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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Estancamiento global

La economía mundial vuelve a desacelerar a pesar de los estímulos monetarios; faltan inversión y demanda

La directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde
La directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine LagardeSTEPHEN JAFFE (EFE)

Que la economía mundial está varada en una fase de estancamiento es un diagnóstico que el Fondo Monetario Internacional (FMI) señala al menos desde finales de 2014. El crecimiento es débil, la corrección del desempleo se hace a cámara lenta —todo ello a pesar del hundimiento del precio del crudo— y las economías emergentes están metidas de lleno en una recesión que el Fondo, benévolamente, intenta suavizar fiando la recuperación al futuro. La senda de la economía real está marcada por esta ralentización: un crecimiento global del 3,2% este año y del 3,5% en 2017, con preocupantes recesiones en Brasil (-3,8%), Rusia (-1,8%) y Venezuela —cuya contracción ronda ya el 8%—, y un crecimiento esperado en China del 6,5% que no ofrece garantía alguna por la volatilidad de sus estadísticas.

Editoriales anteriores

Si los informes del FMI deben leerse entre líneas, el mensaje del último (reunión de primavera en Washington) es de franca alarma. Las economías zonales —el euro es un buen ejemplo— no reaccionan a pesar de la sobreexposición a estímulos monetarios y los países con capacidad de decisión (Alemania en el euro) se niegan a aceptar que es necesario poner en marcha políticas que incentiven la inversión (el FMI ya ha anunciado la conveniencia de multiplicar la inversión en infraestructuras). Con la política monetaria no basta.

La política económica global está en un momento crítico; con la expansión monetaria cerca de sus límites, cualquier crisis parcial, aunque pasajera, puede provocar otra convulsión financiera y empujar hacia atrás los escasos avances en la reactivación de la economía desde 2014.

Y España es un espejo de la desaceleración global. Crece a tasas más que respetables (3,2% en 2015, 2,6% anunciado por el FMI para 2016), pero decrecientes, sin creación de empleo estable en cantidades suficientes y sin grandes mejoras de productividad. Para España y para la economía global las políticas que urgen son las mismas: más inversión y más incentivos a la demanda.

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