Inflación alta y crecimiento nulo: la advertencia del Banco de la República

Además del crecimiento mínimo, su informe trimestral de política monetaria revela que las alzas en las tasas de interés aún no surten el efecto esperado

El edificio sede del Banco de la República, en Bogotá (Colombia), en julio de 2022.Nathalia Angarita (Bloomberg)

La inflación, el temido fantasma económico de los últimos meses en medio mundo, no da respiro en Colombia. Acercarse a la anhelada meta del 3% que tiene el Banco de la República tardará hasta diciembre de 2024, según las estimaciones del recién publicado informe de política monetaria de esa misma entidad. En la misma línea, sus pronósticos técnicos muestran que el costo de vida de los colombianos para este año estará en un 8,7%, 1,6 puntos por encima de s...

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La inflación, el temido fantasma económico de los últimos meses en medio mundo, no da respiro en Colombia. Acercarse a la anhelada meta del 3% que tiene el Banco de la República tardará hasta diciembre de 2024, según las estimaciones del recién publicado informe de política monetaria de esa misma entidad. En la misma línea, sus pronósticos técnicos muestran que el costo de vida de los colombianos para este año estará en un 8,7%, 1,6 puntos por encima de sus proyecciones del pasado noviembre.

El informe también estima que el crecimiento económico para este año será de un anémico 0,2%, tras cerrar el 2022 con el 8%, según los últimos datos. El banco central apunta que los “excesos en la demanda siguen siendo importantes”, pero espera que se diluyan este año.

Es decir, que los hogares y empresas siguen consumiendo mucho, pero dejarán de hacerlo, debido a la reducción del ritmo económico. El doctor en economía y profesor de la Universidad de Stanford Javier Mejía llama la atención: “El crédito de los hogares ha crecido mucho. Pero la calidad de esa cartera también ha ido deteriorándose”.

El académico se refiere a que cada vez hay más créditos que no se pagan, y ve los riesgos que encarnaría una avalancha en la suspensión de pagos por parte de deudores asfixiados por la crisis. Se trata, agrega, de una clara señal de preocupación: “puede ser un buen argumento para validar la política de aumento de tasas del banco, porque esta podría ser la primera semilla de una crisis financiera en el país”.

Las señales de alarma para la también doctora en economía por la London School of Economics, María del Pilar López-Uribe, se centran en la elevada y sostenida inflación que cerró el 2020 en un 13,12%. La académica de la Universidad de los Andes recuerda que las tasas inflacionarias en Colombia han “estado por encima de los niveles en países desarrollados y son de los más altos de la región”. Vaticina que la curva seguirá “bastante alta” para enero –el dato del mes pasado se conocerá este sábado- a pesar de que cada mes surgen anuncios de que finalmente cederá.

Durante una rueda de prensa que duró algo más de una hora el gerente técnico del Banco de la República, Hernando Vargas, expuso el pasado miércoles todos esos virajes en las prospecciones económicas de manera detallada: “Tenemos un crecimiento muy bajo este año. (…) En algunos trimestres puede implicar incluso crecimientos negativos”. Y reiteró, ante preguntas sucesivas de los periodistas, que más allá de las definiciones técnicas de si el país entrará en una recesión, los analistas deberían centrarse en observar “desde qué niveles estamos bajando y a qué niveles estamos llegando”.

Es decir, que en lugar de enfocar la atención solo en si se dan dos trimestres consecutivos de decrecimiento económico para hablar de recesión, deberían tener en cuenta que el crecimiento de 2022 fue tan importante que crecer poco en 2023 será mantener el camino correcto.

En todo caso, las proyecciones señalan que el Banco de la República espera que la intensa subida en sus tipos de interés, que el 27 de enero alcanzó el nivel más alto en 23 años con el 12,75%, logre cuanto antes enfriar el consumo: lo deseable para la “sostenibilidad financiera de los hogares y del país” sería que los colombianos empezaran a gastar menos y a endeudarse menos, explicó Vargas. Con esa reducción de la demanda, indica la lógica económica, se reducirían las presiones generadas por los precios altos.

Pero no se eliminarían del todo, pues hay componentes internacionales que se escapan, en gran medida, al control de los responsables de la economía colombiana. A saber, las turbulencias en el tablero geopolítico mundial, los choques externos en el precio del petróleo o los bandazos de la Reserva Federal estadounidense. Javier Mejía, sin embargo, percibe pequeños atisbos de optimismo: “en el último mes y medio ha habido un cambio moderado con la noticia de la reapertura de la economía china y el descenso más rápido de lo estipulado en la inflación en Estados Unidos”.

Por eso, María del Pilar López-Uribe recuerda que, si bien no se le puede cargar toda la culpa al Gobierno de Gustavo Petro, sí es importante el papel que han jugado algunos excesos verbales en la estrategia comunicativa del Ejecutivo. Se refiere a la correlación entre diversos pronunciamientos oficiales en torno a cambios políticos, por lo general vagamente trazados, en temas seminales como el futuro de los hidrocarburos, el sistema de pensiones y de salud, o la regulación de los servicios públicos, con la reacción de los mercados.

Para López lo adecuado sería “bajar la incertidumbre” política que, por lo pronto, solo le ha granjeado al país convivir en un permanente estado de zozobra económica. Los mercados, apostilla la analista, pueden dar la espalda en cualquier momento al país y abrir una caja de truenos con delicadas implicaciones como, por ejemplo, una fuga de capitales o la profundización de la devaluación de la divisa colombiana. De darse, las lánguidas proyecciones macroeconómicas del Banco de la República se podrían quedar cortas.

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