Aung San Suu Kyi será ministra de Exteriores en Birmania
La premio Nobel de la Paz podría acumular hasta cuatro carteras clave en el nuevo Gobierno
Ya lo había avisado antes de la aplastante victoria de su partido en las elecciones del pasado noviembre en Myanmar, la antigua Birmania: “Estaré por encima del presidente”. Y Aung San Suu Kyi va a cumplirlo. La premio Nobel de la Paz y líder de la Liga Nacional para la Democracia (NLD) será con toda seguridad ministra de Exteriores en el Ejecutivo que tomará posesión el próximo día 30, y podría acumular varias carteras más.
En la sesión parlamentaria de este martes el presidente de la Cámara, Mann Win Khaing Than, ha leído una lista de 18 nombres para 21 carteras, aunque sin especificar quién ocupará cual. Entre los futuros ministros hay seis personalidades de la LND, incluida Aung San, la única mujer.
La disparidad entre el número de ministros y de carteras ha disparado las conjeturas acerca de que Aung San podría acaparar hasta cuatro departamentos. Uno de ellos será, con toda seguridad, el de Asuntos Exteriores. El portavoz de la NLD Zaw Myint Maung así lo confirmó en declaraciones a la prensa, en las que apuntó que La Dama, como se la conoce en Myanmar, podría acumular otras competencias adicionales. “Será la ministra de Exteriores, principalmente. Si quiere compartir los deberes que tiene en otros ministerios con gente cualificada, puede asignarlos”, declaró Zaw Myint Maung, citado por AFP.
Una lista no oficial le adjudica, además de la jefatura de la diplomacia birmana, las carteras de Educación, de Energía y de la Oficina de la Presidencia. Un cúmulo de competencias que le convertiría, a simple vista, en la ministra más poderosa del país.
Al frente de estas carteras se ocuparía de la acuciante reforma de la educación, una de las tareas prioritarias para el nuevo Gobierno en un país en el que durante décadas la enseñanza fue una herramienta de la dictadura militar para mantener el control sobre la población. También tendría poder de decisión sobre las relaciones exteriores y, sobre todo, con un vecino decisivo para la estabilidad del país, China. Además de representar a su país en el exterior, también obtendría el derecho a un asiento en el Consejo de Seguridad Nacional y Defensa, un organismo asesor del Gobierno aún dominado por los militares que controlaron el país durante más de medio siglo.
Como titular de Energía, sería la responsable de decidir sobre proyectos clave, como la presa de Myitsone, respaldada por el Gobierno chino y que quedó suspendida por el Gobierno anterior. El Ejecutivo chino, que en los meses previos a las elecciones de noviembre cortejó con intensidad a Aung San y llegó a recibirla en Pekín, en un paso poco frecuente, ha apuntado que espera que los planes se reanuden.
Pero pese a todo ese aparente poder, la premio Nobel deberá andar con pies de plomo. Pese a la arrolladora victoria del NLD en los comicios de noviembre, el estamento militar es aún muy poderoso. Controla un 25% de los asientos del Parlamento, lo que le da derecho de veto sobre cualquier reforma de la Constitución, y se reserva no solo el dominio del Consejo de Seguridad Nacional, sino también tres ministerios clave: Defensa, Interior y Fronteras.
Aung San Suu Kyi es, con una diferencia abrumadora, la personalidad política más popular de su país y la líder indiscutida de su partido. La única razón por la que la hija del héroe de la independencia birmana Aung San no ha optado a la presidencia es el veto que le impone la Constitución aprobada por los militares, y que prohíbe ocupar la jefatura del Estado a los ciudadanos que tengan hijos con pasaporte extranjero. Los de la Premio Nobel tienen nacionalidad británica. La semana pasada el Parlamento birmano aprobó el nombramiento como presidente de Htin Kyaw, uno de los dos candidatos propuestos por la NLD y hombre de confianza de La Dama.
Entre los ingentes desafíos que encontrará el nuevo Gobierno no se encontrará únicamente la relación con las Fuerzas Armadas. También tendrán que afrontar los conflictos étnicos en zonas fronterizas, el auge del budismo nacionalista y el impulso a la economía en uno de los países más pobres del mundo y unas enormes necesidades en prácticamente todos los sectores, desde las infraestructuras a la sanidad.
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