Hegemonía recuperada
Phelps devuelve a su equipo a la época en que dominaba el 4x200 con una superioridad avasalladora
Simon Burnett ostenta el título de mejor velocista británico de todos los tiempos. Sus mejores días en las piscinas han pasado. Pero su imaginación sigue tan inflamada como cuando competía para la Universidad de Arizona. Ayer en la cafetería de la Villa Olímpica se encontró con Eddie Reese, el responsable de la natación masculina de Estados Unidos, y un viejo conocido. Hablaron del tema del momento: el chico de Maryland que ha conquistado cinco oros en Pekín. Con su característica solemnidad de Oxford, Burnett cogió a Reese por los hombros y le dijo: "Te voy a decir lo que ocurre con Phelps. Él asegura que es de este planeta. Es verdad. Pero viene del futuro. Su padre descubrió la máquina del tiempo en el año 2040 y lo mandó al presente, porque dentro de 30 años será un nadador vulgar".
Estados Unidos acabó los 800 metros 38 segundos antes que en 1972
"Esa es la mejor explicación que me han dado", dijo Reese. El viejo entrenador acababa de ver algo que no veía desde su época como nadador: Estados Unidos dominando una final olímpica de relevos de 4x200 con la autoridad con que lo hizo en la era dorada de su hegemonía. Imponiéndose por cinco segundos de diferencia. Igual que en Múnich, cuando John Kinsella, Frederick Tyler, Steven Genter y Mark Spitz (en este orden) se coronaron con un récord en 7 minutos 35 segundos.
Ayer Estados Unidos acabó los 800 metros 38 segundos antes que en 1972. Por primera vez, por debajo de los 7 minutos. No estaba Spitz. Estaba Phelps. Eddie Reese decidió emplear la táctica del reflujo. Consiste en lanzar al agua al nadador más rápido del cuarteto para obligar a los adversarios a iniciar su segunda posta con el oleaje en contra. No hizo falta ser tan meticuloso. Phelps finalizó su posta dos segundos por debajo del ritmo del récord mundial. Ryan Lochte, el segundo relevista, saltó al agua casi tres segundos antes que Grant Hackett, su contraparte de Australia, el equipo mejor situado en la persecución. La ola que generó la zambullida de Lochte obligó a los italianos y los rusos, que nadaban por las calles circundantes, a bogar con la marea en contra. Lo suficiente para que se retrasaran unas centésimas. Estados Unidos había conseguido una ventaja descomunal. Dos cuerpos. Una distancia que no perdería.
Lochte es quizá el nadador más completo que ha existido después de Phelps. Al llegar a China, sufrió un severo contratiempo intestinal. Pero está de regreso. Su actuación en el relevo fue soberbia. Hizo la posta más rápida de la historia (1m 44,28s) y ganó un segundo más de ventaja. Berens y Vanderkay cuadraron el círculo. Los más perjudicados por las turbulencias fueron los italianos, que se hundieron con su líder, Rossolino, a la cabeza. Italia, bronce en Atenas, quedó cuarta. Australia, tercera. Rusia, segunda. Y Estados Unidos nadó con la superioridad de 40 años atrás.
Entre los Juegos de Roma, en 1960, y los de Seúl, en 1988, Estados Unidos preparó los relevos de natación con el cuidado con que se planifican las ofensivas políticas. Sucedió en plena Guerra Fría. Los americanos ganaron todas las finales. Conquistaron siete oros y seis récords mundiales con relativa facilidad. Sacándole hasta cinco segundos a los subcampeones. Como ayer. Como si el nadador que debía dar el golpe de gracia viniese del futuro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.