le llevaron a una sede del PCE y le pidieron que informara de ello en el Ministerio de la Guerra. "Un coronel, yo creo que faccioso, me echó de allí con cajas destempladas".

Bibiano no cejó. Ya en el cuartel, adonde regresó, los oficiales montaron una ametralladora pese a exhibir en los balcones banderas blancas. "En consecuencia, abrí las puertas al pueblo leal a la República", dice. Su acción ayudó a truncar en ese primer momento el alzamiento franquista en Madrid.

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