Lo que hablan los niños con los ancianos
En Seattle se ha puesto en marcha una iniciativa pionera para fomentar la comunicación entre mayores y pequeños
El poeta y Nobel sueco Tomas Tranströmer escribió en sus memorias de infancia que su abuelo, que le llevaba 70 años, era para él un amigo, un compañero en las visitas a museos y alguien capaz de desdramatizar situaciones tan alarmantes como la del día que se perdió en Estocolmo y regresó a pie a su casa, mientras su madre seguía en comisaría la investigación de su búsqueda. En la película británica Nuestro último verano en Escocia, de reciente estreno, tres niños muy imaginativos, afectados por la traumática separación de sus padres, entablan una enriquecedora relación con su abuelo, un anciano rebelde, con aspecto y ademanes de vikingo, al que van a visitar en el que será su último cumpleaños, y con quien pueden hablar, jugar y disfrutar de la naturaleza, lejos de las riñas y tensiones de su entorno habitual. En Los amigos, la primera novela de la autora japonesa Kazumi Yumoto, llevada a la gran pantalla por el director Shinji Somai y que acaba de ser publicada en España por Nocturna Ediciones, tres adolescentes aprenden a crecer y a entender el valor de la vida a través del diálogo y las aventuras en compañía de un viejo al que empiezan a espiar porque quieren saber en qué consiste eso de morirse.
En España más de un millón y medio de ancianos viven en soledad
Cine y literatura coinciden en prestar atención a la beneficiosa comunicación entre generaciones, un diálogo cada vez más quebrado en los entornos urbanos, en sociedades donde los niños sufren la falta de atención de unos progenitores demasiado preocupados por el trabajo y la supervivencia y los mayores se ven abocados a la soledad en sus casas vacías de afecto o en residencias de acogida. Conscientes de esta realidad, en la ciudad estadounidense de Seattle, se está llevando a cabo la iniciativa pionera de fomentar socialmente el intercambio. La experiencia de colocar una guardería en el centro de ancianos de Providence Mount St. Vincent ha llamado la atención de la documentalista Evan Briggs.
Present perfect es el título de un trabajo (pendiente de financiación para ser culminado a través de una campaña de crowdfunding) del que ya se puede ver una parte en YouTube. Lo que pretende la realizadora es mostrar los frutos de la experiencia, el modo en el que los pequeños y los mayores disfrutan en compañía. ¿Qué les cuentan los unos a los otros? ¿De qué se ríen? A través del vídeo se percibe la mágica combinación entre la enseñanza de valores como la paciencia y la solidaridad, por parte de los que ya están al final del camino y poseen el don de los recuerdos, y el regalo de la energía y la curiosidad permanente de los que apenas han empezado a recorrerlo y parecen poseedores de todas las preguntas.
En el vídeo vemos a los abuelos –de adopción– contando cuentos a niños de primaria, dibujando con ellos, hablándoles tiernamente y enlazando sus manos, como pliegues de papel, con las tersas palmas infantiles. Evan Briggs les escucha decir hasta qué punto han cambiado sus vidas a mejor y, mientras la cámara se detiene en sus gestos e imágenes, se indica que en Estados Unidos un 43% de los ancianos sufren aislamiento social, soledad, depresión y decaimiento. En España las cosas no son tan distintas. Según datos de la Federación de Amigos de los Mayores correspondientes a 2014, más de un millón y medio de ancianos viven en soledad. Programas de acompañamiento de voluntarios, iniciativas de pisos compartidos con estudiantes (alojamiento a cambio de compañía), son algunas de las medidas puestas en marcha en nuestro país. ¿Llegará algún día el ejemplo de Seattle?
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