Los flecos de la Guerra Civil siguen contando
El afán de saber lo que pasó reúne a gentes de muy distintas ideologías
No va a cambiar el mundo si a estas alturas nos enteramos de que hubo unos cuantos espabilados del bando franquista que cruzaron el río Manzanares unos días antes de la fecha que los historiadores han dado hasta ahora por buena, y que llegaron incluso hasta Argüelles, donde hubo escaramuzas con las fuerzas republicanas. Lo que se ha venido explicando, lo que está más o menos fijado por los estudiosos de la Guerra Civil, es que las tropas de los militares rebeldes solo consiguieron cruzar el río tras haber conquistado la Casa de Campo, y que recién lo hicieron el 15 de noviembre de 1936, unos meses después del infame golpe de julio. No les sirvió de mucho. Madrid consiguió resistir, y la guerra se prolongó.
Pero resulta que hay unos cuantos papeles que dan cuenta de que hubo un asalto anterior, tal como contaba este diario ayer en sus páginas de Cultura. Un asalto que no llegó muy lejos y que no logró fijar una posición sólida, como ocurrió después cuando las fuerzas franquistas llegaron a la Ciudad Universitaria y se enquistaron ahí hasta el final de la guerra. ¿Es esto relevante y llegará a cambiar el relato sobre la batalla de Madrid? Seguramente no, salvo que aparezcan otras evidencias de mayor peso, pero lo que de verdad importa es el hecho de volver sobre los documentos, de seguir tirando de manera incansable de los flecos, de continuar explorando. El pasado es siempre un vasto territorio desconocido, y muchos tratan de él como el que toca una compleja partitura de oído.
Lo que seguramente muestran estos papeles es que, así en la paz como en la guerra, muchas veces se esconde la verdad: porque no conviene, porque complica las cosas, porque da una imagen distinta de la que queremos proyectar. A los republicanos no les venía bien que se supiera que los franquistas habían llegado tan lejos tan pronto, muy poco después de iniciar esa ofensiva sobre la capital que pretendían fuera la definitiva. Y a los franquistas les fastidiaba que (esos zaparrastrosos) los hubieran obligado a retirarse. Fue una llamarada, habituales en una guerra; como se apagó, ya nadie puso mayor interés.
Salvo esos cuantos que siguen escarbando, y que siguen preguntando, y que persiguen incansables todas las pistas para que el relato de lo que ocurrió se ajuste cada vez mejor a lo que de verdad sucedió en aquellos aciagos (y caóticos) días. Muchos de esos infatigables curiosos forman parte del Grupo de Estudios del Frente de Madrid (Gefrema).
No está de más subrayar que lo que importa en ese grupo es el afán de conocer lo que pasó, e investigar y profundizar en todo aquello que queda por descubrir y explicar. Algunos proceden de familias que estuvieron en la guerra con los rebeldes y otros son descendientes de los defensores de la República o de los que andaban como locos para hacer la revolución. El saber los hermana más allá de sus respectivas ideologías y, bueno, es una manera inteligente de volver al pasado. No para ajustar cuentas pendientes: para conocerlo mejor.
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