Italia vuelve a las cavernas
La 'azzurra' vence a Australia en la prolongación y de penalti injusto convertido por Totti, a quien Lippi dio entrada al final
Italia regresó a las cavernas para salir de ellas justo en el último segundo. Como más le gusta a ese lado agonístico y profundamente conservador del alma azzurra. Esa fuerza tan antigua condenó a Totti al banquillo hasta el último cuarto. Sufrió la expulsión de Materazzi al principio de la segunda parte. Se pertrechó tras su poderoso Cannavaro. Buscó el ataque fulminante en el último suspiro. Y lo encontró. Gracias a Totti, que pasó con la zurda hacia el extremo izquierdo. Gracias a Grosso, autor de dos recortes antes de caerse encima de Neill, que nada hizo por derribarlo. Y gracias a Medina Cantalejo, que concedió un penalti inexistente. Todo perfecto, según los cánones del viejo catenaccio. Una calamidad para la otra Italia, la que pensó que el aperturismo del primer partido ante Ghana era un peldaño para limpiar la imagen del enturbiado calcio. No fue así. El cuadro de Marcello Lippi, repleto de talentos, estuvo a merced de un combinado tosco pero entusiasta llamado Australia. Un conjunto limitadísimo, cargado de jugadores de medio pelo en clubes europeos de segunda fila a los que Guus Hiddink convenció de que eran mucho mejores de lo que en realidad son. Como a ese jugador inglés al que, al perder el conocimiento, le dijeron que era Pelé. Los aussies llevaron la iniciativa y el control, pero no la mínima calidad para hacerla efectiva. En eso pagó la baja inesperada de Kewell, que apareció en el estadio Fritz Walter, poco antes del encuentro, apoyado en unas muletas. Lesionado.
RESULTADO
ITALIA 1 - AUSTRALIA 0
La cabeza de Totti había sido entregada previamente al pueblo por su entrenador. Como sucede invariablemente en cada gran cita, desde los tiempos de Rivera, el proceso es el mismo. Empieza el campeonato y la estrella no rinde como se le pide, es decir que resuelva los partidos. Se cuestiona su titularidad. Se publican encuestas en los periódicos. Y acaba en el banquillo. A otros se les pide menos. A Perrotta, casi nada. Y a Gattuso, poner cara de que trabaja mucho. Con eso es suficiente. Después de una actuación lamentable de Del Piero, Lippi dio paso a última hora a Totti, desganado y humillado. Primero, por tan larga espera. Después, por el triste espectáculo que estaba dando su selección. El 10 del Roma entró sin alegría, pero mantenía la sensibilidad. Le llegó el balón en el centro del campo y alzó la vista. No había nadie a su alrededor. Nadie que quisiera la pelota salvo Grosso, que había progresado hasta el extremo. Totti, entonces, golpeó con la zurda. Era difícil. A unos 20 metros. Fue perfecto. Le cayó al lateral izquierdo, que llegó más allá de lo que habría imaginado. El penalti lo transformó Totti: disparo seco, fuerte, enroscado y cruzado. Su primer gol en un Mundial. Sus compañeros se abalanzaron sobre él, lo apretujaron, se lo comieron a besos.
Los nervios devastados de Lippi se filtraron a su equipo. El seleccionador la había emprendido con la prensa el día anterior sin venir a cuento. Y ayer decidió darle una sorpresa: la titularidad de Del Piero. El mensaje tuvo una carga muy profunda. Antes que la fantasía de Totti, prefería a Del Piero como interior izquierdo para que tapara esa banda. Pero Del Piero no tapó nada e Italia sucumbió a la ley del embudo: atacó siempre por el centro. No subía Zambrotta, vigilado específicamente por Bresciano. Y no se atrevía Grosso. Los interiores se cerraban y los delanteros jugaban en paralelo, pegados uno al otro. A Toni, que no se estrena, le dio un ataque de ansiedad. Y, con Pirlo secado por Grella, Materazzi se convirtió en el rey del pelotazo.
A Lippi, sin embargo, le gustó su equipo y lo dejó tal cual tras el descanso, salvo Iaquinta por Gilardino. Entonces llegó Materazzi, convencido de ser un héroe mitológico tras haber marcado a los checos, crecido por su protagonismo en el primer tiempo, y se llevó por delante a Bresciano. No fue la entrada más dura de su carrera, más bien pareció resbalarse antes de caer con los tacos por delante, pero Medina Cantalejo lo expulsó. Hiddink mantuvo sólo en punta a Viduka y estableció una red de cinco centrocampistas que se desplegaban con velocidad. Más tarde, mandó a todos al ataque, pero la cantidad no es lo mismo que la calidad. Mucha posesión, poca precisión. Después de dos controles fallados, la hinchada azzurra la tomó con Del Piero, un Aquiles envejecido sin poder recuperar la gloria perdida. Un ex jugador que se resiste a reconocerlo. Cuando fue sustituido por Totti, Italia vivía cómodamente instalada en su línea defensiva, fiándose de ella, sin interés por atacar, esperando la prórroga. Hiddink pensó en Aloisi para tratar de abrirse paso, aunque sólo fuera a base de fuerza bruta. Fiel a la tradición, Italia tendría su oportunidad. Pifió Iaquinta un remate fácil a cuatro metros de Schwarzer. Acertó Totti poco después. Y rescató a la azzurra de las catacumbas.
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