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La vida después del Yolanda

Un programa de recuperación de viviendas tras el tifón Haiyán ayuda a los vecinos de las zonas afectadas no solo a rehacer sus hogares y sus negocios, sino sus vidas

Violeta Canonoy en su casa de comida reconstruida tras el paso del tifón.
Violeta Canonoy en su casa de comida reconstruida tras el paso del tifón.M.D.G.

Violeta Canonoy sale de la cocina con una pequeña olla con una tapa. La abre y desvela su interior: lomo. La casa de comidas donde nos recibe Violeta está vacía el día en que hago la entrevista, ya que hay vacaciones en el cercano campus de la Universidad de Tolosa, al sur de Tacloban. “Los alumnos y los profesores son mis principales clientes, además de muchos trabajadores”, explica la mujer. A sus 47 años, nos recibe con una gran sonrisa en su negocio familiar, una especie de restaurante pegado a la vivienda donde reside.

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El 8 de noviembre de 2013, tanto la casa de comidas como su casa y todas sus posesiones fueron arrasadas por el tifón Haiyán, conocido en Filipinas como Yolanda, y considerado el más devastador en la historia del país —6.300 personas y más de mil se dieron por desaparecidas. “Yo estaba contenta porque toda mi familia estaba bien”, me cuenta Violeta, de la que me sorprende su estoicismo: “No ha sido duro, para mí ha sido como una prueba”. Sin embargo, no puede contener las lágrimas.

Su historia es una entre las muchas que he conocido en Filipinas, de las miles a las que Cruz Roja Española ha apoyado en los dos últimos años como parte de la operación de recuperación del tifón Haiyán. Esta operación es la segunda de mayor envergadura en cooperación internacional llevada a cabo por la institución después del terremoto de Haití. Al igual que ocurrió con la isla del Caribe, la respuesta al llamamiento internacional tras la emergencia de Filipinas fue abrumadora. Además, de cientos de miles de donaciones de particulares, se recibió el apoyo de instituciones y administraciones a través de ayudas oficiales al desarrollo, entre ellas la española, que han servido para poner en pie más de 2.900 nuevas viviendas, reconstruir más de 5.000 casas y apoyar a recuperar las fuentes de ingresos de más de 4.500 familias como la de Violeta.

En un país como Filipinas, atravesado por decenas de tifones y tormentas tropicales al año, aprender cómo reconstruir una casa tras un desastre no es baladí

Violeta recibió 12.000 pesos filipinos con los que pudo poner en pie de nuevo la casa de comidas y con la que su familia se ganaba la vida. Con la subvención compró alimentos, cuchillos, cestas, vasos… Lo necesario para poder levantar su negocio. Las lágrimas dan paso a la cálida sonrisa que tanto caracteriza a los filipinos, al igual que su estoicismo. “La situación está mejorando. Los medios con los que me gano la vida están… vivos, que ya es algo”, me cuenta. Su plan, es “crear un restaurante más grande”, que dé cobijo y alimento a todos los estudiantes de la zona.

Erick Gil vive cerca de Violeta en la ciudad de Tolosa. Él también perdió su casa tras el Yolanda, aunque no fue lo único en su vida que cambió tras aquel desastre. En su caso, toda su familia sobrevivió: su mujer, sus dos gemelas y su madre. Aunque tuvieron que dejarlo todo pues nada les quedaba tras el tifón. Se marcharon a otra provincia, con la familia de su mujer. Allí aprendió una nueva profesión, la de heladero, y a su regreso a Tolosa, decidió cambiar la manera de ganarse la vida, pues la construcción de bloques de hormigón (a lo que se dedicaba antes), había dejado de tener futuro. Se hizo heladero. Para ello fue fundamental la ayuda de Cruz Roja, que le subvencionó su proyecto y pudo comprar una motocicleta con la que llegar a las ciudades de alrededor y mejorar su negocio.

La bahay de Kialyn

Es inevitable no sentir un nudo en el estómago cuando estas personas reviven aquel fatídico 8 de noviembre de 2013; por ejemplo, cuando Kialyn Torayno me contó lo que sintió al ver su casa inundada por el tsunami, en la provincia de Samar (junto a la provincia de Aklan y de Leyte, otra de las zonas donde Cruz Roja Española está presente).

Hace un año conocí a Kialyn, poco después de que Cruz Roja Filipina y Cruz Roja Española le entregaran a sus familias una nueva casa bajo la que refugiarse con sus cuatro hijos y su marido. La construcción de madera y bambú sigue el estilo tradicional de la arquitectura filipina, aunque tiene elementos arquitectónicos (como cimientos de hormigón, tejados de cinc y una estructura con refuerzos) que la hacen más segura que las viviendas que muchas familias de la zona poseían antes incluso del tifón. Oficialmente se llama a estas construcciones "shelter” (refugio en inglés), pero Kialyn la nombra como “bahay”, es decir, casa en filipino, pues desde que la recibió ha ido convirtiendo aquel refugio en un auténtico hogar. Cuando me reencontré este año con Kialyn, la vivienda parecía otra. La había hecho suya. No solo la había decorado, sino que también la había ampliado siguiendo los consejos de construcción segura ante desastres que Cruz Roja enseñó a todos los beneficiarios para asegurar que sus viviendas pudieran ser reconstruidas en caso de una nueva emergencia.

Erick Gil es beneficiario de la ayuda de Cruz Roja. Ha podido montar su negocio de venta de helados.
Erick Gil es beneficiario de la ayuda de Cruz Roja. Ha podido montar su negocio de venta de helados.M.D.G.

En un país como Filipinas, atravesado por decenas de tifones y tormentas tropicales al año, aprender cómo reconstruir una casa tras un desastre no es baladí. Sin ir más lejos, apenas un año después de Yolanda, Kialyn, Violeta y Erick recibieron la llegada de otro tifón, el Hagupit (llamado Ruby en Filipinas), del que se esperaba que hiciera estragos en una zona que aún se reponía del último golpe. El ciclón se convirtió en una prueba de fuego para las viviendas construidas por Cruz Roja, como la de Kialyn, que ratificaron su resistencia, pues ninguna se vio afectada. Pero sobre todo representó un reto para la población de Filipinas, que demostró estar más preparada que un año antes.

“Se lanzó la alerta en el barangay y se nos indicó que acudiéramos a una zona de evacuación. Se nos recordó, además, que preparáramos avituallamiento. Hemos aprendido de la experiencia de Yolanda”, reconoce Kialyn, que celebra la vida en su nueva casa.

Miguel Domingo García es delegado de comunicación de Cruz Roja en Filipinas.

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