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Por qué no habrá un frente portugués de izquierdas contra la austeridad

Los socialistas descartan formar mayoría con los partidos de extrema izquierda

El líder socialista portugués, António Costa, en la noche electoral.
El líder socialista portugués, António Costa, en la noche electoral.RAFAEL MARCHANTE (REUTERS)

Los resultados de las elecciones portuguesas, con el triunfo -aunque sin mayoría absoluta- del actual Gobierno de centro derecha ha abierto la crisis en el Partido Socialista que dirige desde hace menos de un año el exalcalde de Lisboa António Costa. Su posición en el Parlamento marcará el futuro del propio líder y también el del partido, que corre el riesgo de quebrarse ante la irrupción del Bloco de Esquerda, una izquierda más radical y con más cintura que el coriáceo PC, que también aumentó diputados.

La noche electoral dejó varias paradojas: excepto el triunfador PSD-CDS (que perdió 800.000 votos y 25 diputados), todos ganaron; pero gobernará el perdedor y se quedará en la oposición la mayoría absoluta. Ganó el PS 200.000 votos y 12 diputados respecto a 2011, pero fue el gran derrotado.

La mayoría de izquierdas no tiene nada en común, excepto su rechazo al actual Gobierno

Este pequeño galimatías responde a que la coalición de centro derecha, en torno a Pedro Passos Coelho y Pablo Portas, consiguió más diputados que nadie (104, a 12 de la mayoría absoluta) con el 38,5% de los votos; pero los que perdieron son partidos de izquierda que, sumados, tienen una holgada mayoría absoluta: PS, 85 escaños y 32,4% de los votos; Bloco de Esquerda (BE), 19 escaños y 10,2% de los votos; y el PC (coalición CDU con los verdes, 17 escaños y el 8,3% de los votos). En total 121 escaños de los 230 del parlamento. Los tres mejoraron sus resultados de 2011. Ganaron, pero parece muy difícil que gobiernen.

La idea de un posible gobierno de izquierdas se desmoronó en cuanto el socialista Costa salió a dar explicaciones. Dejó claro que no formaría parte de ninguna “mayoría negativa”. Aunque se identificó con la “mayoría del cambio” (PS, BE, PC), insistió en que su partido respetará sus compromisos europeos y su idea de una Europa con moneda única.

La “mayoría de izquierdas” portuguesa salida de las urnas tiene programas económicos irreconciliables. El PC, marxista leninista patriótico, desea salir del euro y siempre ha rechazado apoyar al PS por considerar que realizaba una política de derechas. En esta campaña electoral, el líder comunista Jerónimo de Sousa se dedicó más a atacar a Costa que al primer ministro, el brazo armado de la troika.

En el caso del Bloco de Esquerda (BE), que ha conseguido el mejor resultado de su historia (pasa de 6 a 19 diputados) y que, por primera vez, ha superado al emblemático PC, quiere la reestructuración de la deuda. Desde su creación en el cambio de siglo, también ha renegado de cualquier pacto con el PS, pero esa postura cambió en la campaña electoral.

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Apoyado por Podemos y especialmente por su líder Pablo Iglesias, el BE no se ha movido tanto hacia el centro como el partido español, pero sí ha tendido la mano al PS. Sus líneas rojas son que el PS retire del programa el proyecto del despido amistoso (una idea para eliminar burocracia a cambio de pagar más al despedido) y recortes sociales. También le separa del PS su fiel apoyo al Syriza griego, que en el caso de los socialistas fue de más a menos.

Como bien ha identificado Costa en su amarga noche electoral, a los tres partidos de izquierda solo les une su “mayoría negativa”, están de acuerdo en repudiar al ganador PSD-CDS, pero en las soluciones para el país son imposibles de encontrarse.

Sin embargo, los números son tentadores: sería legítimo un gobierno de PS más BE, pues ambos suman los mismos diputados que la coalición que va a gobernar (104) y 4 puntos más en votos (42,6% frente al 38,5%); solo necesitaría el apoyo externo del PC; pero tampoco va a entrar el PS en ese escenario.

Una posición incómoda

Costa y el PS se encuentran en una posición incómoda. O permite un gobierno de centro-derecha o permite un gobierno de izquierda radical. Si apuesta por la “gobernabilidad”, como señaló el líder socialista, significa que respalda el presupuesto del Gobierno conservador; lo que defraudará a su militancia con el riesgo de que huya, en las próximas elecciones, hacia el Bloco y el gancho de sus líderes Catarina Martins y Mariana Mortágua.

Portugal se aboca a unas nuevas elecciones en 2016 y a la salida de Costa del PS

La solución a este dilema incluye la cabeza de Costa. No hay que tener memoria para recordar las heridas. Hace solo un año que Costa rompió la unidad del partido porque le pareció insuficiente que su secretario general, António Seguro, hubiera ganado las europeas con 4 puntos de ventaja sobre el PSD-CDS. Los simpatizantes le auparon a la dirección del partido y 11 meses después saca seis puntos menos que el PSD-CDS.

Anoche, Costa anunció que iba a seguir, pero a la vez, varios dirigentes socialistas ya pedían un congreso extraordinario. “Lo que Costa hizo al partido y al país es delictivo”, ha declarado António Galamba, exmiembro de la dirección, de la línea segurista. "Costa falló en los dos objetivos que motivaron su salto a la dirección del PS: falló en conseguir la unidad del PS y falló en la conquista de una mayoría absoluta”. En pocas horas, ya hay dos candidatos a suceder a Costa, ambos seguristas. Álvaro Beleza anuncia que quiere hacer del PS "la casa de las izquierdas"; y Rui Prudéncio pretende unir a todas las familias socialistas. Falta poner fecha al congreso.

En la conmemoración del Día de la República, en la mañana del lunes, el sucesor de Costa en la alcaldía de Lisboa recalcó las líneas de juego de la nueva situación: "Conciliar la pertenencia a Europa y a la moneda única con un cambio en las políticas económicas y sociales en un cuadro de negociación pluripartidaria".

A Costa aún le queda el trago más amargo, de una forma o de otra, posibilitará que el centro derecha gobierne, se convocará un congreso extraordinario donde se destituirá a Costa, y el nuevo líder se unirá a BE y PC para derrumbar al Gobierno. Y de aquí a un año, nuevas elecciones. También se puede unir a las otras izquierdas para derrumbar al nuevo Gobierno, y en seis meses, nuevas elecciones. Un dilema.

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